Sobre la ausencia de Rajoy de los debates electorales

Este lunes, los espectadores podrán seguir el debate a cuatro que celebrarán las televisiones de A tres media, una cita a la que acudirán Pedro Sánchez, Albert Rivera, Pablo Iglesias y Soraya Sáenz de Santamaría. La presencia de la vicepresidenta del Gobireno, en sustitución de Mariano Rajoy, no ha evitado que tanto La Sexta como Antena 3 lleven días anunciando su producto como el debate decisivo (no sabemos si de esta campaña o de la Historia de la Humanidad).

Se trata del tercer debate en el que se verán las caras algunos de los candidatos con más opciones electorales, tras el celebrado en la Universidad Carlos III -con ausencia de Pedro Sánchez, al que le puede pasar factura esa decisión con un target electoral muy concreto: los jóvenes- y el organizado por el diario El País -con ausencia de Mariano Rajoy, que no fue sustituido por Santamaría por la propia decisión del periódico de Prisa-.

Hasta el momento, hemos visto que estos eventos están deparando sorpresas relativas: En ambos, Albert Rivera estuvo más flojo de lo esperado, con dificultades para defenderse de los ataques que lo equiparan a una suerte del PP dulcificado; esta imagen la suplió con creces Pablo Iglesias, que ha decidido apartar el tono de Pitufo Gruñón al que nos tenía acostumbrados y se ha lanzado, incluso, a bromear y a aparecer como un hombre dialogante y de consenso. Durante el debate de El País volvió a acertar sobre el diagnóstico del país e hizo gala de una de las estrategias que ha puesto en marcha Podemos en las últimas semanas: Activar el marco construido en torno a la casta y a los privilegios sin necesidad de mencionar esa palabra.

En el debate organizado por El País, Sánchez salió mejor parado de lo que hacía presagiar su propia persona, aunque se pusieron de manifiesto las dificultades que tiene el PSOE para hacer campaña: Recibió los ataques de C’s y Podemos, fue equiparado con el PP (juego en el que entró Sánchez al insistir en la ausencia de Rajoy del debate), exhibió los logros del país obtenidos bajo los mandatos del PSOE (socialdemocracia pura) y, aunque ofreció la imagen de presidenciable, certificó las dudas de que tenga un proyecto futuro de país (presa que no soltaron ni Iglesias ni Rivera).

El debate de El País puso en evidencia la utilidad de una de las decisiones más arriesgadas de la estrategia electoral del PP: La ausencia de Mariano Rajoy de todos los debates excepto el cara a cara que celebrará, el próximo 14 de diciembre, con Pedro Sánchez. En un país en el que la celebración de los debates electorales no está regulado por ley, los ‘populares’ han decidido jugarse todo a dos cartas: una campaña electoral muy centrada en la calle y apariciones de Rajoy en programas de entretenimiento (a excepción de las entrevistas en los informativos de las grandes cadenas o la entrevista, el pasado sábado, en La Sexta Noche).

¿Es acertada o no esta estrategia? El 20 de diciembre conoceremos la respuesta pero estamos a punto de concluir una legislatura durísima, en la que Mariano Rajoy confirmó un liderazgo ausente (al menos durante los tres primeros años) con motivo de la gestión de la crisis económica; en esta campaña se admite, de forma secundaria, que la principal debilidad es su propia personalidad. El presidente del Gobierno tiene fama de ser un gran tímido y no es una persona que caiga bien de primeras; lo certifican los periodistas y la mayoría de quienes han tenido contacto con él, que aseguran que mejora mucho en las distancias cortas.

Rajoy afronta las elecciones con un doble reto: Revalidar su liderazgo al frente del Gobierno (y de paso, frente al partido) e intentar salvar los muebles ante un castigo en las urnas que puede ser monumental. Y sabe que las entrevistas indiscriminadas o los debates sólo pueden jugar en su contra por varias razones: Por su larguísima trayectoria política, porque es el único candidato que lleva una mochila muy pesada a su espalda, porque ha sido incapaz de dar una respuesta firme a una corrupción que huele a financiación ilegal y porque será el único cabeza de lista que pertenece a otra generación. Tal y como se vio en el debate de El País, en el que no dejaron de lanzarse mensajes al ausente, como parte del pasado, los intervinientes lo tendrían muy fácil para arrinconar a Rajoy.

Rajoy debe hacer frente y neutralizar el mensaje de que él es parte del pasado, de un partido que, junto con el PSOE, han protagonizado una suerte de turnismo político que ha causado los grandes problemas del país debido a una partitocracia en aumento. En un país en el que gustan tanto los políticos jóvenes, Rajoy se presenta como una rara avis, sobre todo frente a un Albert Rivera que puede resultar atrayente a una parte del electorado ‘popular’.

CODA 1. El miércoles, el presidente del Gobierno visitó la casa de Bertín Osborne en TVE. Igual que ocurrió con Pedro Sánchez, Mariano Rajoy protagonizó una entrevista personal y humana, que pasó por encima de asuntos espinosos como sus relaciones con José María Aznar o la corrupción [asunto que ocupó una pregunta y una respuesta de un minuto por parte de Rajoy]. El resto del tiempo sirvió para ver a un Rajoy muy cercano, campechano, simpático, que mencionó a su familia en incontables ocasiones y que confesó que en 2003 se esperaba que Aznar le eligiera como sucesor.

El presidente del Gobierno definió como «espantosa» la etapa en la que España estuvo a punto del rescate total y admitió que seguramente no se habían explicado bien los recortes puestos en marcha por su Gobierno desde que ocupó La Moncloa. Tuvo buenas palabras para Felipe González y, sobre todo, para José Luis Rodríguez Zapatero, a pesar de los insultos que le dirigía a diario durante las dos legislaturas en las que gobernó el PSOE.

Rajoy se vendió como lo que es: Un señor de derechas, sesentón, que fue el registrador de la propiedad más joven del país, que entró en política muy temprano y que se ha recorrido España desde entonces desde los distintos cargos que ocupó. Un hombre que no tiene ni idea (ni interés) por la cocina pero que sí tiene la deferencia de aparecer con comida y bebida cuando se le invita a tomar algo en casa ajena.

El programa fue seguido por 4.3 millones de espectadores, un 23% de audiencia. Fue infinitamente más ameno que el que protagonizó el candidato del PSOE, a lo que ayudó también la actitud de Bertín Osborne, que parecía mucho más cómodo y con capacidad de extraer más información del candidato Rajoy, que no perdió en ningún momento el aura de presidente del Gobierno.

El hashtag del programa fue #BertinyRajoy frente al #BertinyPedro de la semana pasada, y sin duda Rajoy se mostró más cercano y natural que su rival en un formato, el de las distancias cortas, que el cabeza de lista del PP maneja a su antojo, como reconoció el propio Sánchez en la ronda de preguntas ante la mesa del ping pong.

CODA 2.  El español, el diario que dirige Pedro J. Ramírez, realiza, desde hace semanas, un estudio de los cabezas de lista de los principales partidos con más opciones el próximo 20 de diciembre siguiendo el patrón DAFO. Interesante.

Acerca de llegalaultima

Politóloga y periodista en transición
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