Hace menos de una semana que Mariano Rajoy anunció los cambios en el PP para afrontar el resto de la legislatura, unos cambios que han cumplido su efecto: Mariano Rajoy aprovecha cualquier oportunidad para hablar con los medios (como ocurrió el lunes por la noche tras la cumbre de jefes destado y de Gobierno) y Andrea Levy y, sobre todo, Pablo Casado, llevan desde el viernes apareciendo ininterrumpidamente en todos los programas de televisión y radio habituales para sentar el mensaje del partido. Este mensaje, hasta ahora, tiene dos dos vertientes:
- Situar al PSOE como un partido extremista, capaz de pactar con cualquier formación para evitar que el PP acceda al poder, lo que Mariano Rajoy interpretó hace una semana como una falta de respeto a la voluntad democrática. Este martes, en la sesión de control al Gobierno en el Senado, volvió a arremeter contra la incoherencia que mostró el PSOE en su política de pactos y se preguntó cómo se podía confiar en su líder: «¿Cómo se puede tomar en serio a una persona que actúa así?».
- Aprovechar cualquier polémica que huela a Podemos como motivo para atacar con dureza a la formación que, previsiblemente, liderará Pablo Iglesias en las próximas elecciones generales. Durante los últimos días, Manuela Carmena, Ada Colau o el alcalde de Cádiz, Kichi, han sigo los flancos favoritos de los dirigentes del PP y sus terminales mediáticas para ser objeto de ataque por su posición ante los desahucios, el modelo de ciudad, los nombramientos de personal de confianza e incluso por la decisión de ir en transporte público en lugar de usar el coche oficial.
El triple salto mortal de Génova, en clave de argumentario, pasa por criticar las posiciones de los distintos dirigentes de Podemos [y llevamos días con Grecia como excusa] para arremeter contra su extremismo y, de paso, vincular al PSOE en su futuro por haber apoyado gobiernos de cambio en los ayuntamientos o llegar a acuerdos de gobierno en Extremadura, Castilla-La Mancha o la Comunidad Valenciana.
Sobre esta base hay que enmarcar la polémica que se ha generado por unas declaraciones de Pablo Iglesias realizó, el pasado mes de abril, a una revista británica, en las que habló del terrorismo de ETA como parte de un conflicto político que ha causado dolor en la sociedad española y, sobre todo, en las víctimas de la banda terrorista. A continuación, añadió una reflexión sobre la política de dispersión de presos de ETA, una estrategia enmarcada en la política global contra ETA y que figura hoy como uno de los asuntos sin resolver para cerrar el conflicto [junto al desarme de ETA y la exigencia de petición de perdón a las víctimas].
Desde Podemos, se atribuye la polémica a un problema en la traducción del texto, aunque este martes Carolina Bescansa insistió en que había que abordar la cuestión de la dispersión de los presos de ETA. Esto fue lo que dijo, según la traducción de eldiario.es:
«En los últimos años, el conflicto en el País Vasco ha perdido parte de su centralidad, que era esencial para el régimen, por el alto el fuego y luego el abandono de la lucha por ETA, aunque todavía hay entre 400 y 500 presos encarcelados a cientos de millas de sus familias. Todavía es un problema político trágico. Pero a medida que la cuestión vasca iba perdiendo centralidad, la catalana se volvió cada vez más importante. Hasta la aparición de Podemos en 2014, Cataluña era el aspecto más visible y más plenamente articulado de la crisis del régimen, provocando intervenciones abiertamente contradictorias dentro del bloque gobernante, como cuando el Tribunal Constitucional anuló la reforma del Estatuto de Autonomía que Zapatero había pactado con las autoridades catalanas, lo que provocó un sentimiento de indignación en Cataluña».
No son tiempos propicios para las matizaciones, como evidencia que la maquinaria de todos los partidos estén ya más o menos preparadas para el próximo ciclo electoral. Por este motivo, era de recibo esperar que el PP usara este argumento de Iglesias, defendido incluso por Jaime Mayor Oreja cuando era ministro de Interior durante la tregua de ETA durante el Gobierno de José María Aznar, como viene siendo habitual: Aseguró que el líder de Podemos parece mostrar más preferencia por los terroristas que por las víctimas, con acusación incluida de que Iglesias asume implícitamente el argumento de la izquierda abertzale.
El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, abrió la veda con una declaración que es aun más grave si se tiene en cuenta que Iglesias explicó, poco antes, en TVE, qué quería decir cuando habló de abordar la política penitenciaria puesta en marcha cuando la banda terrorista asesinaba.
Al señor Iglesias le preocupan mucho más los verdugos que las víctimas. Todavía estoy esperando que exija a ETA claramente la disolución y que tenga una palabra compasiva y cercana a las víctimas del terrorismo. Si gobernara Podemos ya sabemos la política que llevaría, pero, mire, gobierna el PP
Otras declaraciones similares pronunciadas este martes en las filas ‘populares’:
- Rafael Hernando: «Conozco de la radicalidad del señor Iglesias, ahora intenta disfrazarse de simpático. Nos parece deplorable que alguien cuando habla de terrorismo siempre haga manifestaciones favorables sobre los asesinos, en vez de sobre las víctimas».
- Pablo Casado: «Al final Pablo Iglesias cuando sale de España se quita ese barniz, pues la cabra tira al monte, y acaba justificando lo injustificable. Se acuerda de los matarifes, en vez de las víctimas»
- Esperanza Aguirre: «Dijo que era mucho sufrimiento de los etarras. Yo la verdad no comparto ese punto de vista»
Conviene recordar que ETA no ha matado desde 2009 y que están a punto de cumplirse cuatro años de la declaración unilateral de cese de la violencia. Si vemos la salida en tromba de los cargos del PP, parece que vuelve a estar dispuesto a usar el terrorismo como arma electoral, sobre todo en un contexto en el que las asociaciones de víctimas no esconden su desconcierto ante una política que no tiene nada que ver con lo que el PP defendió cuando José Luis Rodríguez Zapatero era el presidente del Gobierno.
Según el último barómetro del CIS, ETA era motivo de preocucupación para el 0.2% de los ciudadanos, 0.8% entre los votantes del PP. Definitivamente, hay cosas que nunca cambian en los equipos que conforman las líneas estratégicas ‘populares’.