20D: Sacudida electoral

Este domingo se desvelará la incógnita de si afrontamos o no un cambio profundo en el sistema político que nació en las elecciones de 1977. Desde ese punto de vista, estamos ante unas elecciones que sólo encuentran traslación a aquella cita electoral, la primera en la que los distintos partidos políticos midieron en las urnas su fuerza y, sobre todo, el papel que les tocaría jugar en la construcción del país. Por primera vez desde entonces, estamos ante unos comicios con un significado parecido, que rediseñarán una distribución de papeles entre los partidos tradicionales y los recién llegados.

Nos hemos pasado buena parte de la legislatura aventurando un cambio político sísmico una vez descontado el desgaste sufrido por el PP y la incapacidad del PSOE para convertirse en alternativa real. Un hecho que no se había producido desde la restauración democrática y que se asemeja, como proceso, a lo que se ha vivido en países como Grecia, Portugal o, en cierta medida, Italia.

En España, junto la cristalización en organización política del malestar que nació en las plazas el 15 de mayo de 2011, y que evidenció que había una masa importante de votantes hartos con el statu quo, se sumó este año la oferta que representa C’s, una propuesta que creció como alternativa política en Cataluña y que ha supuesto la primera amenaza seria para el predominio de la derecha sociológica por parte del PP. Desde la refundación de AP, que permitió aglutinar a todo el electorado ubicado entre el centro y la extrema derecha, los ‘populares’ asumen una amenaza real, que ya se plasmó en las elecciones de mayo y en las catalanas.

Las encuestas sobre intención de voto llevan al menos dos años descontando el cambio profundo que se avecina, con el principal partido situado en porcentajes inferiores al 30% y menos de 130 diputados. Los últimos sondeos sobre intención de voto recogen que sólo el PP podría superar la cifra psicológica de los 100 diputados, cifras que trasladan al PP a los niveles obtenidos por AP entre 1982 y 1989 y que llevan al PSOE a explorar un territorio absolutamente desconocido:

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Este sábado, desde Andorra llegaban noticias a propósito de un cambio de posiciones respecto a los partidos: Podemos habría sobrepasado al PSOE, convirtiéndose en la segunda fuerza con el 21.5% de los votos (80-84 diputados) frente al 20.1% del PSOE (76-80), sólo por detrás del PP (26.6% y entre 112-116 escaños). Con todas las prevenciones posibles debido a su muestra (300 encuestas), C’s quedaría en cuarto lugar (15.3% y 45-49 diputados) con IU obteniendo entre 1 y 3 diputados.

Estamos pues ante un hecho inédito en toda la serie histórica nacida en la restauración democrática, que confirmó una suerte de bipartidismo imperfecto basado en una prerrogativa: El desgaste del partido en el Gobierno se traducía automáticamente en un aumento en las expectativas de voto del principal partido de la oposición, bien por mayoría absoluta, bien por mayoría simple. El propio juego parlamentario hizo que estos partidos estuvieran apoyados por los nacionalismos periféricos, circunstancia que también ha volado por los aires durante esta legislatura. Las muletas de los grandes partidos esta vez ya no son PNV, CiU o CC, formaciones que, a priori, no están llamadas a jugar un papel destacado en la constitución del próximo Gobierno.

Esta suerte de turnismo convirtió a PP y PSOE en las piezas centrales del sistema de partidos en España, una circunstancia que ha permitido normalizar la vida política tras un pasado histórico de inestabilidad permanente y que el país avanzara a un ritmo equiparable a sus vecinos. Pero también propició una crisis de representación, la más grave que vivimos desde la Transición democrática, y que muchas manos señalaran a estos partidos como los responsables del desaguisado que estalló con la excusa de la crisis económica en 2008. Las decisiones adoptadas por los respectivos gobiernos de PSOE y PP desde entonces y sus problemas con la corrupción no hicieron sino cimentar un descrédito del que no se han recuperado.

Las elecciones generales de este domingo supondrán la confirmación del agotamiento del régimen político que nació en la Transición, algo que ya casi nadie niega. Entre los retos del futuro figura la capacidad para construir un nuevo pacto político que habrá de pasar por una reforma de la Constitución capaz de hacer frente a los nuevos retos que se plantean:

  • Ahí tenemos el desafío soberanista catalán (que encierra, sobre todo, el malestar de amplias zonas del país con el modelo de Estado), convenientemente silenciado desde hace meses. Hace unos días, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, admitió en público que tras el 20D habrá que hablar para resolver un conflicto que lleva enquistado desde hace demasiado tiempo. Veremos el alcance de esa conversación.
  • Habrá que abordar la crisis de representación política que se percibió en casos como el que protagonizó el PSOE en mayo de 2010 (con un incumpliento de su programa electoral e incluso de su trayectoria ideológica) o la política de recortes acometida por el PP nada más llegar a la Moncloa con el argumento absurdo de que desconocía el estado de las cuentas (sobre todo porque gobernaba en AAPP como la Comunidad Valenciana, en quiebra técnica desde 2011). Estas dos decisiones son las que más claramente lastran las expectativas electorales de estos dos partidos, una circunstancia que podría agravarse en la próxima legislatura.
  • Una reflexión sobre el control de todas las instituciones del país por parte de los partidos políticos que han protagonizado la vida política desde la Transición y el descontrol a la hora de rendir cuentas. Somos rehenes de nuestra historia y de la decisión de dar fortaleza a las organizaciones partidistas con el fin de evitar repetir la Historia. La cara b de esta decisión la vemos a diario con las presiones sobre el Poder Judicial y en los organismos reguladores.
  • La corrupción como forma de financiar partidos ilegalmente o enriquecimiento personal de los que entraron en la política para forrarse. En un contexto de crisis económica, de empobrecimiento generalizado, precariedad laboral, recortes de derechos y del Estado de bienestar.
  • Los comportamientos poco éticos, aunque legales, de quienes entienden o han entendido la política como un paso previo para conseguir influencia y un puesto bien remunerado. En algún momento habrá que hablar de las famosas ‘puertas giratorias’, sobre todo ante la evidencia de que a nadie se le obliga a entrar en la política activa.
  • Una manera de entender la política que ha pecado de ocultismo y compadreo entre los poderes del Estado, con la connivencia necesaria de los medios de comunicación públicos y privados. La crisis de confianza entre el espectador medio y la profesión periodística es un hecho, como lo es que los medios han sustituido el trabajo bien hecho por una atención desmedida por lo que los políticos realizan en su día a día.

Éstos son sólo algunos de los asuntos que han ocupado la anterior legislatura y que habrá que repensar en el próximo ciclo político. Dejamos a un lado asuntos de vital importancia como el papel que España quiere jugar en la UE y en el mundo, la renuncia a la soberanía que ha supuesto la gestión monetaria de la crisis económica, la gestión del final de ETA o la renuncia a defender derechos y libertades, en plena ola de conservadurismo político.

PP: El puñetazo presidenciable

El PP ha protagonizado una campaña errática que ha intentar remarcar la seriedad del equipo de Mariano Rajoy en un único asunto: La economía. Génova volvía así al argumento que ha presidido la acción de gobierno durante toda la legislatura: Una buena gestión económica permitirá recuperar el favor del votante crítico con las mentiras defendidas por Rajoy durante la campaña de 2011 y que saltaron por los aires nada más llegar a la Moncloa. Las decisiones impopulares constituyeron la avanzadilla de un descrédito que estalló en 2013 con el caso Bárcenas y la sospecha de financiación ilegal del partido y enriquecimiento personal de su cúpula desde los tiempos de José María Aznar.

La falta de empatía del PP y del Gobierno, así como el intento de eludir cualquier control ciudadano a través de los medios, ayudaron al descrédito de una opción política que podría sufrir un batacazo incluso mayor al que vivió el PSOE entre 2008 y 2011. Las señales de alarma ya saltaron en las europeas, se agudizaron en las andaluzas y se confirmaron en las elecciones locales y autonómicas de mayo. Los sondeos sobre intención de voto insisten en esta tesis y, sobre todo, ayudan a poner el foco en los feudos tradicionales del voto conservador: Galicia, Castilla y León y La Rioja. Mientras la atención se centra en CCAA como Madrid o la Comunidad Valenciana, la sangría de votos se traslada a feudos intocables (ahí están los 30 puntos que podría perder en Murcia, por ejemplo).

La campaña electoral ha puesto en evidencia que Rajoy, tal y como hemos señalado en este blog en muchos momentos, es un lastre desde varios puntos de vista: Por un lado, por una manera de ser que proyecta cierta desconexión con la realidad (algo que consiguió revertir en la entrevista que mantuvo con Bertín Osborne); por otro, por la propia competencia con sus adversarios en un país que maltrata especialmente a los políticos más veteranos; por último, por su incapacidad para ofrecer algún tipo de liderazgo ante los problemas internos de su partido (por la corrupción), Cataluña o para ponerse al frente de un país que no diera vergüenza ajena.

Rajoy ha proyectado durante la campaña una imagen de cansancio y hartazgo, un derrotismo que se notó en el cara a cara que mantuvo con Pedro Sánchez pero también en entrevistas como la que celebró en la Cadena SER. Sin embargo, las cosas pudieron cambiar el miércoles tras la agresión que sufrió en un paseo electoral por Pontevedra. Rajoy reaccionó de forma pausada, apareció después en un mitin de A Coruña, sin gafas aunque sin mencionar lo ocurrido y, sobre todo, pidió que no se usara políticamente asunto (algo que sí hicieron miembros de su partido). Dio un ejemplo de liderazgo del que deberían tomar nota algunos medios de comunicación que hicieron de este asunto una razón de guerra contra Podemos.

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La agresión, cometida por el hijo de una prima de la esposa del presidente, rompió el ritmo de una campaña que estaba pasando factura, sobre todo, a PP, C’s y, en menor medida, el PSOE. Con este viento a favor, el jueves, Jorge Moragas, en off the record con los periodistas de la caravana electoral del PP, abrió la posibilidad de que su partido al final terminara pactando con el PSOE el próximo gobierno central con dos condiciones: Los socialistas deberían refundarse y Pedro Sánchez no podría estar al frente.

El hombre fuerte de Rajoy justificó esta decisión en la carambola de pactos que arrojarían unos resultados como aventuran los trackings electorales de los partidos, que estarían registrando un aumento en la intención de voto a Podemos, que estaría casi empatado con el PSOE, algo que el presidente del Gobierno le trasladó a Angela Merkel y a Donald Tusk este mismo viernes. Este mensaje fue respondido la misma noche del jueves por Susana Díaz desde su cuenta de Twitter pero no por Sánchez.

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PSOE: Sánchez intenta evitar el desastre

Cuando se marchó, Alfredo Pérez Rubalcaba aseguró que al PSOE le costaría 12 años volver a convertirse en alternativa de Gobierno. Los hechos parecen darle la razón. Pedro Sánchez, por méritos propios, puede conseguir que los socialistas repten más por el que se pensaba que era su suelo electoral, con amenaza seria de convertirse en tercera o cuarta fuerza parlamentaria. De ello dependerá la fuerza orgánica del partido al margen de la Ejecutiva y el voto recuerdo en una base electoral que podría al final acudir a votar con la nariz tapada.

Sánchez tampoco ha protagonizado una buena campaña, que comenzó muy mal y que ha ido remontando poco a poco, sobre todo tras el cara a cara con Rajoy (del que salió mejor parado de lo que se esperaba, en buena medida por la actitud del presidente del Gobierno). Aunque en el primer debate a tres que celebró El País obtuvo un resultado mejor de lo esperado, el secretario general evidenció que el juego se reparte en estos momentos entre cuatro formaciones políticas.

El hecho de que Podemos y C’s hayan ocupado zonas que naturalmente pertenecían a socialistas antes de 2011 no ayuda al diseño de una estrategia que se ha centrado demasiado en un Sánchez que carece de rasgos naturales de liderazgo: No es un buen orador, tiene una imagen de buen chico pero que no invita a votarle y sus apariciones recordando que era un ligón en su juventud o que a las mujeres les encanta su físico no hacen sino remarcar una vena frívola.

En general, es un líder que produce indiferencia, algo que se volvió a plasmar este sábado, cuando las cabeceras de los diarios editados de Madrid dedicaron sus portadas al PP, al posible pacto entre PP y C’S o a Podemos (particularmente doloroso si tenemos en cuenta que fue El País el que prescindió del PSOE en la portada de la jornada de reflexión):

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No ayuda tampoco a su proyección la evidencia de que ha planteado una campaña mucho más solitaria de lo que parece. Y eso tiene una lectura que se desvelará este domingo en función de la pérdida de votos que finalmente arrojen las urnas: Si se queda por debajo de 100 diputados, es posible que no pueda salvar los muebles ni aun intentando convencer a los suyos de que hay opciones de gobierno en forma de pacto (bien con el PP, bien con las fuerzas emergentes); si baja de 90 diputados, podemos dar su salida como garantizada; si no logra la segunda plaza, igual.

La mala campaña del PSOE constrata con el avance que los sondeos reflejan respecto a Podemos, que se podría estar nutriendo de una parte importantísima del voto indeciso y de ciudadanos que nunca antes habían acudido a las urnas (bien por su edad, bien por su desconexión política). Y, en los últimos días, esta posibilidad comenzó a preocupar a los dos partidos que siempre se han beneficiado del voto indeciso de última hora: PP y PSOE. En el caso de los socialistas, Juventudes evidenció una preocupación clara (y, por lo tanto, una debilidad) al poner en circulación un vídeo contra Pablo Iglesias:

Podemos: #Remontada 

Lo señalamos hace unos días: La formación morada ha sido la que más rédito está obteniendo de la campaña electoral, en buena medida por la falta de errores evidentes [aunque sí ha sido un error que Ramón Espinar, senador y diputado de la Asamblea de Madrid, se descolgara el miércoles desde su cuenta de Twitter reclamando el voto útil para Podemos y sugiriendo la retirada de Unidad Popular por el bien común].

Podemos ha convertido un eslogan oficioso, Remontada, en el argumento de la campaña, en un estado de ánimo, como bien decía hace poco Fran Delgado. Estamos viendo el paso de un efecto underdog (la simpatía por una causa que se percibe como perdida) a un efecto bandwagon o de arrastre de manual: Una parte importante de la ciudadanía, quizás muchos que no tenían claro a quién votar, llevan dos semanas alentando la idea de que la formación morada puede terminar dando la sorpresa, con las simpatías que la adscripción a causas ganadoras genera.

Esta campaña ha confirmado el giro de Podemos al centro, un viaje que comenzó hace un año y que se ha agudizado durante este larguísimo ciclo electoral, con correcciones en relación a algunas de sus medidas estrella (como la renta básica universal o el impago de la deuda ilegítima) e incluso en la relación a los dirigentes de la formación con el resto de contendientes políticos. La casta ha dejado de ser una palabra para convertirse en un marco y, tras el bajón vivido por el resultado de las elecciones catalanas, las opciones de Podemos no han hecho sino crecer.

Ha ayudado, sin duda, el estado de gracia en el que parece vivir Pablo Iglesias, que ha recuperado el tono de sus primeros tiempos con nuevas dosis de educación respeto a sus contrincantes. La crítica que realizó a Sánchez por decir que Rajoy no era un presidente decente, después del rosario de insultos que desplegó contra miembros del PP y del PSOE con anterioridad, confirmó ese cambio de tono y, sobre todo, la efectividad de ese cambio de tono.

Las últimas encuestas publicadas confirmaron la subida de la intención de voto de Podemos, que esta vez ha combinado su campaña en redes sociales (muy efectiva) con grandes actos (como el mitin que celebró en la Caja Mágica de Madrid o el de cierre de campaña en Valencia). Aunque no haya sido una campaña buena en propuestas, sí hemos visto buenas ideas, como la de presentar a Pablo Iglesias como un candidato que opta al empleo de presidente del Gobierno, la de exponerse a las preguntas de los potenciales votantes o la difusión del videojuego de Podemos

Veremos este domingo el coste de su decisión de no confluir con IU, sobre todo en circunscripciones como Madrid, Sevilla o Asturias, tres de las provincias donde se espera que IU obtenga representación.

C’s: Algo pasa con Rivera 

No se entiende, de otra manera, la campaña extraña que vimos los últimos días de campaña en la prensa, sobre todo en medios de comunicación que se declaraban riveristas, como Voz Populi o El Español, contra el candidato de C’s y cabeza visible indiscutible de la campaña de su partido.

Lo hemos señalado en otras ocasiones: Todo parece indicar que la campaña se le está haciendo eterna a C’s, el partido de moda durante este otoño debido, sobre todo, a la proyección obtenida tras su resultado en las elecciones catalanas. Desde entonces, Albert Rivera ha estado, literalmente, hasta en la sopa: En debates a dos con Iglesias, en conversaciones gradadas como en Salvador, en el debate a cuatro, comentando ese debate con Iglesias en La Sexta, en entrevistas informativas, en El Hormiguero, etc.

Sin embargo, el efecto respecto a Iglesias no ha sido el mismo: Rivera comenzó a verse afectado por el mismo decaimiento y cansancio que sufrió Iglesias antes de la campaña, un estado que se agudizó por la atención desmedida de los medios. C’s aparecía en los sondeos como la tercera opción entre los españoles, con estudios que incluso le otorgaban la segunda plaza, y muchos miraron a Rivera para conocer su opinión en torno a la política de pactos que será necesaria para intentar la gobernabilidad del país a partir de este domingo.

Esta presión tuvo un efecto indeseado en la campaña de Rivera, que por primera vez no mostró la comodidad a la que nos tenía acostumbrados: Se le obligó a salir de su estudiada ambigüedad para decir que no entraría en ningún gobierno, que no apoyaría un gobierno del PP o del PSOE (a pesar de que a nivel autonómico sí lo ha hecho) y para señalar luego que su voto en la investidura (de Rajoy) no saldría gratis. Estos vaivenes, que podrían haber puesto en alerta a quienes vieron la emergencia de C’s como el antídoto contra la veleidades revolucionarias de Podemos, se agudizaron con la evidencia de que C’s carece de una buena cantera entre sus cuadros medios, lo que potencia la imagen de una formación hecha para contrarrestar a Podemos en el flanco derecho.

Unidad Popular: Mensaje contra el voto útil 

Alberto Garzón ha liderado una de las campañas más meritorias de las que se recuerdan, centrada en la calle (con actos masivos en Málaga, Madrid o Getafe) y en las redes sociales, una vez confirmado que los medios de comunicación masivos no servirían de plataforma para difundir sus propuestas. Ahí está el trabajo de la cuenta oficial de IU o los guiños, sobre todo en fin de semana, a tener sentido del humor con campañas sobre la cercanía de los gatos (#GatetesConGarzon) o las abuelas (#AbuelasConGarzon) con el cabeza de lista de la formación.

Todo en IU se ha movido en torno a su persona, como evidencia la campaña Yoagarzon.com, en la que se otorgan argumentos para frenar algunos de los comentarios que los potenciales votantes de Unidad Popular tradicionalmente sufren antes de acudir a las urnas.

El cabeza de lista de IU partía en una situación de desventaja respecto a Podemos, sobre todo ante el fracaso de la convergencia, una decisión que este domingo pasará factura en territorios clave como Madrid. Si jugamos a la política ficción, recordemos que las últimas encuestas difundidas en Andorra señalaban que la suma de ambos partidos daba la cifra del 25.5%, -1.1 puntos respecto a la estimación del PP y muy por encima del dato otorgado al PSOE.

El debate de la confluencia, en teoría superado, ha pivotado durante toda la campaña, sobre todo ante las apelaciones más o menos discretas al voto útil por parte de dirigentes de Podemos. Un mensaje, por cierto, que sitúa a Podemos en las prácticas que solía desplegar el PSOE respecto a IU y que hacen un flaco favor a la formación morada, sobre todo si se confirma la tendencia ascendente de los sondeos.

CODA. Apenas hemos seguido la campaña de UPyD más allá del intento de Andrés Herzog de participar en el debate a cuatro de Atresmedia o de su intervención en el debate con el resto de portavoces parlamentarios. Por este motivo, y porque no obtendrá representación, no lo hemos incluido en este post.

Acerca de llegalaultima

Politóloga y periodista en transición
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2 respuestas a 20D: Sacudida electoral

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