Podemos ha perdido la inocencia. Esta semana, mientras se reactivaban los cirursos en torno a la necesidad de llegar a un acuerdo de gran coalición entre PP y PSOE que desbloquee la situación actual, con la participación de C’s, han vuelto a saltar las costuras del partido en un punto tal central como Madrid.
Hace una semana, presentaron su dimisión nueve miembros del Consejo Ciudadano de Podemos en la CAM, presidido por Luis Alegre, dimisiones que llegaron un día después de la marcha del ex secretario de Organización, Emilio Delgado. Se trata de cuatro diputados regionales Clara Serra, Pablo Padilla (responsable de Estrategias y campaña en el Consejo), Olga Albasolo (Estudios y Programas), Jazmín Beirak (Cultura); y los consejeros regionales Loreto Arenillas (Área Interna), Sarah Bienzobas (Políticas audiovisuales), Cristina Castillo (Área de Igualdad), César Mendoza (Análisis y discursos), Leticia Sánchez. Todos se marcharon alegando parálisis en el órgano que preside Alegre, hombre cercano a Pablo Iglesias y cofundador de Podemos.
Estas dimisiones se vincularon a una hipotética lucha interna entre Pablo Iglesias e Iñigo Errejón (y Carolina Bescansa) en relación a la estrategia que la formación debería seguir próximamente. Sobre la mesa, figura la opción más rupturista, que defendería Iglesias, en torno a la posibilidad de ir a unas nuevas elecciones generales ante la negativa de Podemos de acordar con el PSOE. El sector que lideraría Errejón hablaría de la necesidad de llegar a un acuerdo con los socialistas, una medida que granjearía el apoyo de las clases medias a la formación morada en el futuro. Las intervenciones de Iglesias durante los debates de investidura de Pedro Sánchez habrían servido para eestavidenciar el malestar del sector errejonista ante la estrategia que habría decidido liderar Iglesias (con el apoyo de Juan Carlos Monedero y del propio Alegre).
Ante la cascada de comentarios, sobre todo de personas ajenas a Podemos, Errejón e Iglesias intentaron cortar la espiral a través de sus cuentas de Twitter, palabras que, sin embargo, no esconden que algo ocurre a nivel interno en Madrid:
Las dimisiones en Podemos Madrid se sumarían a los problemas que el partido ha tenido y tiene en Galicia, Euskadi y La Rioja, así como las tensiones que se manifiestan en Barcelona. Las relaciones de la formación con las confluencias (En Podem, En Marea y Compromís) tampoco estarían pasando por su mejor momento, lo que añadiría argumentos a quienes señalan que el partido podría obtener peores resultados que los conseguidos el 20D si se repitieran las elecciones.
La situación interna de Podemos en Madrid, uno de los bastiones del poder del partido, fue portada en la prensa editada en Madrid y Cataluña, un hecho destacable si se tiene en cuenta que el mismo día en el que se produjeron las dimisiones, eldiario.es publicó informaciones que demostrarían que, a pesar de la renovación en la Jefatura del Estado, la Familia Real sigue manteniendo las mismas prácticas que habrían hecho famoso al Rey emérito:
Ningún periódico consideró relevante la información de eldiario.es (a pesar de que un día después sí se destacó la orden del Gobierno en funciones de investigar la filtración de los mensajes por un posible delito de revelaeión de secretos) e incluso la edición digital de El País llegó a tener casi toda su portada dedicada a los problemas de Podemos [Agradecemos la captura y nos disculpamos por no haber podido identificar al autor de la misma]:
Dimisiones y filtraciones con contenidos internos
La cascada de dimisiones en Madrid ha coincidido con la filtración de informes internos a Elconfidencial.com y a El País sobre las estrategias de comunicación de Podemos en relación a la figura de Pablo Iglesias, a quien se recomendaba rebajar el tono de soberbia y aparecer en los medios en actos populares (como realizar el último tramo del Camino de Santiago o asistir a la final de la Copa del Rey).
Muchos se han sorprendido al echar la vista atrás y comprobar cómo las recomendaciones que en su momento se le hicieron a Iglesias fueron ejecutadas. Una sorpresa muy relativa si tenemos en cuenta dos supuestos:
- Hace un par de años el líder de Podemos era un perfecto desconocido para el gran público. Iglesias era un profesor de la facultad de Ciencias Políticas de la UCM que asistía con cierta asiduidad a tertulias de las cadenas más escoradas a la derecha, en las que demostró que era capaz de responder a las diatribas de Francisco Marhuenda y correligionarios. Si Podemos quería proyectarse como un partido alternativo a las formaciones tradicionales, debía conseguir algo básico en un sistema con una tendencia presidencialista tan fuerte como el nuestro: Dar a conocer a su líder.
- Hemos visto críticas al contenido de los informes filtrados, críticas que pasan por alto una obviedad: Toda organización política que busque proyección pública necesita una estrategia de comunicación y de relación con los medios. Si, además, contamos con la efervescencia de programas de televisión de contenidos relacionados con la política, esa estrategia se convierte en fundamental.
En este blog hemos hablado de cómo los partidos políticos han llevado sus líderes al salón de las casas de los votantes a través de apariciones en programas de entretenimiento como El Hormiguero o Sálvame. ¿Acaso alguien cree que este tipo de apariciones no tienen una base fundamentada en informes parecidos a los que hemos conocido estos días procedentes del núcleo duro de Podemos?
Por este motivo, lo importante no es tanto que aparezcan estos documentos y que se den a conocer al gran público, sino la oportunidad de aparición de estos informes justo cuando saltan las costuras internas organizativas de Podemos.
Un poco de historia para entender
Podemos nació como movimiento político en enero de 2014, con la vista puesta en las elecciones al Parlamento Europeo. Desde el comienzo, sus fundadores se refirieron a Podemos una herramienta para el cambio, tal y como recogieron en el manifiestoó como presnetación en sociedad: Mover ficha: convertir la indignación en cambio político. El objetivo estaba claro: Recoger todo el malestar que explotó en las plazas auspiciado por el movimiento 15M y que, en enero de 2014, se había transformado en una crisis de representación política y social que se confirmaría en las elecciones para renovar el Parlamento Europeo.
El movimiento se articuló en torno a la figura de Pablo Iglesias y de un núcleo duro en el que destacó el origen universitario de sus integrantes (Carolina Bescansa y Juan Carlos Monedero daban clases en la facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid; Luis Alegre era profesor en la facultad de Filosofía). En mayo de 2014 dio la campanada con la consecución de cinco escaños en el PE tras convertirse en la tercera fuerza del país con un discurso que sonaba a radical y que se fue moderando paulatinamente.
Éste fue el primer aviso de que habían topado con una veta de oportunidad con el fin de remover la arquitectura política e institucional del país, lo que provocó una atención mediática en ascenso que, a su vez, revertió en una mejora de sus expectativas electorales. Podemos se convirtió en partido político en otoño de 2014, operándose desde entonces una circunstancia peculiar: Podemos ya era una marca política y electoral muy potente que debía construir una mínima infraestructura organizativa estatal que trasladara a la calle su presencia mediática y en redes sociales.
Desde otoño de 2014, Podemos se ha ido desprendiendo poco a poco de su carácter asambleario y de la presencia activa de los círculos para transformarse en un partido político al uso, mucho más realista y pegado a lo que la ciudadanía demanda de una organización política hoy: Respuesta inmediata a los problemas que se suceden a diario, ya sea en forma de valoración ante una noticia o a la adopción de decisiones internas ante los percances de sus líderes. Ahí podemos enmarcar lo ocurrido con Juan Carlos Monedero, por ejemplo.
La prueba de fuego para el partido fueron las elecciones locales, en las que Podemos se sumaba a las confluencias ciudadanas asumiendo una realidad: Su propia debilidad en el nivel local de buena parte del territorio. La experiencia fue un éxito y sirvió para repetir la fórmula en las elecciones generales con un matiz: La marca Podemos se presentó en todos los lugares excepto en aquellas CCAA en las que había un sustrato de movilización política más potente que la que representaba Podemos.
Ése fue el caso de Galicia (con las experiencias de Anova, con una parte de EU y de escindidos del BNG), en la Comunidad Valenciana (donde Compromís ya asumía buena parte del ideario de Podemos) y en Cataluña (donde se juntó la efervescencia de un liderazgo como el de Ada Colau con la experiencia de ICV).
Tras el magnífico resultado obtenido el 20 de diciembre, con una campaña magnífica que les convirtió en el único partido que aumentó sus proyecciones respecto al punto de partida tras las elecciones catalanas, el aterrizaje en las instituciones centrales del Estado no ha estado exenta de polémica tanto por el funcionamiento interno del partido como por la necesidad de tomar decisiones en relación al papel que quiere jugar en el Parlamento (también en relación al futuro gobierno).
Es aquí donde han estallado las contradicciones que ya se esperaban debido: 1) al proceso de acomodo de una organización que, insistimos, tiene apenas dos años de vida; y 2) a la procedencia ideológica tanto de sus militantes como de sus votantes, que sí encontraron una base en la que cimentar su poder (el malestar ante el statu quo y el deseo de cambiar a los actores de la vida política e institucional del país) pero que están encontrando dificultades para consensuar discursos. Y eso, en un país en el que se castiga la percepción de división interna, pasa factura, sobre todo si esas diferencias son convenientemente aireadas en los medios de comunicación.
Retos de Podemos a corto plazo
Podemos sigue su construcción como partido político, una tarea que no tiene sencilla si tenemos en cuenta que se cruzan varias dinámicas:
- Más allá de la filtración interesada de los problemas internos de Podemos, resulta evidente que algo está pasando y que no es casualidad que los problemas estén saltando en algunos de los territorios en los que el partido ha demostrado tener mucha proyección electoral.
- La retirada de una parte de los que estuvieron desde el comienzo, no sólo en la formación de Podemos, sino en las plazas gritando contra el statu quo y que han asistido a un viaje de Podemos hacia un partido al uso (con la moderación idelógica de la que hemos hablado en otros momentos)
- Hay una dinámica que se deriva de la propia práctica política institucional, mucho más rígida y menos atractiva para el votante más ideologizado de Podemos, que puede tener la tentación de mostrarse más exigente con los postulados iniciales del partido. Eso es lo que puede estar detrás de ciertos sondeos sobre intención de voto.
- Este proceso ocurre precisamente cuando el partido debería manifestar mayor unidad interna hacia el exterior, sobre todo si se prolonga la negociación en torno a la formación del Gobierno. Exhibir debilidad en una mesa de negociación es siempre contraproducente porque regala ventajas al adversario.
- A la espera de un invento mejor, los partidos políticos hoy pasan por ser la mejor herramienta para canalizar la participación política e institucional en las democracias representantivas. Y eso requiere organización interna, cierta jerarquía y altas dosis de realismo que aporta el aterrizaje en lo que podemos denominar la política real
- Podemos obtuvo un resultado magnífico en las elecciones generales, datos que se ponen en cuestión cuando se insiste en diferenciar los escaños conseguidos por la formación morada y sus confluencias. Un detalle no menor si se tiene en cuenta que en alguna de esas CCAA hay problemas internos (Galicia) y otra se enfrenta a unas elecciones autonómicas con un partido en construcción (Euskadi). Y que esas negociaciones podrían formar parte del capítulo de temas a negociar con el PSOE desde la perspectiva estatal.
CODA. Lo que hemos visto estos días contrasta con las afirmaciones del núcleo duro de Podemos cuando se formalizó el partido y, sobre todo, tras la constatación de que su presencia en las instituciones no tenía por qué ser residual. Esa pérdida de la inocencia de la que hemos hablado en otras ocasiones convive con la idea del partido como una herramienta para el cambio. Así se desprende de la entrevista que Owen Jones le hizo a Pablo Iglesias durante la campaña de las elecciones generales de diciembre de 2015: