Publicada en ABC
Lo avisamos hace unos días: Tras el acuerdo de investidura rubricado entre PSOE y C’s, la tentación de los socialistas sería la de equiparar el no del PP y de Podemos a que Pedro Sánchez sea presidente del Gobierno como si ambos partidos formaran un solo bloque uniforme ideológico.
El portavoz parlamentario socialista, Antonio Hernando, abrió una veda que han seguido todos los dirigentes del PSOE que han valorado la situación abierta desde el miércoles pasado. Muchos han destacado la aparente contradicción entre demandar un giro a la izquierda en el Gobierno de la nación mientras se rechaza apoyar con los votos (o con la abstención) la investidura de Pedro Sánchez. Todos, sin excepción, han destacado la coincidencia en el voto negativo previsible durante las votaciones de la próxima semana entre Podemos y el PP: 192 votos.
Estas valoraciones se realizan a pesar de que Albert Rivera insista por activa y por pasiva en que el PP puede perfectamente apoyar un texto como el que su partido firmó con el PSOE. Es decir, uno de los firmantes destaca que el contenido del acuerdo es ‘de izquierdas’ a pesar del trasfondo conservador que rezuma sus matizacions sobre la reforma laboral, la LOMCE, la reforma sanitaria o la Ley Mordaza, mientras que la otra parte resalta, precisamente, el carácter moderado (por decirlo sutilmente) del texto consensuado con Ferraz.
Tal y como señalamos hace unos días, y a la espera de lo que decidan finalmente los grupos minoritarios, las dos votaciones para la investidura de Sánchez se saldarán con el voto negativo de PP y Podemos. En este sentido, la formación que lidera Pablo Iglesias se dedica estos días a resaltar las contradicciones entre los mensajes que exhiben PSOE y C’s en relación al texto acordado (sobre todo tras las rectificaciones en torno al abaratamiento del despido y ante la tendencia de Sánchez de anunciar derogación de reformas populares que no figuran en el texto y que incluso el propio Rivera niega.
Este mensaje, a su vez, incide en la idea de un PSOE muy conservador, que acepta, con correcciones, buena parte del trabajo sucio hecho por el PP en la anterior legislatura en el recorte del Estado de bienestar. Y parece estar funcionando: La estrategia está sirviendo, por el momento, para rebajar el intento de Ferraz de vender el acuerdo como el germen de un programa de Gobierno de izquierdas, por lo que, en el momento de elaboración de este post, Podemos aparecía como uno de los candidatos más firmes para ejercer el papel de principal partido de la oposición ante un hipotético Gobierno presidido por Sánchez.
El movimiento de Podemos se consolidará si, como se aventura, el PP finalmente cediera a las presiones y apoyara de alguna forma la investidura de Sánchez. Sin embargo, y por el momento, no parece que ese apoyo vaya a producirse con facilidad. Este jueves, Mariano Rajoy trató de recuperar la iniciativa política perdida cuando se negó a ir a un debate de investidura por no contar con los votos necesarios y valoró el acuerdo entre PSOE y C’s en estos términos:
«El PP no está para firmar contratos de adhesión a pactos a sus espaldas, cocinados contra sus logros políticos, ni para hacer de actor secundario en un sainete que tiene como horizonte una campaña electoral. No vamos a participar en una ceremonia de confusión y engaño a los españoles
Necesitamos un Gobierno, sin duda. Pero no un Gobierno como sea ni un Gobierno de cualquier manera, ni un Gobierno a cualquier precio, y mucho menos un simulacro de investidura que no se creen ni sus firmantes.
Sánchez sólo puede ser presidente con quien quiere acabar con el orden constitucional y salvo que Rivera, en su fulgurante evolución, descubra también ahora que su programa es compatible con el de Podemos, ese acuerdo necesitaría además el concurso de los independentistas. Ése es el único Gobierno que puede mandar a la oposición al vencedor de las elecciones. Y los números permiten ese Gobierno, pero a costa de someter a la sociedad a una fractura y a una radicalización, además de tener graves consecuencias para nuestra economía
En este nuevo tiempo sobran los intentos de exclusión, el sectarismo y la criminalización del adversario. Son democráticamente inaceptables y conducen a un bloqueo político que este país no se puede permitir. Ese acuerdo no es fruto del diálogo, sino del proyecto de exclusión del partido que ganó las elecciones. Por más literatura que hagan los firmantes, por más imaginación que se le quiera echar, la aritmética es tozuda»
Rajoy trasladó por carta el mismo mensaje a Albert Rivera, que solicitó reunirse con el presidente en funciones para explicarle el contenido del acuerdo firmado con el PSOE: «Espero que comprendas que yo no me sume a ese acuerdo, que no pueda suscribir ese contrato de adhesión y que, por tanto, no vaya a apoyar a tu candidato. Entre otras razones, porque no he sido invitado por él a hacerlo. No hace falta que te recuerde todas las veces que él mismo ha dicho públicamente que no está dispuesto a pedir, ni a aceptar, el apoyo del Partido Popular, sino que está buscando -como tú sabes- el apoyo o la abstención de Podemos».
De esta manera, cobra cuerpo la hipótesis de que un cambio en los posicionamientos del PP requiere un cambio en el liderazgo en el partido. Este relevo, al que incluso se refiere Rajoy, podría venir apoyado por la necesidad de dar un golpe en la mesa ante la aparición continuada de operaciones policiales y decisiones judiciales que implicarían a distintos cargos del partido en casos de corrupción política. Como hemos señalado muchas veces, en España la corrupción no se penaliza en las urnas de forma directa pero sí sirve para minar la imagen de un partido respecto a sus expectativas electorales, con el añadido, además, de un partido como C’s que parece tener margen para seguir creciendo.
Es precisamente esta situación de bloqueo, que impide que la actual dirección pueda liderar una propuesta de regeneración, la que estaría abriendo una brecha interna más importante de lo que se puede presuponer en una formación tan disciplinada y jerarquizada como el PP. Las declaraciones de hace una semana del presidente del PP de Vizcaya, Antón Damborenea, ante el propio Rajoy o el cruce de declaraciones entre Pablo Casado y Andrea Levy, por un lado, y de Rita Barberá por otro, no hace sino incidir en la impresión de que algo se comienza a mover en el seno del PP y que su posición final, antes de la convocatoria de elecciones, podría no ser la que exhibe estos días el presidente en funciones.