Confluir o no confluir, that’s the question

Las elecciones del pasado 24 de mayo pusieron en evidencia dos extremos: Que existe una masa de votantes que estaría dispuesto a explotar opciones políticas alternativas a las de los partidos de izquierda tradicionales (y de ahí el éxito de las plataformas ciudadanas en las municipales y el avance de Podemos en las autonómicas, aunque quedara por detrás del PSOE) y que las alternativas de unidad en torno a figuras más o menos conocidas mediáticamente resultaron un éxito.

Ada Colau en Barcelona, Manuela Carmena en Madrid, Kichi en Cádiz o los alcaldes de Santiago, A Coruña y Ferrol, vinieron a confirmar parte del discurso que esbozó Podemos ante las elecciones al PE y que ha tenido éxito entre una parte importante del electorado: No estamos ante una pugna del eje izquierda y derecha, que estaría superado por la batalla entre los de arriba y los de debajo; entre los que gobiernan para una minoría y los que sufren sus políticas; la gente normal y los políticos profesionales; la famosa casta contra el pueblo, dicotomía que poco a poco ha ido desapareciendo del foco mediático.

Las elecciones del 24 de mayo evidenciaron la desaparición de UPyD y la debilidad de una IU que, hasta hace un año, aparecían como partidos bisagra con cada vez mayor apoyo entre el electorado. Su espacio se lo comieron Ciudadanos, por un lado, y Podemos, la formación que lidera un cada vez más presidencialista Pablo Iglesias y que no esconde su vocación de llegar al Gobierno central para ejecutar políticas capaces de cambiar la vida de la gente.

Podemos, de esta manera, ha asumido desde hace meses que si quiere conquistar la Moncloa debe convertirse en el partido de referencia en la izquierda, aunque eso implique realizar un giro al centro para disputarle al PSOE el espacio del centroizquierda. Como muestra, la posición de Podemos respecto al referéndum catalán o la renuncia a exigir la reestructuración de la deuda pública. En noviembre, el futuro presidente del Gobierno dependerá de la fuerza de ambas organizaciones para conquistar ese espacio que, a priori, parece más proclive a los socialistas, como confirma la ubicación ideológica que el electorado realiza y que se puede comprobar en el último barómetro del CIS: Los ciudadanos ubican al PSOE en el 4.46 y a Podemos en el 2.29 del eje izquierda/derecha.

Las elecciones europeas confirmaron el éxito de Podemos en detrimento de IU, que poco antes se había negado a incluir a los distintos miembros de Podemos en sus listas electorales. ¿El motivo? Los dirigentes de IU percibían que la formación podría jugar un papel esencial en el futuro, aunque en ningun sondeo apareció como una alternativa real al principal partido de la izquierda en España, el PSOE, totamente marchitado entonces por el recuerdo del último periodo del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

Los comicios europeos dieron el aviso que se confirmó en las elecciones autonómicas (no tanto en las municipales, donde el resultado de IU es menos malo de lo que parecen las grandes cifras) y la rendición absoluta de buena parte de la dirección actual a Podemos en aras de una lista única para ir en las elecciones generales. En junio, se produjo el esperado encuentro entre Pablo Iglesias y Alberto Garzón, encuentro que analizamos en este blog y que dejó claros dos extremos: que el líder de Podemos tenía la sartén por el mango y que en ningún caso esperaba renunciar a la marca Podemos para acudir a las urnas.

Desde entonces, se han sucedido declaraciones más o menos gruesas del líder de Podemos hacia el partido para el que trabajó, que en los últimos días se han transformado en calificaciones de IU como «Pitufo Gruñón» o en poner de manifiesto la debilidad de IU al proponer la confluencia con formaciones políticas, movimientos sociales y, en general, todo aquel que quiera presentar una alternativa a PP y PSOE partiendo de las limitaciones que impone la ley electoral, sobre todo en las circunscripciones menos pobladas.

La tensión entre estas posiciones empezaron a aumentar la semana pasada al presentarse el Manifiesto de Ahora en Común, la alternativa asumida por IU, Equo y otras organizaciones -inlcuidos militantes de Podemos- a favor de una candidatura única en la línea de Ahora Madrid o Barcelona en Común.

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La presentación del manifiesto, que ya cuenta con la firma de más de 23.000 personas, se hizo después de que las mareas ciudadanas gallegas (nutridas con militantes de AGE y Anova), dijeran no a la propuesta de sumarse a la candidatura de Podemos, con las siglas del partido de Iglesias y sí a la idea de confluir en forma de Marea gallega para que Galicia tenga voz propia en el próximo Congreso de los diputados. Por si fuera poco, este martes, Xosé Manuel Beiras, para el que el propio Iglesias trabajó como asesor en las elecciones gallegas de 2012, pidió a Podemos e IU converger en un proyecto común.

La respuesta de Iglesias ante la presentación del manifiesto fue la esperada: Habló de chantaje por parte de IU e insistió en que Podemos está abierto para integrar a personas, no a partidos políticos (en referencia a su oferta para que Garzón estuviera en la lista con la que se presentará a las primarias para ser candidato del partido a la presidencia del Gobierno y quién sabe si como guiño a todos los que se fueron de IU y han ido llegando a sus filas].

Tras señalar directamente a IU, aseguró: «Os ponéis de acuerdo con nosotros y nos dais unas cuentas plazas de diputados o si no vamos a poner 500.000 votos encima de la mesa», con los que podrían perder hasta 30 escaños. Y por si quedara alguna duda de su posición, que han ido repitiendo estos días Pablo Echenique, Íñigo Errejón o Juan Carlos Monedero,  dijo:  «Apelamos a la responsabilidad de todo el mundo. Lo que nos jugamos es tan importante que ningún tipo de interés pequeño de ningún tipo de partido político pequeño puede frenar algo que pertenece a todos los españoles, que es la posibilidad real de acabar con el bipartidismo e instaurar un nuevo Gobierno».

A pocas meses de las elecciones generales, comienza a haber pocas dudas sobre las estrategias de cada formación, incluidas aquellas que buscan sobrevivir para evitar, quizás, que les ocurra lo que a UPyD. Así:

  • IU y Equo son las grandes formaciones que sustentan Ahora en Común. Sobra recordar que ya existía una alianza previa entre ambas formaciones, alianza que se evidencia en el trasvase de dirigentes desde una formación a otra. Equo también fue una de las marcas que estuvieron detrás de Ahora Madrid (y por ello Inés Sabanés es concejala).
  • Parece que la propuesta de Ahora en Común, que llega después de la negativa de Podemos a explorar cualquier tipo de confluencia con IU, al menos una confluencia que evite ir con sus siglas a las elecciones, es un intento de llevar a Podemos a la obligación de sentarse a negociar candidaturas: La presencia de destacadas figuras del 15M y de las mareas, así como el manifiesto presentado este lunes por el mundo de la cultura que ha orbitado entre su apoyo a IU y al PSOE de Zapatero, a favor de una lista de unidad popular, no hace sino alimentar una tensión que beneficia a IU. Quien aparece como el «Pitufo Gruñón» del momento es precisamente Iglesias, al que se le multiplican las tensiones internas por el modelo de partido que pretende construir.
  • Tras el cruce de declaraciones de los que se perciben como los líderes de ambas plataformas, resulta muy difícil pensar en un acuerdo que llegue a buen puerto y que signifique una lista unitaria o de unidad ciudadana como las que supusieron Barcelona en Común o Ahora Madrid. Para eso sería fundamental que las listas las compusieran gente más o menos anónima, algo que no ocurre tras la masiva exposición de caras de las distintas corrientes y plataformas en los medios de comunicación de masas.
  • En este proceso, la imagen de Garzón sigue siendo la del dirigente que está dispuesto a renunciar a casi todo con tal de sumarse a lo que se percibe como caballo ganador, como ponía de manifiesto este lunes al señalar que no estaba de acuerdo con el giro al centro que había acometido Podemos desde hace un año. Iglesias, por su parte, se proyecta como un líder arrogante, al que no ayuda la confianza con la que acude a las reuniones, como evidenció la fotografía del encuentro con Garzón y/o la actitud ante el no de las mareas gallegas.
  • IU ha conseguido que se centre el debate en el marco izquierda/derecha, algo que Podemos intenta evitar siempre que puede. La necesidad de posicionarse casi a diario ante los llamamientos a la unidad popular no hace sino enturbiar la propia estrategia de Podemos, ya muy tocada por el resultado de la negociación griega y la previsible pérdida de influencia de Syriza en los próximos tiempos.

Y todo esto ocurre a unos meses de las elecciones generales, por lo que queda aún tiempo suficiente para que la izquierda alternativa se inmole a sí misma, bien con exigencias de confluencia con quien ahora no desea compartir ni el mismo aire, bien con un giro al centro tan excesivo que desdibuje las señas de identidad de Podemos. Como siempre, en estos casos, conviene recordar que, ante la copia y el original, en general se suele preferir al original, por lo que puede haber dos grandes beneficiados de este viaje al centro: El PSOE, por un lado, e IU, que podría recuperar a parte de sus votantes atraídos por los cantos de sirena de una izquierda alternativa compuesta y dirigida a la «gente corriente».

Acerca de llegalaultima

Politóloga y periodista en transición
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