El acuerdo entre PP y C’s incrementa la presión sobre el PSOE

«El PSOE no se doblega ante chantajes». Declaración de intenciones del secretario general del PSOE tras la reunión mantenida con el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, con la sombra del acuerdo firmado por el PP y C’s de cara a la investidura. Tras un encuentro breve, de apenas media hora, Pedro Sánchez trasladó que la postura de su partido será un no a Mariano Rajoy, al que responsabiliza del fracaso anunciado de la segunda votación: «Si no sale adelante su investidura es responsabilidad de Rajoy. Su derrota anunciada es solo responsabilidad de Rajoy y de su incapacidad».

Ferraz es consciente de que, tras la firma del acuerdo entre PP y C’s, junto al pacto alcanzado con Coalición Canaria (CC), las miradas vuelven a dirigirse a lo que finalmente harán los socialistas, habida cuenta de las declaraciones de dirigentes históricos y presentes a favor de facilitar el desbloqueo de la situación política con la abstención de siete diputados socialistas. Un supuesto que hoy parece impensable a juzgar por la posición oficial defendida por el líder del partido y sus portavoces.

En todas las quinielas aparece que, tras el acuerdo con C’s y CC, Rajoy sumaría 170 diputados, uno más que el que en 2008 dio la presidencia del Gobierno a José Luis Rodríguez Zapatero. Sobre este argumentario pivotaron este lunes las declaraciones de la prensa y también las del propio Rajoy, quien aseguró que seguirá «intentándolo con el PSOE» aunque fracase su investidura. Casi nadie recuerda que existe una diferencia notable respecto al arranque de la legislatura en 2008: En esa ocasión, el PSOE negoció la abstención de PNV, CiU, IU, ICV, BNG, CC y NaBai, un supuesto que, salvo sorpresa, no se producirá este viernes.

El líder de los socialistas habló del día después de la previsible derrota de la candidatura de Rajoy como presidente del Gobierno en los siguientes términos: «Los procesos de investidura son procesos vivos, cambian, son dinámicos y veremos qué pasa». Sin confirmar ni desmentir, cobró vuelo de nuevo la posibilidad de que él mismo vuelva a intentar ser investido presidente del Gobierno, una ecuación que pasa por obtener el plácet de su partido para abrir negociaciones con Unidos Podemos (71 diputados), ERC (9), CDC (8) y, tras las elecciones vascas, con el PNV (5 escaños). O por garantizarse que sólo el PP votaría en contra de un Sánchez apoyado por su partido y por Unidos Podemos (156 diputados)

Estamos, pues, ante los mismos escenarios posibles que apuntámos hace unos días:

  • Candidatura de Rajoy con el apoyo de CC y C’s, con posibilidad de presentar a otro candidato cuando fracase la segunda votación.
  • Candidatura de Sánchez en una suerte de frente de izquierdas con los nacionalismos periféricos.
  • Posibilidad de presentar a un técnico consensuado por los partidos mayoritarios.
  • Dejar morir la legislatura de cara a las terceras elecciones generales en un año. El 1 de noviembre el Rey, en cumplimiento del art. 99 de la CE, convocaría las elecciones para el 25 de diciembre.

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Viñeta de Idígoras y Pachi en El Mundo

La crisis política que no cesa

Meses después de la primera constatación del cambio en el sistema de partidos en España, volvemos a retomar viejas reflexiones en relación a la capacidad de los distintos partidos para amoldarse a esta nueva situación. No es ninguna novedad que el PP ha necesitado, y necesita, de una mayoría aplastante para poder gobernar, debido, en buena medida, a su escasa cintura (por ser sutiles) en sus borracheras de mayoría absoluta. Es evidente que Génova tiene problemas muy serios para arbitrar consensos con el resto de formaciones y sólo la actitud del PSOE, a la hora de negociar asuntos de Estado, ha propiciado esos acuerdos desde los tiempos de José María Aznar.

Su negociación con C’s para conseguir sus votos para la candidatura de Rajoy puede servir como correctivo, aunque con muchos matices. Ciudadanos, que hizo del derrumbe del actual presidente del PP un asunto vital, finalmente ha aceptado no sólo la presencia de Rajoy como candidato a la presidencia del Gobierno, sino una vuelta de tuerca sobre lo que es corrupción versus mala praxis adminstrativa y/o política. Algo que ni siquiera permite olvidar las afirmaciones en relación a que el partido de Rivera ha obligado al PP a aceptar un programa de centro en lo económico y en lo social.

Por su parte, el PSOE ha confirmado, durante estos meses, que su travesía en el desierto prosigue y que los problemas de su principal adversario ideológico, Podemos, no se traducen por el momento en una recuperación sustancial de votantes y sí en un descrédito aún mayor del sistema de representación que el que cristalizó en el movimiento 15M. Todo parece indicar que una repetición de las elecciones podría beneficiar, sobre todo, al PP, con un perjuicio claro hacia las dos fuerzas emergentes.

Por lo tanto, estaríamos en una situación parecida a la que vivió el país en noviembre de 2011, cuando la derrota sin paliativos del PSOE se tradujo en la mayoría absoluta del PP, un resultado en las urnas que no le protegió del descrédito que le hizo perder cuatro millones de votos en apenas cuatro años.

Ignacio Urquizu escribió que el 15M respondió a una «crisis de representación donde los ciudadanos han perdido parte del control que ejercían sobre sus representantes y donde los dirigentes políticos han dejado de estar atentos a las demandas ciudadanas» [La crisis de representación en España. Editorial Catarata. 2016].

Tras estos meses de bloqueo institucional, podríamos estar ante un nuevo caldo de opinión que profundiza en ese descrédito. En esta ocasión, cobran fuerza las sugerencias en torno a la utilidad de votar, hecho al que indirectamente se refirió a su manera la vicepresidenta del Gobierno en funciones, Soraya Sáenz de Santamaría, en la última rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros: «Unas terceras elecciones en un año serían inexplicables y harían daño al sistema».

Sáenz de Santamaría se refiere a un sistema incapaz de adaptarse a las señales que, desde mayo de 2010, avanzaron una crisis política y de representación sin precedentes desde la Transición política. Un sistema que tampoco ha encontrado un camino para recuperar la confianza ciudadana con la aparición de formacions políticas de nuevo cuño, por mucho que Rivera empeñe su imagen.

CODA. Éste ha sido el discurso con el que Mariano Rajoy ha solicitado a la Cámara Baja ser investido presidente del Gobierno, que ha pivotado sobre dos ejes: Reclamar apoyo de la cámara para facilitar la gobernabilidad y para impulsar la recuperación económica, con apuntes sobre la defensa de la unidad de España.

Una vez amortizados los casos de corrupción que han salpicado a la dirección del PP, Rajoy ha preferido tirar de argumentos que parecían dirigidos a la ciudadanía y no a sus representantes, a los que apenas se ha dirigido, quizás en un intento de reforzar la idea de que, llegados a este punto, cada uno sabe cuál es su deber y, sobre todo, el coste de no asumirlo. Rajoy, que suel,e venderse como un político previsible, se salió del guión que apuntaba a que estos días asistiríamos a una presión importante sobre Pedro Sánchez y el PSOE.

En este sentido, compartimos el análisis de Enric Juliana en La Vanguardia: «El jefe del Partido Popular quisiera seguir gobernando como si tuviera mayoría absoluta y quizás esté comenzando a pensar que una tercera convocatoria electoral, con más de la mitad del país perplejo e irritado tras un año entero de insólito bloqueo político, puede serle notoriamente beneficiosa. “Por un Gobierno fuerte en una España unida”. Este será el lema de los populares en Navidad, si el PSOE de Pedro Sánchez se encierra en el fortín de El Álamo. El discurso no pretendía seducir a los socialistas, ni a ningún otro partido. Ni siquiera pretendía seducir a la opinión pública (…)  El discurso pronunciado esta tarde es un aviso: en términos políticos, el PP saldrá a romper piernas si la actual situación desemboca en unas terceras elecciones. Rajoy ha pronunciado esta tarde uno de sus discursos más aznarianos. Y no hay discurso aznariano sin duras referencias a Catalunya«.

 

Acerca de llegalaultima

Politóloga y periodista en transición
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