Los sueños derivados de la crisis económica producen monstruos. Por si no fuera poco con el replanteamiento de Europa como territorio de prosperidad, gracias a la conformación de Estados de bienestar, a la difusión de sistemas democráticos y al interés por impulsar el respeto de los derechos humanos, al menos desde 1945, los efectos de la situación económica conduce también a retomar planteamientos que creíamos olvidados y que hoy vuelven con toda su fuerza.
Al cuestionamiento de buena parte de lo que se planteó como irrenunciable se suma, en los últimos meses, la constatación de una suerte de rearme del vector nacional de los Estados que forman la UE, especialmente en relación a la Eurozona, en detrimento del factor europeísta que, en teoría, debería regir la acción comunitaria. Entre las causas de este rearme figuran:
- Las reacciones a los efectos de la crisis económica, sobre todo en los países con mayores dificultades. Tras la época dorada que se vivió tras la aprobación de Tratato de Maasatricht, sobre todo en lo relativo a la Europa de los pueblos, nos encontramos con que los ciudadanos de los países rescatados (Irlanda, Portugal, Grecia, y ahora Chipre), los cuasirrescatados (España) y los que peores ratios de recesión registran se revuelven contra imposición de las recetas de austeridad como políticas que proceden de estructuras ajenas. No ayuda el hecho de que la Troika esté formada por dos instituciones que eluden la legitimidad democrática (FMI y BCE) y otra, la Comisión Europea, que aunque es refrendada por el Parlamento Europeo, presenta una elección indirecta, más vinculada al reparto de poder entre Estados que a una legitimidad directa como ejemplo de democracia representativa.
- El abandono de la unión política como objetivo a medio y largo plazo. Desde 2008, la construcción europea gira en torno a la economía, convertido en la sábana santa que justifica que se cuestionen resultados de las urnas, que se critiquen las elecciones de los ciudadanos de los distintos países o que se instalen gobiernos técnicos, tanto en su forma (Grecia o Italia ) como en el fondo (España, Grecia y Portugal, donde los gobiernos resultantes de las urnas renuncian a sus programs electorales para someterse a los dictados del Eurogrupo y/o la Troika)
- La idea de UE como comunidad se presenta fracturada en varios bloques, en función de la variable religiosa (países con mayoría protestante frente a países con una mayor herencia católica); territorial (los países del centro y este de Europa frente a los mediterráneos); y económico (países con fuerte componente industrial frente a Estados que acometieron su particular reconversión, promocionando el sector servicios y la construcción)
- La percepción de que la ciudadanía está pagando el coste de una crisis, en términos de desempleo y destrucción del Estado de bienestar, que no ha provocado. Los responsables de lo ocurrido, auspiciados por normativas aprobadas por las instituciones comunitarias (y otros organismos internacionales) no están recibiendo el castigo de sus acciones, que parecen ser obra de unicornios. En este sentido, no ayudan declaraciones como las de Joaquín Almunia, comisario de la Competencia, que apuntó que los ciudadanos también deben ayudar a rescatar a la banca. Nada dijo, por cierto, de prácticas bancarias indecentes, abusivas, que rayan el delito, por parte de entidades que reciben las mejores menciones de agencias de calificación y que forman parte del núcleo de preocupaciones del poder político de la UE, más contaminado de lo que parece de dichas prácticas.
- Además, los responsables del desaguisado están consiguiendo transmitir la idea de que los Estados deben hacer frente a la situación creada por el sistema financiero (a pesar de que, en su mayoría, son de titularidad privada) y de sus empresas. Se hace un llamamiento a la solidaridad y a la construcción de un proyecto, juntos, mezclando Estado, sociedad, empresas y sistema financiero desde una perspectiva nacional; esta concepción, por supuesto, se obvia en tiempos de bonanza, cuando no se reflexiona sobre el reparto de los beneficios (que, por otra parte, se esquilman al bien público a través de regulaciones laxas o de recortes de las recaudaciones de las partidas fiscales, autorizadas, cómo no, por la UE). Por abundar en la tesis, Almunia defendió la austeridad como política económica, ante los desmanes del pasado, y demostró, en primera persona, por qué la socialdemocracia no es hoy una alternativa económica en la UE: ante la defensa de postulados del enemigo ideológico, mejor el original.
- Tras el caos como el que se ha vivido en torno al rescate de Chipre -situación que podría haber derivado en una mayor crisis para la UE si Moscú hubiera aceptado acudir al rescate de la isla-, las instituciones europeas quedan en entredicho: las meteduras de pata del presidente del Eurogrupo, además de reacciones poco afortunadas de los principales líderes de los países que se perciben como fuertes, no hacen sino ahondar en la tesis de que hay en marcha una guerra de poder en la que los ciudadanos asisten como testigos incómodos.
- Angela Merkel no es Helmunt Köhl ni Gerhard Schröder: su liderazgo se basa en la difusión de una posición de fortaleza de su economía. Detrás de las decisiones que se van arañando, desde el punto de vista común, subyace la impresión de que se trata de concesiones que Estados como Austria, Países Bajos y Finlandia, liderados por Berlín, realizan en favor del resto de las economías. De este forma, se percibe que Alemania va sumando poder y liderazgo en cuanto a potencia regional, con intereses propios (nacionales)
- El papel de Alemania, cada vez menos como corazón de Europa y más como potencia regional, se refuerza por la debilidad de Francia, tanto en el área económica como en su papel de referente político. François Hollande confirma, con cada crisis europea, que no es el mirlo blanco que, sin fundamento, se esperaba en países como España: ni ha liderado la necesidad de incluir otra perspectiva en la UEM ni ha planteado dudas sobre la forma en la que se están acometiendo los rescates en la UE. Su papel en Mali, República Centroafricana y Siria hace pensar en que está más ocupado en volcar esfuerzos en recuperar zonas de influencia que en liderar alternativas a la UE, que se presenta como un gigante inmóvil que, al final, sólo responde al estímulo del impacto que una mala decsiión económica pudiera generar.
A menudo se cita la intención de la UE por avanzar hacia un Estado federal a la manera de EEUU, estructura a la que sólo se puede comparar si tenemos en cuenta la población total y su papel en la economía mundial. Europa muestra un abandono paulatino del pegamento de pertenencia a un proyecto común, vínculos que se crearon y potenciaron durante décadas, y que la crisis financiera y su traducción en la deuda soberana ha hecho saltar por los aires. En este sentido, cobra relevancia el avance del euroescepticismo en países que, con anterioridad, figuraban en la lista de los europeístas convencidos, como la propia Grecia y España.
En esta línea reflexionó Timothy Garton Ash en The Guardian [ The euro survives, but where are the Europeans? http://cort.as/3n7f], en un artículo que retoma la coincidencia de discursos hoy que son propios comienzos del siglo XX, con los efectos perfectamente conocidos en forma de dos guerras mundiales desarrolladas casi en exclusiva en suelo europeo. Aunque niega el riesgo de enfrentamiento armado, apunta el peligro de hacer volar el proyecto europeo por la falta de solidaridad entre Estados y de creencia en un proyecto común.
La agencia de noticias DPA distribuyó un artículo que fue difundido por medios españoles, como El Mundo y La Vanguardia, a propósito del tono de las protestas de los países del sur de Europa hacia Alemania, con la tendencia, cada vez más frecuente, a vincular decisiones que se hunden en los intereses geoestratégicos germanos con el diseño de Europa que realizó Hitler en el periodo de entreguerras [La ‘germanofobia’ extendida en el sur de Europa causa estupor en Alemania: http://cort.as/3n7u].
Más allá del caldo de cultivo que comienza a explicitarse, con mayor o menos fuerza, lo cierto es que estamos ante un punto de inflexión sobre el presente y el futuro de la UE, una construcción de pertenencia voluntaria, por el acuerdo entre las partes, que se supone que comparten un bien común.
Así, los críticos con la posición que comienza a manifestarse entre la ciudadanía de los países rescatados narran que resulta sencillo pertenecer a un proyecto como el que representó la UE en su momento en época de bonanza, y que el reto es fomentar esta misma pertenencia cuando se exigen sacrificios. Conscientemente, se deja a un lado que, al mismo tiempo que se han implantado esos sacrificios, con el efecto sobre los más débiles que vivimos cada día, se ha abandonado el relato de la construcción común, como la gestión de la crisis de Chipre ha puesto de manifiesto. Los principios de justicia, proporcionalidad y equidad no sólo se han vulnerado dentro de los Estados, sino que parece formar parte de la nueva nomenclatura de la tecnocracia europea.
Resulta significativo que un país con un tamaño menor que la provincia de Lugo y que cuenta con 1.1 millón de habitantes haya concitado tanta atención y haya provocado la manifestación de algunos de los síntomas de la construcción europea que hemos visto a lo largo de estos años, con declaraciones amenazantes en torno a su expulsión del euro (imposible según los estatutos de la UE) y sobre el papel de paraíso fiscal por parte de los mismos que autorizaron su entrada en la Eurozona.
Europa ha confirmado que, aunque el federalismo de EEUU le resulte un proyecto atractivo por su utilidad, choca con la valoración de los impulsos de los Estados-nación, mucho más activos de lo que se pudiera imaginar. Si queda alguna duda, compárese la gestión que el gobierno de EEUU realizó de la bancarrota de California en 2009 [tras registrar un déficit fiscal de 40.000 millones de dólares y el decreto de suspensión de pagos] y lo que el Eurogrupo ha demostrado en torno al rescate de Chipre.
Nacionalismo vs europeísmo en la prensa española
La crisis chipriota nos sirvió también como excusa para valorar el salto cualitativo que los principales diarios de información general españoles han protagonizado, a propósito del caso chipriota. Los medios -particularmente El País, El Mundo y La Vanguardia– informaron del contenido del plan que se negociaba entre Nicosia y la Troika, con especial mención a la quita del 20% sobre los grandes depositantes, cifra que, como hemos comprobado, se duplicó.
ABC y La Razón, dos de los medios que presentan un aalto componente de nacionalismo español, optaron por seguir con sus guerras informativas particulares, para lo que destacaron en un lugar secundario la información en torno a Chipre:
Sin embargo, el verdadero salto se dio en la prensa tras difundirse la generalidad del acuerdo, con impacto directo en la prensa teóricamente más volcada hacia Europa.
Los medios que con más atención siguieron el desarrollo de la negociación optaron por destacar el papel de Angela Merkel como protagonista indiscutible, con imágenes que, quizás, en Alemania pueden resultar efectivas para humanizar a la canciller alemana. No es el caso de España, en la lista de los países que presenta una situación más negativa, debido al impacto de las medidas contenidas en el Memorándum de etendimietno y que han servido para paralizar la actividad económica -y con ello todas las variables que de ella se desprenden- hasta, al menos, 2014.
En este sentido, se acompaña el anuncio del Eurogrupo, matizado y luego asumido por la Comisión Europea de una fotografía que proyecta la idea de que es Merkel la que está diseñando, con sus propias manos, el futuro de la UE. Destaca El Mundo, que abandona todas las sutilezas y expresa una opinión cada vez más generalizada: que el Eurogrupo actúa en función de los intereses de las economías más potentes, que presionan para beneficiarse de la crisis cíclica que impacta en la periferia del sistema euro renunciando, de este modo, a ser el motor económico de la región: