Grecia como argumento de precampaña en España

En el momento de elaboración de este post, Syriza apostaba abiertamente por el no en el referéndum convocado por Grecia este domingo y parecía dispuesto a hacer campaña para convencer a la población de que vote en esta dirección. Al mismo tiempo, tanto el primer ministro, Alexis Tsipras, como su famoso ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, habían dejado entrever que dejarían sus cargos si ganara el sí.

Con estas posiciones claras, el referéndum de Grecia está teniendo una lectura directa en España, sobre todo ante los movimientos estratégicos efectuados por el Gobierno de Syriza el miércoles, con el envío de una carta a Bruselas aceptando la mayoría del acuerdo puesto sobre la mesa el pasado viernes en el Eurogrupo y, al mismo tiempo, defendiendo el referéndum y el voto por el no.

Uno de los líderes europeos que con mayor fuerza se posiciona respecto a las decisiones adoptadas por el primer ministro griego es el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy. Respecto al referéndum, este martes pidió abiertamente que ganara el sí para que Tsipras dejara paso a otra persona al frente del Gobierno, otra persona con mayor cintura en las negociaciones con Bruselas:

«Si Tsipras pierde el referéndum, pues eso será bueno para Grecia porque a partir de ahí los griegos habrán dicho ‘sí, queremos quedarnos en el euro’ y se podrá negociar con otro gobierno. Ahora, si gana el referéndum, pues realmente yo creo que Grecia no tiene más alternativa que salirse del euro»

Desde el domingo, Rajoy se ha referido en varias casiones al corralito aprobado el domingo por la noche y que se extenderá durante una semana para frenar la fuga de capitales y la retirada de depósitos en las entidades bancarias. Y lo hace extrapolando la situación con España, lo que le sirve para distinguir lo que considera un Gobierno serio (el español) de uno que no lo es (el griego). No dice nada, por supuesto, sobre la seriedad de un gobierno que, en mitad de un año fiscal, adelanta seis meses su reforma del IRPFpara que la ciudadanía vaya a votar pensando que el Gobierno ha cumplido su programa en relación a la bajada de impuestos directos aunque los indirectos, los más injustos, no se tocan.

La posición del PP respecto a Grecia y lo que califica de populismo no es una novedad. Recordemos que Rajoy fue el único líder europeo que viajó a Atenas para hacer campaña electoral a favor de Antonis Samarás y Nueva Democracia y que Grecia forma parte del argumenterio del PP como enemigo exterior desde hace meses. Según informaciones citadas por el Financial Times, los ministros de España, Irlanda y Portugal también fueron los más duros en la negociación del paquete de reformas impuesta a Atenas a cambio de seguir soportando la ayuda financiera.

Estos días, Nicolás Sarkozy, que vuelve a la política al frente de la refundada UMP (en Les Republicans), alegó en su visita a España los sacrificios impuestos por los gobiernos de estos países a sus poblaciones como argumento para defender una posición de fuerza frente al Gobierno griego, una tesis que no es nueva. Desde la instauración del gobiernos tecnócratas en Grecia e Italia en 2011, existe cierta impresión de que las urnas son un problema, sobre todo si la ciudadanía insiste en no votar las opciones políticas deseadas y deseables por parte de los que lideran el discurso TINA thatcherista.

El martes, la ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina, una de esas mujeres absolutamente grises que conforman en Ejecutivo de Rajoy, insistió en la idea del peligro de que en las elecciones los ciudadanos voten planteamientos equivocados. Siguiendo la lógica que el PP lleva defendiendo desde que Atenas volvió a convertirse en referencia informativa para los medios españoles, García Tejerina puso a Grecia como ejemplo de lo que algunos partidos (en referencia a Podemos) defienden en España:

A cinco meses de las elecciones generales en España, y con los sondeos sobre intención de voto en la retina, la evolución de la situación griega puede tener un efecto directo en España, sobre todo si Syriza se empeña en dinamitar la campaña de Podemos con movimientos caóticos como los ejecutados el miércoles.

Hace unos días, ya avisamos del contagio griego en el discurso de la recuperación que exhibe el PP, sobre todo si tenemos en cuenta que España es uno de los países que componen el grupo de los PIIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España). Ésta es la impresión que subyace en la posición de firmeza que exhiben los jefes de Estado y de Gobierno y sus ministros de Eocnomia en las runiones que se han celebrado durante el mes de junio.

De la misma manera, todo lo que hace Syriza se lee en clave Podemos, en buena medida por la decisión de la formación que lidera Pablo Iglesias de vincular su futuro a lo que pudiera conseguir Tsipras en Grecia y que se entendía como una punta de lanza de lo que la Europa del Mediterráneo podría conseguir con la fuerza de las urnas. Las dificultades en torno al corralito (ampliamente difundidas por los medios de comuniación españoles, con especial relevancia en el interés de medios del centroderecha por la situación de los pensionistas helenos) y la incertidumbre en la que vive el país, alimentan un discurso del miedo que los dirigentes del PP potencian en cada intervención pública.

Como hemos señalado en otras ocasiones, la caída de Grecia no supone un riesgo económico para la Eurozona, aunque sí para su proyecto político: Por primera vez, el proceso de moneda única entre Estados no es irreversible, por lo que la salida de Grecia conlleva la duda de qué países pueden tomar la misma línea de Atenas si se dan las circunstancias.

La insistencia en el problema griego sugiere que hay mucha gente pensando que el ejemplo de Atenas es un buen aviso ante los procesos electorales que celebrarán países que no están en absoluto controlados, tal y como evidenciaron los resultados del 24 de mayo en España o los sondeos en Portugal (donde los socialistas siguen siendo la primera fuerza en intención de voto).

La caída de Grecia (menos del 2% del PIB del Eurogrupo) sería un problema que se podría gestionar; el contagio español supondría un problema muy serio, tanto por la dimensión del país como por el mensaje relativo a la periferia del sistema. Eso explica por qué Tsipras, indirectamente, está haciendo la campaña a un PP que ha agarrado una pieza y que no tiene reparo en exhibir el discurso del miedo que ya comenzó a esbozar a comienzos de año, en pleno auge de Podemos en los sondeos.

CODA. La posición errática de Syriza tiene un efecto directo en la intención del voto de su homólogo español: A menudo se escucha que las elecciones del 24 de mayo, como las europeas de 2014, sirvieron para que la población hiciera constar su enfado con los dirigentes actuales pero que hay que ser serios y pensar bien lo que se hace en los comicios generales.

Este escenario afecta, por lo tanto, a dos protagonistas nacionales. Por un lado, el PP, que puede recoger los frutos del espejo griego, para lo que sería necesario cambiar de liderazgo para que encabece la lista alguien menos achicharrado que Mariano Rajoy. Por otro lado, Podemos, que ve cómo la campaña el miedo puede dar sus frutos precisamente entre los votantes menos politizados (y más proclives al voto por cabreo).

El PP logra así polarizar una precampaña en estas dos opciones, aunque tenga la rémora del liderazgo de Rajoy. Sin embargo, esta campaña podría tener un efecto inesperado: El PSOE tiene todas las papeletas para convertirse en el gran beneficiado de los discursos difundidos por Génova y sus medios afines, de manera que Pedro Sánchez puede presentarse como un dirigente serio, nada partidario de propuestas revolucionarias y con buenas relaciones con el establishment comunitario debido a su perfil moderado. Será muy interesante analizar los sondeos sobre intención de voto a partir de estos días.

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Politóloga y periodista en transición
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