Lo apuntamos en el análisis del barómetro del CIS correspondiente al mes de febrero: el 76.7% de los ciudadanos definía la situación política como mala o muy mala, +12.1 puntos en relación a quien describía así la situación económica. Si nos centramos en los datos, se registraban un aumento de 13.6 puntos respecto a quienes valoraban de forma negativo el contexto político en vísperas de celebrarse las elecciones generales y +6.8 puntos en relación al sondeo de hace un mes.
A la espera de que se publique la encuesta correspondiente al mes de marzo, en la que es muy posible que el pesimismo ante la política haya aumentado todavía más de forma paralela a la fecha de los 100 días sin Gobierno, hemos querido comprobar la evolución demoscópica desde 2013 con un fin: Demostrar cómo la preocupación ciudadana ha pasado de la crisis económica a la crisis política durante la pasada legislatura, una preocupación que, insistimos, es muy posible que haya aumentado al mismo tiempo que haya crecido también cierto optimismo en relación a la crisis económica.
Hemos agrupado las respuestas negativas (la situación X es mala/muy mala) recogidas por el CIS en relación a las variables citadas. Así, se comprueba cómo en el arranque de la serie, en enero de 2013 (antes de que estallara el caso Bárcenas), el pesimismo por la situación de la economía superaba en 13.4 puntos la preocupación por la política, en un momento de crisis y contestación de prácticamente todas las instituciones del Estado.
Esta evolución se mantuvo durante 2013, con la única excepción del dato registrado en el mes de octubre, mes en el que el 88.9% de la población definía como mala o muy mala la situación política, +3 punto respecto a la valoración del contexto económico. Sin embargo, a partir de enero de 2014, la diferencia se sitúa por debajo de los 5 puntos, con excepción de mayo de ese año, en el que se registró una diferencia de asi 6 puntos en la descripción negativa del contexto económico y el político.
En agosto de 2014, la mala impresión ciudadana sobre la evolución económica todavía era 3 puntos superior a la misma valoración de la política, aunque a partir de ese mes de otoño comienza a verse una tendencia a que se invierten las percepciones (1.7 puntos de distancia en octubre y noviembre). Hasta que el barómetro correspondiente al mes de diciembre confirma un vuelco que se ha mantenido durante todo 2015 con dos excepciones: En el mes de abril, el 68.1% definía la situación económica como mala o muy mala (+4.4 puntos respecto a quien valoraba así el contexto político); y junio, con una diferencia de 0.1 puntos que recaía en el contexto político.
A partir del mes de agosto de 2015, la diferencia de percepción de ambos contextos es un hecho, así como la percepción de que la situación política es peor que la económica (+5.8 puntos en agosto y octubre, +8 puntos en enero y el +12.1 citado anteriormente). Si observamos el inicio y el final de la serie, comprobamos que la definición negativa del contexto político apenas ha variado 0.7 puntos en la ciudadanía (77.4% en enero de 2013 y 76.7% en la última encuesta del CIS analizada).
No es literal, pero la evolución de los datos nos permite inferir algunos procesos vividos en el periodo reseñado que puede explicar el vuelco en las percepciones ciudadanas:
- La crisis económica dejó de existir para grandes y pequeños desde finales de 2014, año en el que España empezó a registrar datos positivos en macroeconomía (el PIB cerró con un aumento del 1.4% frente a la caída de 1.7% en 2013). Más allá de las heridas provocadas por la crisis, la recesión y el austericidio, se difundía la idea de que las cosas iban bien en materia económica, lo que se comenzó a notar claramente en los datos del CIS (desde el inicio y el final de la serie registramos una caída de 26 puntos en relación a la percepción negativa del contexto económico).
- La diferencia de percepción de ambas esferas comenzó a reducirse a partir de enero de 2014. Recordemos que, durante ese mes, se fundó Podemos, que dio la sorpresa en las elecciones para renovar el PE y que vio cómo las encuestas, desde ese momento, le otorgaron intenciones de voto en aumento (hasta situarse como segunda opción, por delante del PSOE).
- Es sintomático que la ciudadanía comenzara a vislumbrar un cambio en el equilibrio de fuerzas que, todavía en diciembre de 2014, era una promesa, aunque la percepción pesimista por la política llegó a casi el 88%. Sin embargo, en apenas cuatro meses bajó al 63.7% (-24 puntos). Parecía que a la ciudadanía no le preocupaba el exceso las estimaciones de los sondeos sobre intención de voto que aventuraban renovaciones en el poder autonómico y local (que llegó en el mes de mayo).
- Hasta diciembre de 2015, mes en el que se registró el menor pesimismo respecto al contexto político (63.1%), abril aportaba los datos más bajos. Es importante reseñar que ambos barómetros se publicaron con datos recogidos durante los meses inmediatamente anteriores a la celebración de elecciones, lo que parece indicar que el ciudadano no tiene tanto miedo a manifestar en las urnas su deseo de cambio pero sí lo refleja en los sondeos elaborados a posteriori.
- Entre las explicaciones, los buenos resultados de Podemos y sus marcas en las elecciones locales y autonómicas del mes de mayo y la constatación, a partir del verano, de que la nueva situación política requerirá de altas dosis de diálogo. Así, vemos cómo es justo tras las elecciones del 20D cuando la ciudadanía percibe un empeoramiento del contexto político, derivado, seguramente, por la imposibilidad de llegar a acuerdos que garanticen la gobernabilidad del país (algo que también se dio en las semanas posteriores a la formación de los gobiernos autonómicos y locales).
- Sea como fuere, durante 2015 vemos cómo los porcentajes por el contexto político van cayendo de forma paulatina, aunque las distancias respecto a la percepción del contexto económico se hacen más pronunciadas. Una explicación puede tener que ver con la aceleración en la recuperación económica (2015 cerró con un incremento del PIB en el 3.2%) y las dudas que despierta los cambios en la esfera política.
Por lo tanto, parece claro que la diferencia en los últimos meses en relación a los contextos político y económicos tiene que ver con la fragmentación parlamentaria registrada tras el 20D y, sobre todo, a la sensación de parálisis en relación a la búsqueda de salidas para garantizar la gobernabilidad del país. Esta percepción se hizo más patente desde el mes de agosto, cuando estaba claro que el electorado del PP y del PSOE mostraba intención de fragmentar su voto, con el consiguiente auge de Podemos y C’s.