A menudo, en este blog, hemos hablado de las consecuencias de la crisis económica en el entramado político e institucional de los países afectados, con mención especial a Grecia o España. En este periodo, nos hemos referido a Portugal como el país en el que, a pesar de la situación de empobrecimiento que ha conllevado la petición del rescate como país en 2011, el sistema aguantó. En las elecciones legislativas del 4 de octubre, los portugueses volvieron a confiar en la candidatura conservadora frente a la alternativa de los socialistas.
La misma noche, Antonio Costa, el líder del PS, confirmó que su intención no pasaba por intentar una mayoría alternativa con los otros partidos ubicados en la izquierda (el BCE y los comunistas), una posición que ha ido cambiando a lo largo de los días y que ha puesto en entredicho la cultura política del país: Hace unos días, Costa presentó un acuerdo formal del PS (86 diputados), el Bloco de Esquerda (19) y el CDU (17), por lo que los tres sumarían 122 diputados de los 230 que componen la cámara portuguesa.
A pesar de este acuerdo, este jueves Aníbal Cavaco Silva optó por encargar la formación del gobierno a Pedro Passos Coelho, el cabeza de lista de la candidatura formada por el PSD y el CDS/PP, que tiene 107 diputados, y justificó su decisión de la única manera posible.: Los conservadores ganaron las elecciones y sería retorcer la voluntad popular encargar la formación del Gobierno a la sopa de siglas conformada por los partidos de izquierda. En un mensaje televisado a la nación, explicó: «La responsabilidad del presidente es la de nombrar primer ministro teniendo en cuenta los resultados electorales y después de reunirse con el resto de partidos».
El presidente del país, cargo que se renovará en las elecciones presidenciales que se celebrarán el próximo mes de enero, defendió su decisión con el fin ofrecer una imagen de estabilidad frente al exterior, una imagen que, a su juicio, quedaría invalidada si se optara por un gobierno de coalición entre fuerzas políticas que se han caracterizado, en las últimas cuatro décadas, por diferencias ideológicas irreconciliables: «El gobierno formado por la coalición conservadora quizá no asegura totalmente la estabilidad política del país, pero serían mucho más graves las consecuencias económicas y sociales de una alternativa claramente inconsistente sugerida por otras fuerzas políticas».
Y de paso, arremetió contra los socialistas por haberse negado a apoyar el gobierno de Passos Coelho, una oferta que incluía, incluso, que entrara a formar parte del Gobierno: «Es aún más incomprensible que las fuerzas partidarias europeístas no hayan llegado a un entendimiento cuando en el pasado reciente votaron de forma conjunta en el Parlamento la aprobación del Tratado de Lisboa, el Tratado Presupuestario y el mecanismo europeo de estabilidad».
Por si no quedara claro su papel institucional, recordó la línea roja imaginaria que debería separar a las fuerzas del régimen del resto de alternativas: «En 40 años de democracia nunca los gobiernos de Portugal dependieron del apoyo de fuerzas políticas antieuropeístas, de fuerzas políticas que en los programas electorales defienden la revocación del Tratado de Lisboa, del Tratado Presupuestario de la Unión Bancaria y del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, así como el desmantelamiento de la Unión Monetaria y la salida de Portugal del euro, además de la disolución de la OTAN, de la que Portugal es miembro fundador. Fuera de la Unión Europea y del Euro el futuro de Portugal sería catastrófico».
En la ronda de negociaciones, el PS había exigido rebajar el IVA de la restauración del 23% al 11%, acabar con el recorte de salarios a funcionarios y de pensiones en dos años y el recorte de pensiones y acabar con la sobretasa del 3,5% en el impuesto de la renta. Passos Coelho se negó a todas estas propuestas bajo dos premisas: Aprobar estas medidas conllevaría el repunte del déficit y no se podía aceptar que el PS marcara la agenda del próximo gobierno.
Cávaco Silva elige respetar la tradición parlamentaria
Portugal vive, estos días, una situación que bien podría ocurrir en España a partir del 20 de diciembre si las urnas confirman los resultados de los sondeos sobre intención de voto: Por primera vez desde la restauración democrática, podríamos tener un partido ganador en las urnas con una mayoría insuficiente para poder formar gobierno, por lo que una mayoría alternativa de partidos «perdedores» estarían en condiciones de formar gobierno.
Passos Coelho tiene 10 días para presentar su programa de gobierno en el Parlamento, el trámite habitual de los sistemas parlamentarios. Ese programa debe contar con el voto de la mayoría en un hemiciclo que, como hemos visto, cuenta con una mayoría sólida para tumbar a los conservadores. De ahí que sorprenda la decisión de Cavaco Silva, que ha preferido mantener la tradición que ha regido en el país durante los últimos 40 años y encargar la formación del Gobierno al partido que obtuvo más votos en las urnas.
En este contexto, conviene tener en cuenta varias variables:
- La oposición puede tumbar el programa de gobierno que presente Passos Coelho. Si lo hiciera, el Gobierno quedaría disuelto y se devolvería el expediente al presidente del país, que podría encargar la formación de otro gobierno pero no decretar la celebración de nuevas elecciones legislativas.
- Portugal celebra elecciones presidenciales el próximo mes de enero y, a juzgar por los resultados de las legislativas, puede haber sorpresas. Así, y aunque la mayoría del Parlamento haya girado a la izquierda (pese a la victoria de los conservadores), el PSD podría estar intentando trasladar una imagen de respeto institucional de cara a esa cita electoral. Tienen tres meses para poder transmitir la idea de que la Jefatura del Estado debería estar al margen de las negociaciones partidarias, algo que sonaría más creíble si el futuro primer ministro no perteneciera al mismo partido que el propio Cávaco Silva.
- El país no podría ser convocado a las urnas hasta, al menos, el mes de marzo. Esa decisión la tomaría Cávaco Silva si es reelegido presidente del país o por su sucesor.
- Silva justificó su decisión en un postulado: Con la situación económica que vive el país, dar una imagen de inestabilidad política podría ahuyentar a los acreedores e inversores internacionales. Todos saben que la decisión que ha adoptado también conlleva su dosis de inestabilidad: Aun en el caso hipotético de que el programa de gobierno de Passos Coelho obtuviera el respaldo parlamentario, su situación sería de suma inestabilidad: El CDU ya ha avisado de que promoverá una moción de censura a la menor ocasión, por lo que podríamos estar ante un gobierno muy breve.
- A nadie se le escapa, por lo tanto, que hay otras variables que no se están teniendo en cuenta, como la propia unidad del PS. Si los socialistas estuvieran a una en torno a Costa, ni siquiera estaríamos debatiendo estas opciones. Sin embargo, no es así. El diputado socialista Álvaro Almeida, del ala crítica y uno de los llamados a disputar el liderazgo al actual secretario general, alertó la falta de consenso en el partido ante las negociaciones: «Se puede producir un cisma en el grupo parlamentario socialista si Costa llega a un acuerdo con el Bloco y el PCP. Hay unos 15 o 16 diputados seguristas que no lo apoyarán».
Sea como fuere, las urnas y las negociaciones de los partidos a partir de esos resultados abocan al país a una situación de cierta inestabilidad que podría concluir, repetimos, con la celebración de nuevas elecciones legislativas el próximo mes de marzo. De esta manera, y como viene siendo habitual, el país vecino supone un magnífico espejo en el que puede mirarse la ciudadanía española y sus políticos, porque podemos anticipar, con varios meses de antelación, lo que sucederá aquí si las urnas se pronuncian en el mismo sentido que los sondeos sobre intención de voto.
CODA. Ya tenemos el primer sondeo sobre intención de voto tras las elecciones legislativas. Según Intercampus, la coalición que lidera Passos Coelho habría mejorado sus resultados respecto a los comicios: Hoy obtendría el 41.3% de los votos, +3.05 puntos respecto al 38.25% obtenido por Portugal a Frente y el PSD. Los socialistas casi igularían el resultado obtenido el 4 de octubre (32.7% frente al 32.31% logrado entonces), con el BE en ascenso (11%, casi un punto más que el 10.19% conseguido en las urnas). El CDU, por su parte, pierde casi medio punto de apoyo: Pasaría del 8.25% de representación a un 7.7%.
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