El martes supimos que tres periodistas españoles se encontraban desaparecidos desde el pasado día 12 de julio. Se trata de Antonio Pampliega, José Manuel López y Ángel Sastre y los tres, trabajadores freelance, y se les habría perdido la pista cuando se encontraban en Alepo, Siria.
El Ministerio de Asuntos Exteriores, en el momento de elaboración de este post, hablaba todavía de desaparición, a falta de confirmación de que se trata de un secuestro como el que vivieron en 2013 Javier Espinosa y Ricardo García Vilanova, retenidos durante más de medio año en Siria. No en vano, las guerras civiles que sufre el país desde 2011 han convertido Siria en un agujero negro para ejercer el periodismo -por no hablar de las cifras de muertos y desplazados, con consecuencias en los países limítrofes, como el lunes constató Turquía-.
El departamento que dirige José Manuel García Margallo ha pedido prudencia y discreción, una norma que ABC se habría saltado el martes y que el periódico negó este jueves, apelando a un comunicado del Ministerio de AAEE que, hasta donde sabemos, no existe:
El diario que dirige Bieito Rubido fue el primero en dar la noticia y, tal como se supo de forma inmediata, había roto el pacto alcanzado por los medios para mantener la discreción requerida por las familias de los periodistas desaparecidos y las autoridades. Los motivos: cuanto más se pone el foco en la noticia, la falta seguridad y el precio para lograr la liberación de los retenidos se disparan por la actuación de otros grupos interesados en aumentar el valor del rescate o en mandar mensajes en forma de asesinatos de occidentales.
Como es habitual en estos tiempos, la noticia se convirtió en asunto de portada en los medios dititales y en todos los periódicos de información general españoles, los mismos que pagan a los freelance entre 35 y 50 euros por crónicas en zonas de guerra como Siria:
Siria no existe para las redacciones de los grandes medios, que dada la peligrosidad sobre el terreno renunciaron a enviar a sus periodistas por la situación diabólica en la que derivó la primavera siria. Así, las informaciones que llegan desde el país son cubiertas, casi en su totalidad, por periodistas freelance, que reúnen en su persona la propia deriva de la profesión y el deseo del Primer Mundo por conocer lo que pasa en lugares remotos, sin plantearse siquiera el coste que supone conseguir esa información:
En España, la crisis económica (con el reflejo en la caída de ingresos por publicidad) se mezcló con la propia crisis del sector, muy perdido en relación con su presente y, sobre todo, con su futuro. Esa combinación de circunstancias se ha evidenciado en los más de 11.000 despidos contabilizados hasta 2014 y con la pauperización del trabajo, a los que sólo les quedan dos caminos:
- Convertirse en freelance, con los problemas que ello conlleva en términos de inseguridad laboral y que puede tener efectos directos en la propia calidad del trabajo (aunque resulte increíble a quien no está acostumbrado a pagar por información, llegar hasta ciertos lugares cuesta dinero: Transportes, traductores, guías y, según el caso, garantizarse cierta seguridad mediante el pago de personal o sobornos). En zonas de conflicto, el problema de agudiza aun más porque carecen de seguros o de apoyo de los grandes medios de comunicación, algo que resultó muy útil durante el secuestro de Javier Espinosa.
- Adoptar la profesión como un hobby a practicar en los ratos de ocio y/o confiar en un colchón familiar con capacidad para pagar las facturas de periodistas que, suponemos, tienen la mala costumbre de comer, pagar la luz o comprarse equipos con los que poder trabajar.
Los grandes grupos mediáticos sugieren que estamos ante un ejemplo claro de oferta y demanda, y así justifican, insistimos, pagar 50 euros (IVA incluido) por reportajes desde Irak, Siria, Myanmar o Afganistán. En esta deriva, en la que puede llegar el día en el que los profesionales tengan que pagar por lograr visibilidad, los grandes grupos cuentan con la aquiescencia de las asociaciones de prensa, esas que levantaron el grito en el cielo por la puesta en marcha de la web del Ayuntamiento de Madrid Versión Original. El propio Pampliega lo denunció públicamente, con la respuesta de la FAPE que muestra por qué la mayoría de los periodistas, sobre todo los más jóvenes, renunció a asociarse:
Mención aparte merece la propia sociedad, que, absorta en la inmediatez, en la espectacularidad y en la difusión de territorios comunes, parece incapaz de valorar la diferencia de piezas escritas desde las redacciones en España de la información conseguida sobre el terreno.
CODA. En este punto, recomendamos visionar las reflexiones que Pampliega hizo, no hace tanto, sobre el coste que supone ejercer el periodismo de guerra. Sin romanticismos: