Un fantasma recorre Europa…

… Y esta vez no tiene nada que ver con lo que en su momento escribieron Karl Marx y Friedich Engels en el Manifiesto comunista sino cómo nuestras sociedades están respondiendo a desafíos como la construcción europea y el papel de Europa en el mundo ante crisis como la que estas semanas protagonizan refugiados sirios, iraquíes, afganos, libios y paquistaníes en la frontera sureste del continente.

En 2012, escribíamos en este blog sobre los peligros de la ultraderecha sociológica y política. A grandes rasgos, señalábamos que el gran problema que planteaban este tipo de partidos es que, a pesar de ser minoritarios, obligaban al resto de formaciones a orbitar hacia sus postulados en asuntos sensibles como la inmigración o la seguridad, sobre todo en periodos de fuerte conflictividad social y desigualdad. Su programa de máximos, apuntábamos, no constituían un peligro en sí mismos por su escasa capacidad de penetración y de gobierno real, pero sí eran una amenaza enorme por el efecto contagio en las fuerzas del régimen.

Hace unos días, la fotografía de un niño sirio sirio de tres años ahogado en las costas turcas cuando trataba de llegar a Grecia sirvió para activar las conciencias dormidas en torno al flujo de refugiados que, procedentes de países en los que Occidente ha tenido una intervención más o menos directas, llamaban a las puertas de Europa una vez cerradas rutas como las de Libia o Turquía.

Como suele ser habitual, primero fue la sociedad civil y luego los distintos gobiernos que, en el momento de elaboración de este post, aún debaten la cuota de refugiados admisible con polémicas como la necesidad de que no sean musulmanes (algo que ya verbalizó el primer ministro húngaro y que respaldó el Ejecutivo de Chipre) o con reflexiones como las que este lunes protagonizó el Gobierno español en torno a la necesidad de buscar una solución militar a las guerras sirias -argumento que se verbalizó mientras se ponían sobre la mesa contratos bilaterales con Irán, una vez confirmado el fin de las sanciones-.

Ante la desvergüenza y el cinismo de buena parte de la clase política europea, merece la pena centrarse en el trabajo de los medios de comunicación, con dos ejemplos  que se han producido en apenas unas horas y que obligan, de nuevo, a plantearnos el papel del periodismo en estos momentos:

  • Uno tiene como protagonista a El País, el medio de comunicación de referencia durante la Transición y en los años 80 y 90, en buena medida por ser el altavoz del progresismo español que representaba el PSOE. No decimos nada nuevo si hablamos de su deriva derechista o de la coincidencia de un tratamiento suave al Gobierno de Rajoy al tiempo que se publicaba sobre la responsabilidad de la vicepresidenta en el alivio de la deuda de la cabecera de Prisa.

El País

Sin embargo, este martes volvió a protagonizar su propia infamia al publicar una portada en la que vinculaba abiertamente la crisis de refugiados con la solución (militar) de la guerra siria, haciendo suyas las palabras del titular de AAEE español, José Manuel García-Margallo, en torno a la necesidad de buscar una suerte de alianza con Al Assad tras cuatro años de guerra y de haber apoyado, por cierto, a la facción rebelde.

  • El otro ejemplo lo aporta una cámara húngara. László Petra, de la cadena N1, trabajaba en Roeszke, en la frontera entre Serbia y Hungría, el principal punto de tránsito de los refugiados que tratan de llegar a Europa (y foco de atención de los medios en todo el mundo). De ahí que haya resultado sumamente sencillo que un medio la grabara cuando ella misma trabajaba para su medio, con imágenes que dejan muy poco lugar a la duda: En un vídeo se ve cómo pone la zancadilla a un hombre que lleva a un niño en brazos.

Poco después, y ante la defensa de sus compañeros, que aseguraban que sólo se tropezó, se difundió otro vídeo en el que se ve cómo Petra da una patada a una niña que trataba de atravesar el muro formado por policías que trataban de evitar que refugiados se colaran. N1 anunció poco después la rescisión de su contrato por su comportamiento.

Hungría tiene el honor de tener un primer minstro, Viktor Orban, que defiende posiciones abiertamente xenófobas y fascistoides. Su partido consiguió el 44.55% de los votos en las elecciones legislativas celebradas hace un año, comicios en los que el partido de  ultraderecha Movimiento por una Hungría Mejor (el Jobbik) se hizo con el 20.54% de los votos, -5 puntos del principal partido de la oposición a Orban, el socialista Unidad.

Acerca de llegalaultima

Politóloga y periodista en transición
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