Debate 13J: Dejad que Mariano sea Mariano

Parece que ésa fue la principal consigna que el jefe de campaña del PP, Jorge Moragas, y el sociólogo de cabecera de Génova, Pedro Arriola, transmitieron a Mariano Rajoy para afrontar el único debate a cuatro de los candidatos a presidente del Gobierno que se celebrará en toda la campaña electoral.

Durante más de dos horas, volvimos a confirmar que en España tenemos un problema con un formato que favorece monólogos, con periodistas que renuncian a su trabajo para ser meros transmitores del turno de palabra y con políticos que acuden a los platós de televisión a hablar de su libro y no a debatir. El escenario ideal para el presidente del Gobierno en funciones, que se confirmó este lunes como un especialista: Datos macroeconómicos, lugares comunes en relación a la corrupción, ataques más o menos explícitos a la inexperiencia de sus rivales y una actitud que estuvo a punto de rozar la arrogancia cuando pidió a sus contrincantes que se estudiaran la lección antes de acudir a un debate de ese tipo.

Rajoy afrontó el debate con la posibilidad de ser el objetivo para los ataques de Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias, como le ocurrió a Soraya Sáenz de Santamaría en el debate a cuatro celebrado hace medio año. Era un riesgo que había que correr pero que no se dio: Es posible que Rajoy no ganara el debate pero, sin duda, no lo perdió. Y eso, teniendo en cuenta la valoración tan baja que obtiene entre los votantes y el peso de la gestión del PP durante la legislatura 2011-2015, con la corrupción llamando a las puertas de Génova 13, es un mérito.

El candidato del PP a La Moncloa no perdió, ni siquiera cuando sus contrincantes le reprocharon el empobrecimiento generalizado en sus cuatro años de mandato y, sobre todo, que cruzara los brazos ante la corrupción generalizada en su partido. La tranquilidad del candidato del PP, el único que exhibió una voz presidenciable, fue tan pasmosa que sólo hay una explicación para su actitud: Génova da por descontado que la corrupción ya no les pasará factura en las urnas, sobre todo ante rivales que, como Rajoy se dedicó a demostrar en varios momentos, no están a la altura del momento que vivimos.

Rajoy vendió mucha economía y recuperación, pasando por encima de los avisos que llegan desde la CE sobre la multa a España por el déficit excesivo o la evidencia del empobrecimiento de las clases medias y trabajadoras gracias, entre otras cosas, a su reforma laboral. La consigna de Génova es que el trabajo, aunque sea de mala calidad, nos hará libres y ése fue el mantra exhibido durante el primer bloque. El candidato del PP se mostró tranquilo a pesar de sus habituales balbuceos y momentos de desconcierto cuando Vicente Vallés le sugirió por qué habría que creerle ahora cuando en la campaña electoral de las elecciones de 2011 aseguró que no habría recortes y luego hizo todo lo contrario.

En el otro extremo del plató se encontraba Pablo Iglesias, con camisa blanca y sin la corbata que últimamente le acompaña a todas partes. Durante toda la noche se dirigió a Rajoy como si Unidos Podemos fuera la única alternativa, asumiendo lo que marcan las encuestas sobre intención de voto. Hubo propuestas (pocas) y, en general, Iglesias se mostró serio y sin demasiada voluntad de atacar a sus rivales. Sí se dirigió a Pedro Sánchez para remarcarle que Unidos Podemos no era el rival del PSOE y para pedirle que explicitara cuál iba a ser la actitud del partido tras las elecciones en relación a la política de pactos. Un dardo envenenado dirigido al secretario general socialista, que se sabe en la cuerda floja si las urnas arrojan el resultado para su partido que plantean los sondeos.

Lo hemos dicho en muchas ocasiones: La posición del PSOE no es sencilla en estos momentos, con un partido a su izquierda que se alimenta de su granero de votos y con la incapacidad de extenderse hacia el centro por el espacio ocupado por C’s, quien fue su socio de Gobierno. Durante el debate, el líder del PSOE trató de recuperar el título de líder del principal partido de la oposición, dirigiéndose en todo momento a Rajoy en sus críticas y sólo, de vez en cuando, a Iglesias por haber dicho no a su investidura.

De forma coherente con la campaña del PSOE, exhibió el mantra de la pinza mágica entre PP y Unidos Podemos, algo que a Felipe González le funcionó en la campaña electoral de 1993 pero que esta vez no cuaja a pesar del trabajo de afiliados y simpatizantes en las redes sociales con montajes como éste:

CapturaPPPodemos

Asimismo, se notó el pacto de no agresión firmado con C’s: apenas hubo críticas a Albert Rivera, como recoge el gráfico elaborado por el diario El País sobre las menciones que cada uno realizó:

Capturamenciones

El líder de C’s se mostró bastante más seguro que en el debate celebrado hace seis meses en Atresmedia (en realidad, todos lo estuvieron). Sin embargo, el tiempo ha pasado y es evidente que tanto Podemos como C’s han perdido el cetro de partido novedoso. En el caso de Rivera, eso se notó en un debate en el que estuvo desaparecido, en el que volvió a recuperar las recetas habituales del partido en materia económica y con un discurso contundente en relación a la corrupción, único momento en el que Rivera volvió al papel que nos tenía acostumbrados y en donde sacó de quicio a Rajoy.

Hemos tardado unos días en decidirnos a abordar el debate en el blog por varios motivos: El principal, que es posible que el del 13 de junio sea el peor de los debates electorales que hemos visto en los últimos años y el que menos influencia puede tener en el electorado (sobre todo ese 32% que, según el CIS, no declara el sentido de su voto). A pesar de ello, tuvo un 57% de share y fue seguido por 10.4 millones de espectadores.

También porque el debate fue un refrito de las propuestas que ya conocemos hasta la extenuación y porque, esta vez, no hubo magia en los minutos de oro con el que los candidatos pidieron el voto para sus respectivos partidos el 26J. Sí quedó claro que Sánchez estuvo mejor de lo que se esperaba y que, como era previsible, ninguno cometió un error garrafal que pudiera empeñar el resto de la campaña electoral. Sorprendió, eso sí, el conservadurismo de Iglesias, menos incisivo y contundente que en otras ocasiones. Parece que Unidos Podemos tiene en muy buena consideración los sondeos que apuntan a que no les hace falta arriesgar en excesvo para conseguir un buen resultado.

Acerca de llegalaultima

Politóloga y periodista en transición
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