Durante estos días ya hemos comenzado a conocer encuestas sobre intención de voto ante la posibilidad de que volvamos a ser convocados en las urnas durante la próxima primavera si ningún candidato logra ser investido presidente del Gobierno. En una de ellas vimos cómo, de nuevo, las expectativas electorales de Ciudadanos volvían a inflarse respecto a su resultado en las urnas el pasado mes de diciembre y cómo otra situaba a Podemos y PP en ascenso respecto a sus otros competidores.
En este punto, y antes de que se sucedan los estudios demoscópicos para pulsar la opinión de la ciudadanía ante unas hipotéticas nuevas elecciones, recuperamos la recopilación de encuestas preelectorales que realizó @electo_mania durante la última campaña electoral. Muchas de estas encuestas las recogimos y recopilamos en este blog durante las semanas previas a los comicios pero sistematizas así permite vislumbrar perfectamente los sesgos que reflejaron:
Todos los estudios sobre intención de voto infravaloraron las expectativas electorales de Podemos con horquillas de entre 0.8 (Gipeyop) y 6 (Sondaxe) puntos. Como media, Podemos logró 3.3 puntos más que la estimación media de los 25 sondeos recopilados, con sólo un sondeo, Electopronostico, que le otorgó un resultado mejor que el 20.6% obtenido el pasado 20 de diciembre. Hay cierto consenso en que Podemos realizó una magnífica campaña, muy en clave movilización, lo que le permitió recuperar buena parte del apoyo perdido tras la vuelta del verano y, sobre todo, tras el pinchazo en las elecciones autonómicas en Cataluña.
De manera paralela, todos los trabajos demoscópicos, sin excepción, otorgaron un resultado para C’s muchísimo mejor que el finalmente se plasmó en las urnas (una media de 5.5 puntos más que su resultado final en las urnas). También hay cierto consenso en que C’s realizó una mala campaña, con un Rivera agotado en el último tramo y una ausencia clamorosa de líderes de segunda línea capaces de liderar el discurso de C’s. Estos puntos los trató el partido en las semanas posteriores a la cita electoral, siendo el único partido, que sepamos, que ha sido capaz de hacer autocrítica basada en la realidad.
Los sondeos sobre intención de voto apuntaban a un desasatre mayúsculo del PSOE en las urnas, un escenario que se produjo finalmente aunque con muchos matices. Los socialistas se desplomaron en las grandes ciudades pero aguantaron en algunos de sus feudos (Andalucía, Extremadura) y en las ciudades de tamaño medio. Esta diferencia entre hechos y realidad se plasma en la fila de sondeos sobre los resultados socialistas: 22 de los 25 sondeos destacaron infravaloraron sus expectativas de voto (1.6 puntos de media menos que el resultado final) con horquillas de entre -5 (DYM, Gipeyop) puntos y +1.3 puntos (El electoral).
Algo similar le ocurrió al PP, uno de los partidos que más voto oculto registran en los sondeos sobre intención de voto. En esta ocasión, tres estudios le otorgaron un resultado algo mejor que el 28.7% obtenido en las urnas el 20D, con una mayoría que le situaba por debajo de ese porcentaje, con horquillas de -4.2 puntos (A+M) y +0.3 puntos (Invimark).
¿Por qué esta diferencia entre estimaciones y realidad?
Lo hemos dicho en muchas ocasiones: Las encuestas sobre intención de voto permiten pulsar la opinión de la ciudadanía en un momento concreto (los días en los que se efectúa la recogida de datos con los que se hará la estimación final). Estos datos deben cumplir requisitos sociodemográficos (edad, género, ocupados/no ocupados, tamaño de la circunscripción, hora y día para realizar el sondeo) y son básicos, en calidad y en cantidad para extrapolar esos resultados al conjunto de la población. Sobre esa información, en bruto, se aplican correctores que son los que se conocen como la cocina del estudio. A saber:
- Recuerdo de voto (el partido al que el encuestado votó en las anteriores elecciones)
- Voto directo (partido al que una persona tiene decidido votar en el momento en el que se le pregunta por este sentido)
- Y simpatía que generan unas siglas (dando por supuesto que un elector no dará su confianza a un partido del que no se sienta cercano)
Además de estos correctores, se tienen en cuenta efectos como el de caballo ganador, del que hemos hablado para hablar de la subida en intención de Podemos en las anteriores elecciones, o el la simpatía que genera el partido perdedor, sólo son las consecuencias más directas de una opinión pública cambiante que reacciona ante estímulos. Entendemos como estímulos las imágenes de la escenificación de la llegada de unos diputados muy parecidos a los de la gente corriente al Congreso de los Diputados, la teatralización de formas institucionales o la falta de cintura de un partido o líder político ante el estallido de un caso de corrupción en sus filas.
Desde que el PSOE se achicharró políticamente en mayo de 2010 y desde que el PP se mostró incapaz de reaccionar al caso Bárcenas, vimos cómo los estudios demoscópicos publicados insistían en varias hipótesis: 1) Desgaste de los partidos centrales del sistema como no había ocurrido desde la restauración democrática; 2) ascenso más o menos moderado de partidos alternativos (IU y UPyD inicialmente, Podemos desde las elecciones europeas y C’s desde 2015); 3) y un porcentaje de indecisos anormalmente alto (que llegó a ser del 40% durante el otoño de 2015, antes del arranque oficial de la campaña electoral).
A la espera de que se publique el barómetro postelectoral del CIS, todo hace pensar en que la diferencia entre los resultados en las urnas y los resultados que aventuraban los sondeos tienen que ver con estos factores:
- Existe un mantra comúnmente aceptado: Las campañas electorales no implican, en situación normal, un vuelco en los resultados electorales. Como solemos insistir, hay tendencias y sí puede ocurrir que un hecho que ocurra en la campaña (11M, metedura de pata de Arias Cañete sobre las mujeres) puede incentivar esa tendencia al movilizar al electorado contrario y/o inhibir al tuyo propio. También para optar por el voto útil (como bien puede atestiguar IU en 2004 o en estas últimas elecciones).
- Suele ser un buen termómetro el tipo de actos que organiza un determinado partido político durante la campaña: Mítines multitudinarios o imágenes de votantes que se quedan fuera de actos porque se llena aforo suele ser sinónimo de unas buenas expectativas de voto, y vicevera. En la última campaña, sólo un partido, Podemos, fue capaz de proyectar esa imagen de movilización que resulta efectiva para convencer a posibles rezagados.
- Conviene también resaltar otro mantra: Quien paga manda. Es decir, existe cierta tendencia a publicar en unos medios unos resultados aceptables para su audiencia. Eso explica que NC-Report y Celeste-Tel pertenezcan a la misma empresa (aunque publiquen en medios ideológicamente contrarios), que Sigma Dos haya elaborado los trackings electorales del PP (a pesar de ser la empresa demoscópica de referencia de El País) o la apuesta de El Mundo por C’s (la presidenta de Sigma Dos asesora a Albert Rivera).
- Suele ocurrir que los sondeos que publica un medio suele recoger resultados positivos para el partido o candidato que genera menos informaciones negativas en ese medio (lo que es una manera de apoyaralo indirectamente). Ahí está el ejemplo de DYM con C’s (sus sondeos los publica El Confidencial) o de Redondo y Asociados con Podemos (estudios publicados por medios escorados a la derecha)
- En esta ocasión, la estimación de voto profesional se encontraba con tres problemas: La bolsa de indecisos, que era enorme antes del arranque de la campaña; la corrección del efecto recuerdo debido a la presencia de dos formaciones nuevas (lo que obligaba a preguntar por el voto recuerdo para ellos en las elecciones europeas o en las locales/autonómicas, con la prudencia de tener en cuenta incentivos diferentes para ir a las urnas en unas citas y otras); y por la corrección del efecto simpatía, donde el PSOE habitualmente solía obtener unos buenos resultados.
- Parece que hay cierto consenso en que los indecisos fueron los que finalmente impidieron que Podemos se convirtiera en segunda fuerza política (como apuntaban algunos estudios difundidos durante la última semana), aunque quedara muy cerca, y los que minimizaron el desastre para PSOE y PP. En este comportamiento, se tiene en cuenta la capacidad orgánica de los partidos centrales del sistema para aguantar el empuje de los nuevos partidos en sus feudos (que en muchas ocasiones son los que reparten pocos diputados).
- Una parte de ese voto indeciso, que se estimaba que habría ido a C’s (en detrimento del PP), podría ser el que explique el desinfle de C’s como alternativa para el centro-derecha. También es posible que ese voto minimizara finalmente la caída del PSOE entre un tipo de votante que opta por no arriesgar.
La anterior Legislatura se caracterizó por una enorme volatilidad en el sentido del voto que dificultaba estimar las ganas del electorado por ajustar cuentas con los partidos tradicionales y/o confiar en los nuevos partidos políticos. Es cierto que ha habido una disparidad enorme entre estimaciones y resultados finales, pero también hay que convenir en que las últimas elecciones no fueron unos comicios normales ni en su planteamiento ni en su resolución.
Nunca hubo en España cuatro partidos políticos con este porcentaje de apoyo en las urnas y nunca, salvo en la Transición, los votantes mostraron una disposición clara a votar partidos que conllevaran la voladura del sistema político anterior. De ahí que recomendemos volver la mirada a las encuestas como herramientas para conocer tendencias y no como oráculos predictivos de lo que puede ocurrir.
CODA. Este domingo tuvimos un ejemplo claro de sondeo realizado para contentar la línea editorial del medio que lo publica. Metroscopia realizó en El País un estudio con un objetivo: Señalar que la mayoría desean que tanto Mariano Rajoy como Pedro Sánchez se retiren de la primera línea. Para ello, preguntaron de esta manera:
Y, como siempre, mostraron la buena imagen que Albert Rivera tiene entre unos ciudadanos que, en cambio, no muestran tanta disposición a votar por sus siglas: