Austria se encuentra dividida en dos mitades. Es la conclusión que se extrae de los resultados de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en las que Norbert Hofer, el candidato ultraderechista del Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) obtuvo el 51.9% de los votos frente a Alexander Van der Bellen, el candidato ecologista, que se quedó con 48.1%de los votos, a falta de contabilizar el voto por correo.
Con los datos del voto por correo ya contabilizados (900.000 papeletas, el 14% de los 6.4 millones de electores), la balanza finalmente se inclinó del lado del candidato ecologista, que consiguió el 50.3%de los votos, apenas 30.000 votos más que su rival, en unas elecciones históricas por varios motivos.
Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, a la segunda vuelta no pasaron los candidatos de los dos partidos tradicionales que se ha disputado la gobernabilidad del país desde entonces y que gobiernan en coalición desde 2013. Tanto los socialdemócratas [SPÖ] como el Partido Popular [ÖVP] confirmaron en estos comicios que no son alternativa para el ciudadano de a pie, con consecuencias políticas.
Tampoco parece que hayan sido muy contundentes sus mensajes sobre la necesidad de evitar la victoria de la ultraderecha, mensajes que no pasaron por pedir el voto para Van den Bellen [el SPÖ de Viena se saltó la decisión del partido y sí lo hizo]. En Austria no se ha dado el mismo escenario que vimos en las elecciones presidenciales francesas del año 2002, en las que Jean Marine Le Pen pasó a la segunda vuelta frente a Jacques Chirac, que se convirtió en presidente gracias, en parte, a que los socialistas pidieron el voto para el candidato de la entonces UMP.
Líneas de ruptura que deberían alarmar
Los resultados de las elecciones, con una participación del 60.7% del electorado (-7.8 puntos respecto a la primera vuelta), vuelven a confirmar una línea de ruptura en el caso austriaco entre el centro y la periferia (Hofer ganó en todas las regiones excepto en Vorarlberg y en la capital, que se decantaron claramente por Van der Bellen) y entre el campo y la ciudad. El candidato ecologista ganó en todas las grandes ciudades del país (Viena, Innsbruck, Graz, Linz, Salzburg y Klagenfurt). El mundo rural se rindió totalmente al candidato ultraderechista:
Como se detectó en Francia y Hungría y se comienza a detectar en Alemania, se está produciendo una brecha generacional en el comportamiento electoral. Así, los jóvenes (y por lo tanto menos implicados con la Historia construida sobre la derrota del fascismo europeo) comienzan a votar masivamente a candidatos ubicados en la ultraderecha.
Según un sondeo de Orf, Sora e Isa ampliamente difundido por los medios de comunicación austriacos, los menores de 30 años optaron mayoritariamente por Van der Bellen (54% frente al 46% que votó por Hofer). Esta distancia se acortó entre los mayores de 60 años (el 51% votó por el candidato ecologista y el 49% por Hofer) mientras que los votantes de 30 a 59 años optaron preferentemente por el candidato ultraderechista (52% frente al 48% que votó por Hofer).
Otra línea de ruptura tiene que ver con el comportamiento electoral de acuerdo con la clase social. Y en Austria, igual que ha ocurrido en otros países, se está produciendo un cambio en los barrios obreros y entre los trabajadores, que antes votaban a los partidos comunistas o socialista, hacia opciones de ultraderecha.
Tras años en los que no han contado en las agendas de la llamada izquierda exquisita, más preocupada por hablar de clase media que se abordar en serio la desigualdad creciente, a estos sectores les comienza a convencer el mensaje que prioriza a los nacionales, el cierre de fronteras (sobre todo en plena crisis de refugiados) y un social patriotismo de rostro amable, ya muy lejano de los símbolos y las exhibiciones propias del fascismo europeo.
En el caso de Austria, el 86% de los obreros manuales votó por Hofer, porcentaje que se quedó en el 53%entre los autónomos y en el 49% entre los pensionisatas. El apoyo cayó al 40% entre los trabajadores por cuenta ajena (6 de cada 10 votaron por Van der Bellen) y se quedó en el 45% entre los funcionarios.
Hofer fue elegido por 6 de cada 10 hombres, relación que se invirtió en el caso de las mujeres: el 60% votó por el candidato ecologista. También hubo cambios en relación con el nivel de formación de los votantes: el apoyo al candidato ultranacionalista baja estrepitosamente según aumenta el nivel formativo (sólo el 19% de los universitarios y el 27% de los que tienen una maestría habría votado por su candidatura frente al 67% de los que tienen enseñanza básica). Entre los votantes con educación media, el apoyo a Hofer fue del 58% (frente al 42% del candidato ecologista).
Este domingo, Hermann Tertsch escribía en el diario ABC: «Este movimiento tectónico que se anuncia desde hace lustros por el agotamiento de los partidos tradicionales tuvo su detonante en la crisis de los refugiados que estalló el pasado año y que ha tenido en Austria uno de sus escenarios principales«.
Y es que la fiesta podría no haber hecho más que empezar. El próximo año, Austria celebra elecciones legislativas en las que, según un sondeo de Gallup publicado hace una semana, el FPÖ podría convertirse en la primera fuerza con el 34% de los apoyos (+13.5 puntos respecto al porcentaje de voto recibido en las elecciones de 2013). La socialdemocracia pasaría del 26.8% de los votos al 21%, por detrás del ÖVP, que perdería 2 puntos en intención de voto (hasta el 22%). Los Verdes apenas ganarían 0.7 puntos respecto a 2013 (del 12.4% al 13%) mientras que Neos ganaría dos puntos (del 5 al 7%).
CODA. El diario The New York Times publicó este fin de semana un gráfico interactivo que permite detectar el giro a la derecha (o a la ultraderecha) registrado en los países europeos desde los años 90 hasta la actualidad. Como hemos señalado en otras ocasiones, atención a la evolución de países como Hungría, Polonia, Austria, Francia, Finlandia o Suecia. Mención especial a Alemania (por sus implicaciones históricas) pero también a Italia (porque la Liga Norte ha ido perdiendo apoyo). Como siempre, ni Portugal ni España aparecen en esta lista por la anomalía histórica de carecer de un partido situado a la derecha de los partidos conservadores con opciones de recabar el apoyo de ese votante medio.