[Foto difundida por la cuenta oficial de Twitter del PSOE]
El acuerdo del PSOE y C’s garantiza que 130 diputados votarán de forma afirmativa a la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, 131 si tenemos en cuenta el anuncio de acuerdo entre socialistas y Coalición Canaria. Estamos, pues, a 45 votos de la mayoría absoluta necesaria en la primera votación (que tendrá lugar el próximo 2 de marzo), un camino que se explorará en los próximos días.
Tanto Unidad Popular como Podemos se mostraron muy críticos con el documento que firmaron en público Pedro Sánchez y Albert Rivera en la sala Constitucional del Congreso de los Diputados. En rueda de prensa, Iñigo Errejón anunció que Podemos se levantaba de la mesa de negociación abierta con los socialistas y Unidad Popular porque el acuerdo alcanzado con C’s era «incompatible» con las medidas defendidas por la formación morada. Alberto Garzón consideró que el texto era «regresivo» con los derechos de los trabajadores. En el ambiente ya circulaba la consideración del PSOE como «partido poco fiable» por las rondas de negociación abiertas de forma paralela.
Si dejamos en un lado las declaraciones de unos y otros, la escenificación de la elección de la pareja de baile principal de Sánchez significa un golpe en el famoso tablero del que ya casi nadie habla:
- Con el acuerdo con C’s y con CC, el PSOE necesita 45 votos afirmativos o, al menos, que esos mismos diputados se abstengan en segunda votación.
- Los socialistas, con 90 diputados, han optado por cortejar activamente a C’s, muy en la línea de la opinión que manifiestan los ciudadanos de acuerdo a los últimos sondeos sobre intención de voto (con una prevalencia mayor por un acuerdo entre PSOE y C’s, al que se podría sumar el PP, que por un acuerdo de Gobierno entre socialistas y Podemos).
- Los sondeos, por cierto, tampoco plantean un escenario radicalmente diferente al que salió de las urnas el pasado 20 de diciembre en el caso de volver a repetirse elecciones hoy. Y eso a pesar del goteo diario de casos de presunta corrupción en las filas del PP, de los desencuentros públicos de las confluencias y Podemos y de la brecha evidente entre Ferraz y el resto del partido. Si se repitieran elecciones, es posible que volviéramos a repetir fragmentación parlamentaria y dificultad para llegar a acuerdos. Sólo habría dos dudas: ¿Cambiaría la intención de voto a cada partido si hubiera un cambio de liderazgo? ¿El electorado penalizaría o no a los partidos que no hayan hecho lo posible por la gobernabilidad?
- En cuanto al proceso de negociación, durante estas semanas han sido frecuentes los off the record de dirigentes y diputados socialistas que han hablado de falta de confianza en la estrategia que ha desplegado Podemos. No gustó que Pablo Iglesias pretendiera retomar la iniciativa presentando un documento de Gobierno alternativo al del PSOE ni tampoco que recuerde, constantemente, que para que salga investido Sánchez necesita, además de los votos de C’s, los del PP (dando por supuesto, claro, que Podemos votará en contra). Este mismo martes lo dejó claro en una comparecencia tras conocerse el acuerdo entre ambas fuerzas: «Es muy legítimo que el PSOE llegue a acuerdos con quien quiera, pero para que sea un acuerdo de investidura tendría que ocurrir que sumara al PP», dijo. Con la rueda de prensa de este miércoles anunciando la ruptura de conversaciones con el PSOE, Podemos pretendía recuperar cierta iniciativa política.
- Al margen de lo que pueda ocurrir en estos días en las distintas rondas de negociaciones públicas y privadas, todo indica que PP y Podemos votarán no a la investidura de Sánchez, lo que suponen 192 votos frente a los 131 síes. Es decir, si éste fuera el resultado en la segunda votación, estaría más cerca la repetición de las elecciones generales, el próximo 26 de junio, aunque todavía quedarían dos meses para negociar o proponer otro candidato (Rajoy dijo este lunes que, en el caso de que Sánchez no superara la segunda votación, buscaría su investidura).
- Sea como fuere, y si Podemos no encuentra un marco efectivo para sus intereses, tendríamos un mensaje claro en circulación, al que se van a sumar los medios de comunicación generalistas: PSOE y C’s han acordado un texto al que se podría sumar cualquier formación y PP y Podemos optaron por la obstrucción. Ambos partidos, además, votaron de la misma manera frente a la posibilidad de un Gobierno de cambio liderado por el PSOE porque ambos son extremistas, maximalistas y ninguno entendió lo que los españoles dijeron en las urnas el 20D.
- Ese discurso, que este miércoles ya comenzó a desplegar el portavoz parlamentario socialista, sería demoledor en la intención de Podemos de crecer electoralmente hacia el nicho de votos que, aunque con la nariz tapada, hasta ahora sigue estando en el flanco socialista. Si tenemos en cuenta que Iglesias no controla a su grupo parlamentario, este mensaje podría resultar también nocivo entre sus votantes menos ideologizados [recordemos que, en España, se penaliza y mucho la división interna de las formaciones políticas].
- Un mensaje negativo contra Podemos se traduce en réditos para el PSOE (y para Unidad Popular). También para C’s que, tras unos resultados discretos en las urnas, sale fortalecido en su capacidad negociadora. Recordemos los puntos que ha impuesto al PSOE para aceptar la investidura de Sánchez y a quién se dirigió este miércoles desde su cuenta de Twitter para desbloquear la situación:
- Tras una legislatura en la que ha calado con cierto éxito la idea de que PP y PSOE son lo mismo y que desde la Transición se han turnado en el poder para hacer, en el fondo, las mismas políticas, la invitación de Rivera suena a caramelo envenenado para los intereses del PSOE a medio plazo. Salvo que se pudiera vender con éxito una fórmula de gran coalición con un objetivo, la vinculación de ambos partidos tendría un efecto demoledor en las expectativas electorales socialistas. Sobre todo si recordamos la situación judicial en la que está el PP en estos momentos por la corrupción, con gestoras tanto en Madrid como en la Comunidad Valenciana por dimisiones derivadas de ese problema.
- A falta de conocer nuevos movimientos en el PP, queda claro que la presión sobre Podemos irá en aumento si se confirman las conversaciones del PSOE en relación a los partidos nacionalistas y minoritarios. A pesar del contenido del texto en relación con Cataluña, se considera que una legislatura con Sánchez en la Moncloa podría facilitar el diálogo con la Generalitat, sobre todo si se plantea una reforma constitucional que, se quiera o no, viene provocada por la propia situación política catalana. Así, tanto ERC como DiL podrían no votar a favor de Sánchez pero tampoco en contra; y eso se consigue mediante dos fórmulas: O la abstención o su ausencia de la votación.
- Desde hace meses se habla de diálogo entre el PSOE y el PNV, precisamente ante la posibilidad de un apoyo a la investidura por parte del partido jetzale; muy pocos garantizan hoy que ese apoyo sería explícito (es decir, el voto afirmativo de sus diputados). Desde ese punto de vista, las opciones vuelven a ser las mismas que en el caso de los partidos catalanes: Abstención o ausencia del Pleno. En este caso, y dado que la confrontación es infinitivamente menor en el caso del PNV, quizás sería más factible pensar en una abstención.
Por lo tanto, la estrategia negociadora puede insistir en una idea: Sólo dos partidos, PP y Podemos, votarán en contra de Sánchez. En el caso del PP, ese voto es entendible porque es su rival tradicional pero ¿y Podemos? De ahí que el trabajo de los negociadores del PSOE pueda finalmente centrarse en convencer a Podemos y sus confluencias para que el Congreso muestre la soledad del PP al señalar con sus 123 diputados su no a la investidura de Pedro Sánchez.
El día 2 de marzo, en primera votación, veremos las fuerzas con las que cuenta Sánchez de origen y el sábado, 5 de marzo, en segunda ronda, podrán escenificarse si fue posible plasmar las negociaciones con otras fuerzas políticas. Si no fuera así, todavía quedarían dos meses antes de la convocatoria oficial de elecciones generales para intentar la investidura de Sánchez, de Rajoy o de un tercer candidato. Lo hemos dicho a menudo estas semanas, pero conviene recordar lo que ocurrió en Cataluña con la formación del último Govern de la Generalitat.