La crisis griega (así como la de los países rescatados desde 2010) se saldó hace una semana con una rendición de Syriza y el primer ministro heleno, Alexis Tsipras, que finalmente tuvo que aceptar un acuerdo más duro que el que consultó en referéndum al pueblo heleno.
Las consecuencias para el proyecto europeo aún no se pueden medir con cierto rigor pero sí parece que la última fase de la negociación con Atenas ha dejado huellas permanentes: Primero en torno a la ausencia de un discurso alterantivo la que exhibieron en Bruselas ls instituciones (entre ellas el BCE y el FMI, compuestos por representantes elegidos al margen de la voluntad democrática de los ciudadanos de los Estados miembros); segundo, en forma de brecha entre el norte y el sur, una brecha que ya existió en la misma fundación de la CEE y que, pese a la ilusión de los años 90 y la primera década del siglo XXI, se ha hecho más pronunciada. Incentiva esta brecha el hecho de que, excepto Irlanda, todos los países rescatados y /o con dificultades (y ahí añadimos a Italia) formen parte de los Estados del sur de Europa.
Así, la UE afronta los próximos años con una división permamente en bloques, a la espera de que los países del sur europeo decidan unirse y defender juntos los mismos intereses: Por un lado, está en corazón continental, el centro europeo (a la espera de que se reconduzca la relación entre París y Berlín); contrapuesto, encontramos el sur europeo (desde Portugal hasta Chipre, que constituyen también potencias turísticas y de retiro de los ciudadanos de los países del norte de Europa); Reino Unido, como siempre, va por libre; y luego están los países del este de Europa, tanto los que forman parte del euro (que han protagonizado escenas de dureza extrema con Atenas) como los que no (convertidos en las fábricas de producción de la industria alemana y austriaca).
A menudo corre cierta teoría de que la posición exhibida por los mandatarios europeos del centro y norte de Europa no se corresponde deltodo con la posición de sus ciudadanos, un argumento que choca con dos evidencias: la posición de los distintos parlamentos nacionales, que tienen que aprobar los rescates de otros países europeos; y los trabajos demoscópicos, que indican que los mandatarios que defienden determinadas posiciones de firmeza, hasta el punto de demandar la rendición de sus homólogos de países rescatados, como le pasó a Zapatero en 2010 o a Tsipras desde que accedió al cargo, es asumida por sus poblaciones.
El pasado martes, se dio a conocer un sondeo de Forsa para el semanario Stern que confirma esta hipótesis. Según un trabajo de campo de 1001 entrevistas realizadas el día 13, poco después de darse a conocer el acuerdo con Atenas, el 55% de los alemanes compartía la posición defendida por Angela Merkel en la última fase de las negociaciones, con un tercio de la población que hubiera preferido que su canciller hubiera sido más persistente para lograr el Grexit, es decir, la salida de Atenas de la Eurozona.
El sondeo recogía la opinión de los votantes según los partidos políticos a los que votaban, y los resultados no dejaban lugar a las dudas: El eje ideológico queda relegado a un segundo plano cuando se trata de la defensa de los intereses nacionales, es decir, la misma enseñanza que aprendió la Segunda Internacional Socialista cuando estalló la Primera Guerra Mundial, cuando comprobaron que el componente identitario nacional era más importante que el identitario socialista. Éstos son los porcentajes de apoyo según el sentido del voto:
- El 75% de Los Verdes respaldaba la postura de Merkel, +9 puntos que los votantes del partido al que pertenece la canciller.
- El 66% de los votantes de la CDU estaba detrás de su estrategia en Atenas.
- El 62% de los votantes del SPD compartía también esta posición, un porcentaje que explica por qué tanto Gabril como Schulz aparecieron como la punta de lanza de la posición de mayor firmeza contra el Gobierno de Tsipras
- Sorprendentemente, el 53% de los votantes de Die Linke también estaba a favor de la posición de fuerza exhibida por Merkel.
El sondeo recogía que el 81% de los alemanes no creía que Tsipras fuera a cumplir sus compromisos adoptados con el acuerdo alcanzado por Bruselas. Y ahora podemos seguir hablando de proyecto político, ciudadanía europea y cantos de sirena con los que nos bombardearon durante los años 90 para asegurarse la construcción de una UEM sin oposición pese a la devaluación interna que conllevaba.
CODA. Carolina Velasco nos puso sobre la pista de informaciones del Süddeustche Zeitung sobre los extraños resultados que aportaba el sondeo de Forsa. Como a nosotros, el diario alemán mostraba su extrañeza por el apoyo a la postura de Merkel durante la negociación por parte de los votantes de todos los partidos, con hitos como que el electorado de Los Verdes apoyaban de forma más clara la posición de la canciller que los votantes de su propio partido. En Twitter, el hashtag #forsafragen recogió las chanzas en torno a esta polémica, centrada, sobre todo, en la manera en la que el instituto preguntó a su electorado.
CODA 2. El viernes, el Bundestag autorizó el plan que conllevará el tercer rescate para Grecia con 439 votos a favor, 119 en contra, 40 abstenciones. Entre los que votaron en contra figuran diputados de la CDU y de Die Linke, que no está de acuerdo, señala, con las condiciones impuestas a Atenas a cambio de ese tercer rescate. Si volvemos al sondeo de Forsa, Die Linke habría votado en contra de la mitad de su electorado.