No es casualidad que dos de los ex presidentes que más odios y amores despertaron en la ciudadanía en sus últimos mandatos coincidan en el diagnóstico de lo que puede suponer Podemos en la vida política española. Unas referencias que nos devuelve a lo que escribimos hace unos meses a propósito de lo que suponía, para las principales fuerzas políticas, la emergencia de la formación morada en las encuestas sobre intención de voto: Un problema que se atacaba mediante declaraciones de trazo grueso que, en el fondo, sólo benefician la imagen de una formación política en pleno viaje al centro político.
Estos días, a propósito de la oferta de Iglesias a Pedro Sánchez y ante la evidencia de que todos los posibles pactos pasan por el giro que los socialistas quieran imprimir a su posición ideológica, vivimos una situación parecida que denota, sobre todo, una suerte de histeria colectiva ante la llegada de Podemos (y, por lo tanto, sus votantes) a las instituciones del país. Una histeria en la que están participando los líderes del PSOE actuales (como ocurrió a propósito de la presencia del bebé de Carolina Bescansa en el Congreso) y del pasado.
Estamos pues ante una trampa en la que están cayendo por iniciativa propia, sin ser conscientes de que el mensaje que proyectan al final es el de una formación política enfadada por tener que compartir espacios de poder con unos recién llegados. Es decir, la misma actitud que lleva mostrando el PP desde que los comicios locales y autonómicos les desplazaron de sus feudos.
Hace unos días, Felipe González se despachó contra Podemos a través de El País, el medio en el que construyó buena parte de su liderazgo durante los años 80 y a través del cual conectó con el sector progresista español. Aprovechando que se cumplían 20 años de su abandono del Gobierno, el ex presidente arremetió contra Podemos de esta forma:
«El comportamiento arrogante de los líderes de Podemos, con humillaciones que ponen al descubierto cuáles son sus verdaderas intenciones, no se debe aceptar. Esos dirigentes, con el debido respeto que merecen sus votantes y los grupos que se han sumado a las distintas plataformas, quieren liquidar, no reformar, el marco democrático de convivencia, y de paso a los socialistas, desde posiciones parecidas a las que han practicado en Venezuela sus aliados. Pero lo ocultan de manera oportunista. Del mismo modo, dejaron de hablar de Grecia cuando más lo necesitaron sus amigos. Son puro leninismo 3.0.
Para colmo, plantean también con disimulo la autodeterminación, algo que contradice un proyecto para España como espacio público que comparten 46 millones de ciudadanos que quieren ser tratados como tales, también para decidir en igualdad de derechos y obligaciones su destino común»
Una entrevista de la que, al parecer, no habría informado a la dirección federal, que vuelve a ver cómo la actualidad política les pillaba con el pie cambiado. A su favor juega que la imagen del ex presidente socialista está aún más achicharrada que la del PSOE o la de su secretario general actual entre los votantes que no participaron en la Transición y en los primeros pasos de construcción del Estado de bienestar.
Por su parte, José María Aznar, en una entrevista en Diario Las Américas, se refirió al partido liderado por Pablo Iglesias así:
«Maduro ampara a los terroristas de ETA; amparan a los elementos separatistas más radicales en Cataluña y reciben consejos de un grupo como Podemos, que es chavista-comunista, que además tiene financiación venezolana e iraní».
Estas declaraciones del presidente de honor del PP, un partido que está en el epicentro de distintas causas judiciales por corrupción política, se completaron con una salida de tono del portavoz parlamentario del PP en el Congreso, Rafael Hernando, que hace unas semanas fue refrendado en el puesto que ocupó en el último tramo de la Legislatura. En declaraciones a la prensa, acusó a Podemos de hacer uso del «manual del golpista» con las pretensiones que hace para pactar con el PSOE, y con su petición de «ocupar grandes resortes del poder» como el Ejército, la policía, el CNI o la televisión pública:
En este punto, Podemos puede quedarse en su sede fumándose tres puros al día y dejar que todo el trabajo de oposición se lo hagan personalidades como las que mencionamos en este post. Ante estas salidas de tono, deben estar atónitos ante la campaña que entre unos y otros están realizando respecto a su imagen pública que se contrarresta de una manera muy sencilla: Basta con resaltar la connivencia entre ambos partidos y remarcar, de nuevo, que los problemas del país pasan por esa suerte de turno de partidos entre los que se ha repartido durante 40 años el poder.
PP y PSOE, de esta manera, permiten que Podemos pueda recuperar un marco muy efectivo (aunque no del todo cierto) entre la ciudadanía: España se ha regido en una suerte de bipartidismo que se ha parecido mucho a la Restauración de finales del siglo XIX.
¿No tienen a nadie que les diga como les ve la gente desde fuera de su burbuja? ¿No conocen a nadie fuera de su burbuja? ¿Lo conocen pero no hacen ni puñetero caso a sus advertencias? Tela.
Mira lo que ha pasado hoy. Definitivamente, están dispuestos a destrozarse por dentro