Otro aviso en la primera vuelta de las presidenciales austriacas

Hace una semana, Austria se sumó a la lista de países que comienzan a coquetear, de forma cada vez más evidente, con la ultraderecha. Y lo hace de la misma manera que Francia, Hungría o Polonia, tres de los países que desde hace años son el ejemplo más claro de cómo los partidos de extrema derecha se están reformando para competir con éxito en los procesos electorales.

Los ciudadanos dieron la sorpresa (relativa) el último fin de semana del mes de abril: Norbert Hofer, el candidato del Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), superó la primera vuelta de las elecciones presidenciales con más del 35% de los votos. Hofer, que aparecía en primera posición según las encuestas sobre intención de voto, superó las expectativas y se enfrentará, en segunda vuelta, al ecologista Alexander Van der Bellen, que obtuvo el 21.34% de los votos y que, presumiblemente, concentrará el voto de los votantes del resto de partidos políticos.

La segunda vuelta, que se celebrará el próximo de mayo, registra otra curiosidad que indica perfectamente lo que está ocurriendo también con el sistema político y parlamentario austriaco: Será la primera vez desde 1945 que el presidente del país no procede de uno de los dos partidos tradicionales, los socialdemócratas [SPÖ] y el Partido Popular [ÖVP], cuyos candidatos obtuvieron el 11.28% de los votos por un lado y el 11.12%  respectivamente. Ambos fueron sobrepasados por la candidata independiente y expresidenta del Tribunal Supremo Irmgard Griss: CapturaAustria

Los analistas explican el éxito de Hofer en varios puntos:

  • La crisis por agotamiento de gobiernos de coalicións entre las dos fuerzas tradicionales desde 2005 que, sobre todo, ha servido para desdibujar cualquier proyecto al margen del pensamiento único (y hasta no hace mucho, mayoritario en el país).
  • Hofer es la cara amable del partido, de aspecto juvenil y con una parálisis parcial causada por un accidente de parapente, ha hecho campaña a favor de los derechos de las personas con discapacidad. En sus mítines, usaba un tono amable y educado, lejos de la agresividad que muestran otros líderes del partido. Eso le hace parecer un moderado, una concepción que se cae cuando se escuchan sus discursos.
  • Sin embargo, transmite el mismo ideario de otros líderes bien conocidos. Entre sus mensajes: «El futuro de Austria está únicamente en manos de los niños de aquí, hijos de padres y madres que también nacieron aquí»; «El servicio de empleo austriaco debe atender primero a los austríacos. Un presidente toma decisiones para todos, también para los que acaban de llegar al país, pero en primer lugar para los austríacos. Ese es mi compromiso»; «El islam no es parte de Austria y si mantenemos nuestra política en el año 2050 la mitad de los menores de 0 a 12 años de todo el país serán musulmanes. No quiero que Austria sea un país de mayoría musulmana».
  • Representa el discurso euroescéptico y en contra de la inmigración, algo que se plasma sobre todo en sus opiniones sobre los refugiados que Austria debe o puede admitir. El año pasado, Austria acogió a 90.000 refugiados y este año se ha comprometido a recibir a otros 37.500, cifras que sirvieron para que Hofer asegurara: «Necesitamos controlar nuestras fronteras. Austria no es la seguridad social de medio planeta». Y, como hemos señalado en otras ocasiones, esta discurso cala también los partidos sistémicos, que comienzan a lanzar mensajes para intentar atraer parte de ese voto de descontento. Así, el pasado mes de marzo, Viena anunció construcción de una barrera en su frontera con Italia, decisión que llegó tras la entrada en vigor del acuerdo firmado entra la UE y Turquía (y que se traducía en que se retomaban viejas rutas para llegar a Europa).
  • Hofer combina ese discurso con una actitud de izquierdas en políticas sociales.

Tras su triunfo, que se amplió en los estados que están sirviendo de tránsito de refugiados, Hofer amenazó con hacer uso de la potestad de disolver el Parlamento antes de las elecciones de 2018. Y eso a pesar que la presidencia austriaca es, sobre todo, un cargo protocolario, de autoridad moral y de representación.

Señales de un proyecto agotado

Desde hace unos años, los países que conforman la UE no dejan de lanzar señales a propósito de la ruptura del consenso posterior a la Segunda Guerra Mundial y que fue el que sirvió de filosofía para el proceso político que comenzó desde entonces. Después de 1945, los horrores de la guerra vivida inocularon principios que han regido en la vida política y moral de Europa hasta hace unos años:

  • La necesidad de la unión de países que durante años fueron enemigos declarados y que habían conducido al continente a dos guerras totales.
  • Esta unión, que siempre se tuvo claro que tenía que ser política y militar, se basó primero en la economía, ante la evidencia de que Europa había dejado de ser el centro del mundo, sobrepasada por EEUU y la URSS, nuevas potencias mundiales. Con los años, Japón, China y los BRICS se sumarían a la lista de países con vocación a sustituir al continente europeo como potencias económicas.
  • La consideración de que no se podían repetir los errores que se produjeron durante el periodo de Entreguerras en relación a la humillación de unos países, como castigo por haber sido derrotados en la Primera Guerra Mundial, con unas condiciones eocnómicas que servirían de caldo de cultivo para opciones de ultraderecha.
  • El principio de que Europa occidental debía frenar la expansión de la URSS y que eso pasaba por establecer las bases para un consenso entre clases sociales para constituir un Estado de bienestar protegido por la socialdemocracia (que había renunciado ya claramente a hacer la revolución) y los partidos conservadores (y democratacristianos).
  • La protección del individuo y de las comunidades frente a los excesos de sistemas políticos institucionalizados que partían del control y que llegaron a la exterminación de personas por el hecho de tener un tipo de adscripción religiosa, racial o ideológica que se pretendía contrario al sistema imperante.
  • Derivado del puinto anterior, el concepto de Europa (occidental) como lugar seguro para minorías perseguidas en todo el mundo, lo que hizo desarrollar el concepto de atención y recepción del refugiado.

Este sistema comenzó a saltar por los aires a finales de los años ’70 y ’80, con la ruptura del consenso en relación al Estado de bienestar en plena ola de neoliberalismo económico que tuvo un efecto inmediato: En los barrios obreros de las ciudades europeas comenzaron a perder apoyo las fuerzas de izquierda (comunistas y socialista) en beneficio de los partidos de derechas, y posteriormente, de la ultraderecha. Entre los motivos, la renuncia por parte de la izquierda a disputar y defender su diseño del mundo, lo que derivó en una rendición ante los principios que se certificaron en el Consenso de Washington y que hoy forma parte de la estrategia para adelgazar el Estado en todas sus vertientes, con partidos socialistas colaborando en ese desmantelamiento.

En los años ’90, esos conceptos se apuntalaron con la idea del Nuevo Orden Mundial, nacido al calor de la desaparición del bloque soviético (y por lo tanto de la amenaza al sistema único), una suerte de «fin de la historia» en la que el capitalismo y la democracia liberal se convertían en las bases de los sistemas políticos que se asumían por oleadas de democratizaciones. No es casualidad que el Frente Nacional francés comenzara a cosechar algunos de sus triunfos electorales en estos años o que Jörg Haider, el candidato del FPÓ en las legislativas austriacas del año 2000, diera el primer aviso cuando intentó la nominación como primer ministro, hecho que no se produjo ante la amenaza de la UE por la ideología del candidato.

Desde el 11-S y la sucesión de atentados terroristas en suelo europeo, la reconfiguración de Europa se completó con la idea de que la seguridad justificaba el recorte de derechos y libertades ciudadanas (casi siempre con el aplauso unánime de esos mismos ciudadanos). Este recorte se ha ampliado con la concepción del  terrorismo de corte islamista como único enemigo global de Occidente y con la consideración del Islam como la gasolina que da forma a ese terrorismo, con hechos tan notables como que Bruselas, una de las capitales del proyecto europeo, se encuentre prácticamente en estado de sitio tras los atentados sufridos hace unas semanas.

La crisis financiera, que comenzó en 2008 en EEUU y que se extendió rápidamente a todo el corazón del capitalismo financiero occidental, sólo sirvió para dar una vuelta de tuerca más a una visión ideológica que parte del supuesto de que el Estado debe dejar de garantizar cierto colchón a sus poblaciones más desfavorecidas y que, por lo tanto, la prestación de servicios sociales (sanidad, educación, pago de pensiones de cara a la jubilación) debe ser asumido por empresas privadas. Es decir, en pleno parón económico, con el consiguiente crecimiento del desempleos, los distintos gobiernos decidieron dar una vuelta de tuerca más a las poblaciones más desfavorecidas.

Este proceso se ha completado con las consecuencias de las intervenciones militares bajo mandato de la OTAN ( o de EEUU con apoyo de sus aliados tradicionales) en Oriente Medio y Norte de Africa. Hablamos, por supuesto, tanto de las guerras de Irak y Afganistán, como las intervenciones en relación a las distintas primaveras árabes, que derivaron en guerras civiles con apoyo extranjero en Libia, Siria o Yemen. Las consecuencias inesperada (para los que diseñaron estas acciones) son claras: La aparición de organizaciones terroristas (pero no sólo) que luchan con Al Qaeda por lograr su hegemonía en la zona y la consiguiente expulsión de ciudadanos de estos países para no ser monedas de cambio en el diseño geopolítico de Oriente Medio.

No es casualidad que dos de los países que más críticos se han mostrado con la llegada de refugiados de los países en conflicto sean precisamente, Hungría o Austria, mientras que en Alemania también se siguen lanzando señales en las urnas que indican que una parte de la población no está en absoluto de acuerdo con la política de refugiados asumido por el gobierno de coalición de Angela Merkel.

CODA. El pasado fin de semana se celebró el congreso de Alternativa para Alemania (AfD) en Stuttgart en el que, además de proclamar que el partido está «para que Alemania vuelva a ser un país auténticamente libre y patriótico», el 61% de los delegados votó a favor de acercarse a los partidos de ultraderecha.

Para completar el combo, en el programa electoral se aprobaron cuestiones como el abandono del euro y la vuelta al marco; la prohibición de los minaretes y del burka; la eliminación de áreas administrativas; la defensa del salario mínimo interprofesional; una posición contra la privatización de seguros de desocupados; y la abolición de los impuestos industriales, de sucesión y sobre el patrimonio.

Luego nos sorprenderemos del apoyo que reciben entre las clases populares estas ofertas políticas y electorales completamente abandonadas por la socialdemocracia desde hace lustros.

Acerca de llegalaultima

Politóloga y periodista en transición
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