Sánchez echa un pulso al aparato del PSOE desde Lisboa

«En España, como en Portugal como ustedes bien saben, los pactos de gobierno pasan también por el PSOE. Y nosotros lo reiteramos: son los tiempos del PP y de Mariano Rajoy, pero estoy convencido de que España precisamente necesita un cambio, que necesita un cambio hacia un gobierno fuerte, hacia un gobierno progresista y hacia un gobierno con capacidad de diálogo, que es precisamente lo que no tiene el presidente actual, Mariano Rajoy. Así que lo decimos una vez más: decimos no a la gran coalición entre el PP y el PSOE. Y en el caso de que Mariano Rajoy fracase y no forme gobierno, diremos sí a una gran coalición de un gobierno con fuerzas progresistas, que una todas aquellas fracturas que ha provocado el PP durante estos últimos cuatro años, y que también haga frente durante los próximos cuatro años a las grandes transformaciones que necesita la sociedad española»

En estos términos se pronunció el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en una comparecencia ante la prensa tras reunirse con el primer ministro portugués, el socialista António Costa, este jueves. Sánchez, que llevaba desaparecido días a pesar de que el PSOE figura en todas las quinielas posibles a propósito de la gobernabilidad del país, rompía así su silencio desde Lisboa dejando claro cuáles son sus líneas rojas: No a un acuerdo de coalición con el PP a la alemana y sí la posibilidad de reeditar en España un acuerdo como el que llevó al poder a los socialistas en Portugal a pesar de haber quedado como segunda fuerza parlamentaria en las elecciones legislativas del pasado mes de octubre.

Con este viaje, el secretario general socialista lanzó varios mensajes a la espera de recuperar cierta iniciativa y parte del liderazgo perdido durante los días posteriores a las elecciones generales:

  • Hacia fuera, Sánchez intentaba frenar los rumores que durante días venían alimentando la posibilidad de un acuerdo entre las dos fuerzas más votadas el pasad0 20 de diciembre, una opción en la que estaría ubicada Susana Díaz y otros barones territoriales. Tal y como publicó La Vanguardia hace unos días, se trataría de pactar unas condiciones para ir a una legislatura muy corta que permitiera concluir las reformas pendientes (y ahí se inserta la famosa reforma de la CE)
  • Hacia el interior del partido, el mensaje volvió a ser nítido: Sánchez se envolvió con la bandera de la Secretaría General y señalaba cuál será su hoja de ruta en el caso de que , como se espera, el PP no logre los votos suficientes para investir a Mariano Rajoy (u otra figura) como presidente del Gobierno. Sánchez volvía a reseñar que va a presentar batalla, aunque eso implique evidenciar su soledad en Ferraz.

Sin embargo, lo interesante de su comparencia estriba en el intento de establecer comparaciones entre lo que ocurrió en Portugal y lo que podría suceder en España. De ahí que sea necesario jugar al juego de las diferencias y semejanzas para entender qué mensajes quería lanzar Sánchez desde Lisboa.

Semejanzas y diferencias

Lo señalamos en algún post en el pasado: España y Portugal caminan más de la mano de lo que nuestros dirigentes y ciudadanía supone. Ambos países vivieron procesos políticos muy parecidos en el mismo intervalo de tiempo y ambos entraron juntos en la CEE, con los errores y aciertos que ello supuso. A nadie le sorprendió, pues, que Portugal fuera uno de los países de la Eurozona rescatados, con las consecuencias que ese rescate ha tenido para la población y para la propia economía lusa.

En ambos países ha regido un sistema parlamentario que, en el caso luso, se completó con el sistema presidencialista para elegir la Jefatura del Estado (cargo que se renueva, por cierto, a finales de este mes). En ambos hubo un partido conservador y un partido socialdemócrata que se fueron turnando el poder hasta que, en 2011, el primer ministro socialista, José Sócrates, presentó su dimisión ante la imposibilidad de sacar adelante el paquete de reformas impuesta por la Troika en el rescate de Portugal como país. Un gesto, el de dimitir, que pudo ser lo que salvó al PS de la crisis que sufre su partido hermano en España o en Grecia.

A diferencia del PASOK y el PSOE, el PS sufrió un castigo en las urnas en las elecciones de 2011, que dio la mayoría al PPD/PSD, que aliado con los liberales del CDS-PP, lograron la mayoría absoluta de la Cámara lusa. Pero esa derrota no implicó que el partido se sumiera en una crisis de identidad capaz de llevarse por delante las siglas históricas.

Así, el PS se mantuvo fuerte durante el mandato de Pedro Passos Coelho, el primer ministro entre 2011 y 2015 que compitió con Mariano Rajoy por lograr el título al alumno de la Troika más aplicado y para hacer frente a una fuerte movilización social en las calles, en las que también partició el PS. Ahí encontramos la primera confirmación de que, en Portugal, la crisis económica no supuso una crisis de representación, como en España, y tampoco se llevó por delante el sistema de partidos, que no ha sufrido grandes cambios durante la pasada legislatura.

El pasado mes de octubre, la coalición del PSC y del CDS-PP ganó los comicios con el 36.6% de los votos frente al 32.31% que obtuvieron los socialistas. Tal y como hemos contado en este blog, la misma noche electoral Antonio Costa se negó a organizar un frente de izquierdas aprovechando la debilidad del centroderecha luso, posibilidad que se fue materializando con las declaraciones públicas de los dirigentes del BE (10.1% de la representación) y la Coalición Democrática Unitaria (8.2% de los votos). Ya hemos visto lo que ocurrió: Una mayoría de izquierdas tumbó al Gobierno de Passos Coelho y, por primera vez, el partido con más votos en las urnas no es el que ocupa el poder Ejecutivo.

Vayamos a España. En mayo de 2010, José Luis Rodríguez Zapatero prefirió asumir las consecuencias de aplicar una política económica contraria a todos los preceptos que había defendido durante sus dos mandatos e incluso en la historia del PSOE. Quizás no lo sabía, pero ese día hipotecó el futuro próximo de su partido, completamente achicharrado ante la evidencia de una política de recortes y de corte neoliberal que luego el PP se limitó a seguir y ampliar a partir de 2012.

Las consecuencias están ahí: El PSOE perdió 4.2 millones de votos desde las elecciones de 2008 a las de 2011, a los que hay que sumar el 1.5 millones de votos perdido en estas últimas elecciones generales.  El PSOE pasó de tener 169 diputados en 2008 a 110 en 2011 y a 90 en la actualidad, tras obtener el respaldo del 22% del electorado. El partido sigue siendo fuerte en el sur del país (Andalucía, Extremadura y CLM con matices) pero ha retrocedido como opción favorita en núcleos urbanos y entre los jóvenes. Ya no es el partido que, como señalaban en el pasado sus dirigentes, más se parecía a España.

Desde el punto de vista orgánico, las diferencias entre las dos formaciones socialistas también son abrumadoras. Como señalábamos, en Portugal el PS vivió una crisis de liderazgo que acabó con la llegada de Antonio Costa. Luego, tras conocerse que no había sobrepasado a la coalición Portugal al Frentey que ganaba puntos la posibilidad de orquestar un frente de izquierdas, se levantaron algunas voces críticas ante la posibilidad de que Costa acordara un pacto con comunistas y dirigentes del BE frente al partido más votado en las urnas. Voces que no tuvieron, ni mucho menos, la trascendencia de la guerra interna desatada en el PSOE a raíz de los resultados obtenidos y, sobre todo, de la gestión que de esos resultados pretendía hacer la actual dirección.

Así, llegamos al viaje de Sánchez a Lisboa en un intento de establecer ya en la agenda un paralelismo entre la situación política de España y de Portugal. Un movimiento que, por supuesto, tiene trampas:

Trampa numérica: El PS quedó como segunda fuerza en las elecciones legislativas de octubre con el 32.3% de los votos. Más de 10 puntos de diferencia de lo que ha ocurrido con el PSOE, que ha visto cómo una formación nueva, Podemos, se quedó a menos de punto y medio de sobrepasar a los socialistas como la fuerza de referencia de la izquierda. En Portugal la tercera fuerza quedó a más de 20 puntos de diferencia respecto a los socialistas.

Trampa ideológica: En Portugal, no hay dudas de que el partido de referencia de la izquierda sigue siendo el PS. En España, cobra cuerpo la idea de que el PSOE no sólo no es la fuerza de referencia de la izquierda por sus actos sino que, en el caso de repetirse las elecciones, los socialistas podrían perder incluso esa posición en favor de Podemos. Así, la formación morada puede tener la tentación de hacer inviable este posible acuerdo con un fin: Desgastar aún más al PSOE a la espera de que las urnas terminen de darle la puntilla.

Trampa estratégica: Quizás si Ferraz hubiera gestionado los resultados obtenidos el 20D de otra manera, hoy estaríamos hablando de otro escenario. Pero, con los datos en la mano, Sánchez se encuentra en una situación de debilidad extrema interna y externa. Hacia dentro, muchos de sus barones territoriales no están dispuestos a tolerar acuerdos con Podemos y sus partidos hermanos (sobre todo en Cataluña) por todo lo que conllevaría firmar un acuerdo de legislatura con el derecho a decidir como puntal. Hacia fuera, muchos siguen considerando que el PSOE finalmente pactará con el PP un acuerdo de mínimos para facilitar la investidura. Lo avalan informaciones en torno a los deseos de los poderes fácticos y recuerdos como el acuerdo para reformar el art. 135 de la CE en pleno mes de agosto de 2011. Decisiones que se tomaron sin la menor discrepancia interna en el partido.

Trampa política: El acuerdo para descabalgar al centroderecha luso fue relativamente fácil. Sirvió el acuerdo del gran partido de la izquierda, el PS y sus 86 diputados, para sumar los 19 y los 17 diputados del BE y de los comunistas, respectivamente, para lograr la mayoría absoluta parlamentaria. En España, la contabilidad requeriría de más carambolas: no basta con la suma de votos de PSOE (90), Podemos (69) e IU (2) para tumbar el posible acuerdo entre PP y C’s: 161 diputados frente a 163. El PSOE, por lo tanto, necesitaría sumar o logrra la abstención de otras fuerzas como ERC, el PNV o incluso Llibertat i Democràcia para lograr el poder. Una jugada en la que, de nuevo, entraría en el juego el derecho a decidir de Cataluña como condición para llegar a un acuerdo, y ya hemos visto lo que supone este asunto en las baronías socialistas.

Evidencia: Sánchez ha intentado recuperar la iniciativa política con un movimiento que tiene más de simbólico que de real. Desde Lisboa, se mostró dispuesto a intentar un gobierno alternativo de izquierdas al del PP, lo que lleva la pelota al tejado de Podemos con una idea: Si no se llega a ese acuerdo, la formación morada sufriría el coste de no haber permitido un gobierno diferente en La Moncloa. Es decir, Ferraz trata de trasladar a la ciudadanía ahora lo que debía haber hecho antes de embarrarse en la lucha fraticida que hemos visto durante estos días. La mala noticia para Sánchez es que, en estos momentos, es Podemos quien parece tener la sartén por el mango debido a tres aspectos:

  • A sus propios resultados en las urnas. Aunque no lo parezca, se quedó cerca del PSOE, que aguantó, como señalamos, gracias a su fortaleza en circunscripciones pequeñas (y en general menos proclives el cambio de voto).
  • A sus primeros movimientos estratégicos estableciendo líneas rojas para lograr un acuerdo. Podemos protegió así la que puede ser una de sus mayores debilidades si las marcas en Galicia, Cataluña, Euskadi o incluso Comunidad Valenciana deciden priorizar el eje identitario sobre el ideológico.
  • A la estrategia del partido a medio plazo: Si hay nuevas elecciones en primavera, parece que hay consenso en que los partidos más perjudicados serían C’s y el PSOE. Podemos, en este sentido, podría verse favorecido, de nuevo, por un efecto bandwagon (caballo ganador) y porque podría esta vez sumar el voto que el 20D fue a parar a la lista de IU.

De lo que no tenemos ninguna duda es de que todos los caminos vuelven a pasar por el PSOE.

Acerca de llegalaultima

Politóloga y periodista en transición
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