Turquía retomó este viernes la tradición golpista de su Ejército (cuatro entre 1960 y 1997) A primera hora de la noche comenzaron a llegar informaciones en relación a la ocupación, por parte del Ejército, de lugares estratégicos en Estambul y Ankara, con el consiguiente llamamiento a la población para que se refugiara en casa.
La presencia del Ejército en las calles se acompañó de imágenes de aviones caza que sobrevolaron las principales ciudades del país muy cerca del suelo y con la presencia militar en lugares simbólicos como los puentes sobre el Bósforo, el aeropuerto internacional de Estambul o la televisión pública.
Pasadas las dos de la mañana, se registró una explosión en la sede del Parlamento, la entrada de militares en la sede de CNN Turquía cuando ésta emitía en directo y se informaba de heridos por tiroteos en distintos puntos en refriegas entre militares golpistas y agentes de policía.
A pesar de la confusión inicial, no hubo muchas dudas: El primer ministro turco,Binali Yildirimi, habló claramente de una intentona golpista y denunció publicamente que un grupo de militares «había tomado ilegalmente las armas saltándose la cadena de mando», que se había producido un «levantamiento» y aseguró estar al mando. «No permitiremos que triunfe», dijo. Se habló de la acción de un grupo minoritario y, horas después, los servicios secretos turcos confirmaron que el golpe de Estado había fracasado, por falta de apoyo en lo que antes denominábamos poderes fácticos y también en la calle.
Imagen de AP
Un golpe de Estado difundido al minuto
Las redes sociales se convirtieron en la plataforma que dio eco a movimientos extraños en Estambul y Ankara durante la tarde del viernes. Twitter y Facebook sirvieron para seguir en directo lo que estaba ocurriendo en Turquía, a pesar de las denuncias que apuntaban a que tanto Youtube como esas aplicaciones habían sido bloqueadas. Una constante cada vez que hay cierta contestación interna en Turquía, como hemos visto durante estos años.
El aparente bloqueo de las redes sociales no impidió que se pudiera seguir lo que ocurría en el país, con informaciones (a menudo por contrastar), vídeos e imágenes que iban glosando que estábamos ante un golpe de Estado militar clásico. La prueba la tuvimos a medianoche, cuando los militares golpistas emitieron un comunicado a través de la televisión pública en el que anunciaban «la toma de control sobre la administración del país» y la creación de un «consejo de la paz» que garantizará la seguridad del país «independientemente de raza, lengua o religión». También impusieron el toque de queda y la ley marcial que fueron violadas sistemáticamente a lo largo de la noche.
El golpe de Estado se produjo cuando el presidente, Tayipp Erdogan, se encontraba de vacaciones en Bodrum. De ahí que, en los primeros momentos, la duda giraba en torno a su paradero, con la difusión de rumores que apuntaban a que habría pedido asilo en Alemania.
Antes de la medianoche, hora española, el presidente turco rompió su silencio e intervino en directo a través de la aplicación FaceTime de IPhone. En declaraciones a CNNTürk, Erdogan hizo un llamamiento para que sus partidarios se defendieran del golpe en la calle: «Insto a nuestra gente, a todo el mundo, a que llene las plazas del país para darle (al ejército) la respuesta necesaria». Ironías de la vida: Erdogan, el principal responsable de la represión del movimiennto Occupy Gezi, con el bloqueo de Twitter y Facebook, finalmente usó una aplicación para remarcar que seguía al frente del país y para reclamar el apoyo de sus partidarios frente a la intentona golpista.
La respuesta fue inmediata. Durante toda la noche se difundieron a través de Twitter imágenes en las que se veía cómo cientos de personas salían a la calle de las principales ciudades para rechazar el golpe de Estado con banderas nacionales turcas. Erdogan se jugaba así baza más potente, aun a riesgo de tensionar una situación que derivara en enfrentamientos en la calle: Demostrar que el apoyo que recibe en las urnas desde las elecciones de 2003 también se trasladaba a la calle.
De la equidistancia a la condena de la comunidad internacional
Durante las primeras horas del golpe de Estado, los principales actores de la comunidad internacional guardaron un enigmático silencio sólo roto con llamamientos a la contención por las partes. Como si se esperara a ver si el golpe fracasaba o no, durante las primeras horas no hubo una condena expresa de la sociedad internacional. Éste fue el tuit con el que la responsable de Política Exterior de la UE valoró el golpe de Estado:
Según transcurrió la noche, sí comenzó a virar esa posición equidistante, sobre todo cuando se constató que la asonada no era tan masiva como parecía por la primera reacción de Erdogan. Entendemos que ayudó a virar la posición las condenas expresas del golpe de Estado por parte de los partidos de la oposición al AKP, como fue el caso del Partido Republicano del pueblo (CHP) y del Partido Democrático de los Pueblos (HDP, kurdo).
En la comunidad internacional, la condena más directa llegó, en primer lugar, desde EEUU, país que mostró su respaldo al orden constitucional establecido. Barak Obama también señaló que «todos los partidos de Turquía deben apoyar al Gobierno democráticamente elegido»:
El secretario general de la OTAN también se inclinó por ese mensaje bien entrada la madrugada. Hasta entonces, silencio absoluto por parte del organismo al que pertenece Turquía como miembro de pleno derecho desde la década de 1950.
Por su parte, desde Rusia se instó a evitar un derramamiento de sangre en Turquía. Su titular de AAEE lo dejó meridianamente claro: «Por supuesto, nosotros partimos de que es necesario evitar cualquier enfrentamiento sangriento y solucionar todos los problemas que surgen en cada país exclusivamente en el marco constitucional».
Un aviso a navegantes
Desde hace meses se venía especulando con el malestar creciente del Ejército turco, contestado desde las instituciones con una depuración de los elementos más conflictivos, ante la deriva del país en varios frentes:
- El juego que Tayipp Erdogan, presidente del país desde 2014, decidió jugar en relación a Oriente Medio, con Siria, Irán y el IS como puntales de una política exterior no siempre clara. En las últimas semanas, Ankara se ha postulado públicamente como país central en la zona debido a su posición para gestionar los flujos de refugiados hacia Europa procedente de los países en conflicto y también como pieza clave para buscar una solución a la guerra de Siria.
- El intento golpista ocurre apenas una semana después de la reunión anual que celebró la OTAN en Varsovia en la que Rusia volvió a aparecer como la principal amenaza para la Alianza (Rusia y no el terrorismo islámico, conviene resaltar). También después de que Turquía se haya confirmado como uno de los objetivos del terrorismo yihadista (la última acción, la registrada en el aeropuerto internacional de Estambul, con 41 muertos).
- Este movimiento se produce dos semanas después de que Ankara decidiera iniciar pasos para normalizar sus relaciones con Rusia e Israel con dos objetivos: Estar en la solución de los problemas derivados de la situación de Palestina y Siria y equiparar la lucha contra el terrorismo del IS con la del Partido de los trabajadores del Kurdistan (PKK). El gesto que se esperaba, las disculpas a la familia del piloto ruso que murió en Siria después de que la Fuerza aérea turca derribara su caza.
- La propia deriva interna del AKP, desde que aceleró su programa para islamizar el país, un programa que tuvo su epicentro en las protestas que hace tres años confluyeron en el movimiento Occupy Gezi, sofocado por la policía en la calle (con el beneplácito de la UE y de EEUU) y por los ciudadanos en las urnas con la victoria de Erdogan en las presidenciales de marzo de 2014 y del AKP en las legislativas celebradas en 2015.
- También por los casos de corrupción (que arrastra desde finales de 2013, sin que ello impidiera ser elegido presidente del país con el 51% de los votos en marzo de 2014) y la situación económica que vive el país, que hace unos meses sí se apuntó un tanto en política exterior al negociar con la UE convertirse en el gendarme que gestione los flujos de inmigración hacia Europa a cambio de reabrir capítulos relacionados con la futura adhesión a la UE.
Sea como fuere, el Gobierno turco volvió a señalar a los seguidores de Fethullah Gulen como los instigadores del golpe de Estado, una idea en la que insistió Erdogan en su primer mensaje tras aterrizar en el aeropuerto de Estambul. Gulen, una figura controvertida que, desde finales de 2013, aparece como rival directo del AKP, reside en EEUU, país que ha ignorado las peticiones de extradición realizadas por Ankara por movimientos conspirativos contra el país.
Hasta las primaveras árabes, recordemos, Turquía fue presentada como modelo de democracia exportable hacia los países de Oriente Medio y Próximo. Esta noche se habló directamente de un nuevo intento por acabar con el islamismo político en una zona que cada vez más se proyecta como un avispero que abarca más países.
CODA. La intentona golpista, que el Gobierno turco dio por fracasada este sábado, concluyó con la muerte de 265 personas y la detención de 2839 militares acusados de haber participado en la asonada militar. Y, como nos temíamos, está siendo usada para reforzar aún más el protagonismo de Tayyip Erdogan en la Turquía presente y futura.
Tras señalar a Fefhullah Gulen como instigador del golpe de Estado y volver a pedir a EEUU su extradición, se sucedieron en el país los movimientos habituales que persiguen, sobre todo, reforzar el poder vigente aun a costa de una restricción de los derechos y las libertades. Así, el Alto Tribunal de Jueces y Fiscales, la más alta instancia judicial del país, ordenó la destitución de 2.745 jueces porque serían afines a la «estructura paralela» que perseguían crear los golpistas y se han comenzado a cerrar diarios digitales.
La premura con la que se han tomado estas decisiones arma la teoría de que lo que vimos el viernes fue un autogolpe de Estado por parte del AKP para reforzarse políticamente. Una versión que convive con la de un golpe de Estado organizado desde el Ejército que habría esperado que se sumaran otros sectores políticos y sociales del país.
Esta segunda teoría explicaría por qué la comunidad internacional se tomó su tiempo para reaccionar ante lo que estaba pasando en Estambul y Ankara y, tal vez, las declaraciones del ministro de Trabajo turco, que apuntó a que EEUU estaba detrás del golpe de Estado, extremo que negó el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, que avisó de que este tipo de afirmaciones dificultan las relaciones bilaterales entre Ankara y Washington.
Sea como fuere, está claro que la figura de Erdogan ha salido muy reforzada y que el país parece caminar hacia una mayor islamización de la vida cotidiana que convivirá con una mayor restricción democrática. Erdogan, como siempre, gana.