Esta viñeta de Ricrdo, publicada en el diario El Mundo, explica, mejor que cualquier titular, el resultado de la reunión a tres que este jueves reunió a los equipos negociadores de Podemos (con Pablo Iglesias al frente), C’s y del PSOE con el fin de facilitar la investidura de Pedro Sánchez como próximo presidente del Gobierno.
A falta de tres semanas para que expire el plazo que obligaría a convocar nuevas elecciones para el 26 de junio, las posturas, en apariencia, siguen lejanas a pesar de que el PSOE insitía el viernes en que aún es posible optar por la vía del 199 (suma de los escaños de los tres partidos en el Congreso). El portavoz parlamentario socialista apuntó esta idea, pasando por encima de los vetos que tanto C’s como Podemos se han impuesto mutuamente:
«Está claro que la vía del 161 (suma de escaños del PSOE, Podemos, Compromís e Izquierda Unida) no es posible. Y está claro que la vía del 130 (suma de escaños PSOE-Ciudadanos) tampoco lo es. Sólo nos queda la vía 199, la de un gran acuerdo transversal, que a los socialistas nos sigue pareciendo posible, por muy difícil que parezca»
Tampoco ahondó en una de las últimas exigencias que C’s planteó las negociaciones: Su entrada en un hipotético Gobierno del PSOE, una estrategia que durante la campaña negó con el argumento de que C’s sólo estaría en el Gobierno si ganara las elecciones. Durante esta semana, el portavoz de la formación en el Congreso, Juan Carlos Girauta, apuntó: «En este momento, la idea es que ese gobierno para el que pedimos el apoyo tiene que estar constituido por miembros de PSOE y Ciudadanos». Y la explicación, la debilidad de un «gobierno monocolor del PSOE para tirar adelante como gobierno».
El jueves se confirmó que C’s y Podemos venderán muy caro el apoyo a un Gobierno presidido por Pedro Sánchez. Sin embargo, jugamos todavía con la posiblidad de un acuerdo para facilitar la formación de ese gobierno por el coste electoral que supondría volver a convocar a la ciudadanía en las urnas por la situación de bloqueo político al que los distintos partidos jugaron durante este periodo de interinidad.
La imposibilidad de llegar a acuerdos ha ayudado a que Pedro Sánchez haya ganado en liderazgo de un partido que no remonta en los sondeos sobre intención de voto, a que el PP haya quedado autoexcluido de cualquier diálogo y que unos y otros hayan exhibido la pérdida de dosis de inocencia (sobre todo entre C’s y Podemos) que se ha completado con una crisis interna pública y publicitada (en el caso de Podemos).
El PSOE y la necesidad de formar Gobierno
Resulta evidente que Sánchez ha ganado empaque durante estos meses. El líder del PSOE, siempre cuestionado internamente, que ha llevado al partido a los peores resultados de su Historia y que cuenta con escasa proyección electoral, ha liderado el tiempo político desde que decidió optar a la investidura tras la parálisis del PP.
En sus intervenciones, Sánchez proyecta presidencialismo y, sobre todo, cierto control en el reparto de cartas. Tanto él como su equipo saben que sólo un milagro les permitirá salir vivos si se convocan nuevas elecciones, a las que podría volver a presentarse como cabeza de lista pero con la puerta de salida indicada tras quedar, en el mejor de los casos, como segunda fuerza política. Es posible que sea el partido al que más le perjudiquen las tres semanas que faltan hasta que expire el plazo legal para lograr la investidura, y eso se acerque la fecha.
Eso explica que el PSOE siga jugándose todo a la carta de que Sánchez finalmente será investido presidente del Gobierno con el apoyo de C’s y de Podemos. Los mensajes de los últimos días buscan responsabilizar a la formación morada del supuesto fracaso de esas negociaciones puesto que Ferraz sabe y asume que su principal competidor en las urnas hoy es Podemos (y no tanto C’s).
C’s, con un ojo en las encuestas
No hay duda. C’s es el partido que saldría más beneficiado si se volvieran a convocar elecciones generales. Al menos es lo que reflejan todos los sondeos sobre intención de voto, con resultados inflados o no. La formación que lidera Albert Rivera ha ganado en estos meses entre 1-6 puntos en representación, de acuerdo al estudio demoscópico al que nos refiramos gracias a una estrategia basada en:
- Un rechazo frontal al PP que representa Mariano Rajoy y su equipo de Gobierno. Los casos sobre corrupción que han ido apareciendo durante estos meses refuerza la idea de que Rajoy es un líder amortizado y que el partido podría ganar un aliado si se retirara de la primera línea. Es una opción que siempre está presente ahí y que conviene no ignorar.
- Una actitud basada en facilitar la gobernabilidad, aunque su apoyo al PSOE sume finalmente 130 diputados (7 más de los que tiene el PP en solitario). En un país en el que lo habitual es que los políticos de enfrenten en público de manera descarnada, ésta es una estrategia sorpresiva y que le hace ganar enteros.
- La confrontación directa contra Podemos, con veto incluido. Esta decisión puede ser arriesgada: Puede ser del gusto de sus votantes pero le impide ganar más músculo electoral precisamente entre los electores que el pasado 20D dieron su confianza a Podemos como uno de los partidos nuevos que se presentaban a los comicios.
Según los sondeos, C’s podría ser uno de los menos perjudicados si se volvieran a convocar elecciones generales, pero hay asuntos que le invitarían a facilitar el acuerdo como sea:
- C’s es un partido sin estructura organizativa, algo que se puso se manifiesto en las elecciones generales y que explica, en parte, por qué los resultados finales fueron más discretos de lo esperado. Si se repitieran las elecciones, podría sufrir un efecto parecido ya que, en medio año, apenas han tenido tiempo en armarse organizativamente. A este supuesto hay que sumar el endeudamiento por la campaña anterior y lo que costaría la campaña futura.
- C’s echó un órdago para evitar que Podemos lidere la negociación a tres con el PSOE: la entrada en el Gobierno a través del control de ministerios. Esta iniciativa rompe la estrategia que siguió C’s tras las elecciones autonómicas y locales, en las que apoyó con su voto la investidura de los líderes de los partidos ganadores tras hacerles firmar un documento de medidas. En esta ocasión, C’s rompería sus propias reglas y asumiría un gobierno de coalición (sin necesidad de que Albert Rivera sea presidente de ese ejecutivo). Es decir, la campaña por su querencia de sillones algo de lo que siempre acusó a Podemos, se le podría volver en contra.
Podemos y el juego del Risk
El Risk es un juego de mesa de estrategia militar en el que se disputan batallas por el control de territorios. La primera rueda de prensa de Pablo Iglesias, tras la decisión de Sánchez a postularse como candidato a presidir el Gobierno, fue la evidencia más clara de lo que estaba por llegar.
El 20D, el partido de Pablo Iglesias capitalizó el voto de enfado de una parte del electorado ubicado en la izquierda y, sobre todo, de nuevos votantes y abstencionistas. El planteamiento de la campaña electoral le permitió incluso coquetear con la posibilidad de sobrepasar al PSOE como el principal partido de la izquierda, algo que habría ocurrido si finalmente hubieran ido en confluencia con IU. Este debate sigue activo a la espera de que se convoquen elecciones o no, a las que Podemos llega tocado.
Sus problemas internos en la cúpula directiva, aderezados con informaciones permanentes que añaden dudas sobre su financiación, se suman a las posibles culpas que le podrían recaer como el partido que hizo lo posible para naufragar el acuerdo con el PSOE (y por lo tanto, la convocatoria de elecciones). El tono de las informaciones sobre la reunión a tres mantenida el jueves ya indican que, al menos en la prensa oficial, la versión oficial pasa por responsabilizar a Podemos del fracaso del acuerdo por su negativa a flexibilizar sus condiciones.
Es posible que Podemos midiera mal la fuerza del PSOE, algo que ya le ocurrió en la campaña electoral, cuando minusvaloró la fuerza organizativa del partido (pese a su posicionamiento mediático). Así, la decisión de Sánchez de echarse en los brazos de C’s, renunciando al frente de izquierdas y la alianza con partidos independentistas o nacionalistas, le situó entre la espada y la pared, una posición que se ha ido complicando al calor de los sondeos y de la propia vida interna de Podemos.
La formación morada siempre ha defendido que su llegada a la política perseguía un fin concreto: Poder cambiar las cosas. Sin embargo, hay que tener en cuenta la fuerza de la que dispone y poder rentabilizar esa fuerza. De ahí que se planteen varios movimientos de cara a las próximas semanas:
- Existe la posibilidad de seguir con las negociaciones a tres bandas con el fin de facilitar la investidura de Sánchez y un gobierno con participación de los tres partidos. Este supuesto, hoy por hoy, parece muy difícil de conseguir.
- Podemos podría romper la baraja y retirarse de las negociaciones para preparar las elecciones generales. La aparición de Pablo Iglesias en El Hormiguero hace pensar en esta opción que tiene ante sí varios problemas:
- 1) los problemas financieros de Podemos, que tiene dos frentes: el bombardeo de informaciones en la prensa sobre donaciones de terceros países y la propia supervivencia de una estructura que se nutre de voluntarios que llevan más de dos años de trabajo gratis sin conseguir «tocar poder».
- 2) Podemos sigue con su viaje hacia el centro, con una pérdida de radicalidad que se hace cada vez más evidente, y que podría provocar una paradoja: Acercarse a votantes que ya tienen en otros partidos sus referentes y dejar huérfanos a los electores más radicales. También hay que contar con el desgaste de las negociaciones y la sensación de que Podemos ha cedido demasiado por realismo político
- 3) La alianza con Unidad Popular no está nada clara en este punto, y ésa sería la única manera de sobrepasar al PSOE como segundo partido
- 4) La posibilidad de un fracaso en la estrategia con el acuerdo, en el último momento, de cierto apoyo del PP a la posible alianza de PSOE y C’s, una suerte de Gobierno de gran coalición con la formación de Albert Rivera. Este supuesto dejaría a Podemos como el único partido en la oposición pero aventuraría una legislatura muy complicada en términos de cambio político real.
Podemos podría optar por facilitar la investidura de Sánchez, que a su vez podría optar por ese Gobierno con C’s o no. En la práctica, habría roto con cierta imagen de partido-bloqueo y habría facilitado el cambio posible. Como C’s en Andalucía o en Madrid, podría vender la idea de que ese gobierno sería el «mal menor» y que sí habría un cambio sustancial en relación a lo que representa el PP. Y, mientras, se podría armar tanto a nivel interno (con decisiones organizativas que, seguramente, le hará perder todavía más referentes asamblearios) como externo (armando una alternativa política al PP y, sobre todo, a lo que representan PSOE y C’s).
Si lo hacen bien, ésta podría ser la salida que más réditos le haría sacar a corto y medio plazo, algo que ya podría haber ocurrido, en la segunda votación de la investidura de Sánchez, si la dirección de Podemos no hubiera reaccionado a la nueva amistad de PSOE y C’s como si hubiera sufrido un ataque de cuernos. La reacción de la dirección, criticando el no sistemático de PSOE y C’s a las propuestas de Podemos y planteando una consulta a las bases para que certifiquen, o no, las negociaciones a tres avanzan que la formación morada parece dispuesta a dar la batalla para no aparecer como la principal responsable del fracaso en las negociaciones.
Los ‘populares’, fuera de juego
Desde que Mariano Rajoy se retiró de la primera línea, argumentando que carecía de los votos necesarios para intentar una investidura, el PP ha asistido a todo el proceso como mero espectador. Génova se ha limitado a repetir que lo lógico es que gobierne la lista más votada (aunque tenga sólo el 28.7% de los votos y 123 diputados, contando con el asiento de Gómez de la Serna) y a preparar nuevas elecciones que, a priori, se afrontarían como Rajoy como cabeza de lista.
Es, probablemente, a lo máximo que ha podido aspirar mientras el partido se desangra por los casos de corrupción y los problemas internos que la gestión de esos casos está provocando. Y también ante la explosión de polémicas internacionales, como la del acuerdo de la UE con Turquía por la gestión de los flujos de refugiados, o los Papeles de Panamá, que han cogido al Gobierno en funciones. Y que han evidenciado la estrategia que ha regido buena parte de la acción del Ejecutivo durante la legislatura pasada: La ausencia de explicaciones.
Sin embargo, en esta partida, es posible vislumbrar varias opciones:
- La más evidente, el deseo de celebrar nuevas elecciones. Los sondeos sitúan al PP como el partido más votado pero sin capacidad de remontar los malos resultados obtenidos el pasado mes de diciembre. Los trabajos más optimistas le sitúan en torno al 30% de intención de voto; muchos otros le hunden hasta el 25%, con C’s como el partido que estaría mordiendo en su electorado de forma más clara (junto con la abstención). Un resultado parecido si se repiten las elecciones volvería a situarle como el partido que repartiría las cartas en el nuevo escenario, pero su debilidad sería evidente, sobre todo si C’s escala de forma abrupta.
- Por eso, quizás el PP pudiera estar buscando que no haya elecciones. La foramción tiene aún una carta que podría exhibir en algún momento de las tres semanas que faltan para que expire el plazo legal para convocar nuevas elecciones: Un recambio en su liderazgo que pudiera facilitar un acercamiento con C’s o incluso con el PSOE. Y eso contando con la posibilidad de que el PP se pudiera abstener para facilitar un Gobierno de Sánchez, una opción que ya se barajó en Andalucía en relación a la investidura de Susana Díaz hace apenas un año.
Sea de una forma u otra, ya queda menos para que se desvele la incógnita de este larguísimo periodo de incertidumbre política.