Lo apuntábamos este martes: el acuerdo firmado por Ciudadanos y el PP, con el voto afirmativo del diputado de Coalición Canaria, haría recaer toda la presión en el PSOE. La derrota de Mariano Rajoy en la votación celebrada tras el primer debate de investidura, con 170 votos a favor y 180 en contra, ha logrado lo imposible: Poner de acuerdo a propios y extraños sobre el partido en quien debe caer la responsabilidad del bloqueo político del país.
Las portadas de la prensa de información general lo tienen claro: Pedro Sánchez es el principal responsable de que hoy estemos más cerca de repetir las elecciones generales que de lograr investir a un candidato presidente del Gobierno. Es decir, la responsabilidad recae en el líder del principal partido de la oposición, de manera que queda desdibujada la responsabilidad de la formación que ha decidido que Rajoy vuelva a ser el candidato a ocupar el Palacio de la Moncloa, a pesar del rechazo que su figura y su legado generan.
Más allá de las fobias y filias y de la casualidad de que medios tan aparentemente distantes como El País, El Mundo y La Vanguardia titulen de forma muy parecida, la votación celebrada en el Congreso de los diputados ha servido para volver a poner las cosas en su sitio:
- Dos meses después, ha quedado meridianamente claro que el PP no ganó las elecciones generales del 26J. Los ‘populares’ lograron 137 escaños que, sumados a los de sus socios de investidura, suponen 170 diputados. Una cifra importante pero, a tenor del resultado de la votación, insuficiente.
- Desde las elecciones generales de diciembre de 2015, hemos señalado en numerosas ocasiones que todos los caminos pasan por lo que haga el PSOE. Con una particularidad: Este momento de protagonismo le llega cuando el partido está reventado internamente y dirigido por un líder cuestionado por propios y extraños. Este miércoles todos los ojos se dirigieron a la bancada socialista, a la espera de que alguien hubiera hecho entrar en razón a Pedro Sánchez. No fue así.
- El PP en general y Mariano Rajoy en particular han experimentado en carne propia el rechazo que generan en el resto de formaciones del arco parlamentario. Entre los votos en contra de la investidura de Rajoy encontramos los de dos partidos socios en otros momentos (PNV y CDC), los del PSOE, los de Unidos Podemos y confluencias, EHBildu y los de ERC. A la espera de lo que ocurra este viernes, no hubo ninguna abstención, lo que echa por tierra el discurso de que Rajoy acudió al Congreso en una situación parecida a la José Luis Rodríguez Zapatero en 2008.
- Durante su primera intervención, el presidente del Gobierno en funciones apenas se dirigió a C’s para agradecerle el acuerdo de investidura firmado el pasado lunes. Rajoy ponía en evidencia lo que ya no es ningún secreto: Mantiene una nula relación con Albert Rivera y asumió el documento pactado por ambos partidos por pura supervivencia.
- El líder de C’s correspondió este miércoles con una apelación directa al centro y a hacer de su partido el árbitro que acerque a PP y PSOE. El gran peligro, dejar todo el espacio de la oposición a Unidos Podemos, formación contra la que arremetió en reiteradas ocasiones por dedicarse a contemplar la realidad y no a actuar para cambiarla. De paso, dejaba en vía muerta la posibilidad de un acuerdo entre C’s, PSOE y Unidos Podemos para desplazar al PP del poder, una opción reclamada desde diferentes sectores.
- La dialéctica Sánchez/Rajoy resultó muy dura y significó el preámbulo del resultado de la votación que llegaría por la tarde. El líder del PSOE ajustó cuentas con Rajoy pero no explicitó si, tras la previsible derrota de Rajoy en la votación que se celebrará este viernes, dará un paso al frente para convertirse en el próximo presidente del Gobierno.
- El enfrentamiento entre Mariano Rajoy y Pablo Iglesias fue ameno y sirvió para que el presidente del Ejecutivo en funciones se volviera a exhibir como un parlamentario capaz de responder con ironía, humor y ciertas cifras edulcoradas que respaldaban de forma positiva su gestión. Iglesias hizo una primera intervención desquiciada, en un tono mitinero, con un contenido muy del gusto de sus votantes más fieles pero muy flojo a la hora de despuntar como el partido de izquierdas de referencia. Durante sus réplicas, insistió en el ataque al PP y a C’s, dirigiéndose al PSOE de una manera más cortés respecto a los que no tienen acostumbrados. La intervención de Iglesias, por lo tanto, sirvió para dar alas a la posibilidad de una alternativa de izquierdas, quizás tras las elecciones vascas.
- El nacionalismo vasco y el catalán constituyeron algunos de los principales ejes de confrontación entre Rajoy y los portavoces parlamentarios de PNV, ERC y En Comú Podem. El PP se refuerza en la idea de la unidad de España, para la que pide ayuda al resto de formaciones, frente a los desafíos soberanistas que no cesan en Cataluña y, veremos, en Euskadi. Génova tiraba así de una de las ideas fuerza más rentables de su trayectoria política, el modelo de Estado, en un intento de acorralar aún más al PSOE, partido que por ahora parece dispuesto a aguantar el farol que lanza Génova. Veremos hasta cuándo.
Más allá de consideraciones o sorpresas relativas ante un guión que se desarrolló según lo previsto, este miércoles Rajoy sufrió una de las consecuencias de confundir un sistema parlamentario con otro presidencialista, sobre todo en un país en el que, desde el 20 de diciembre, se apostó por aumentar la fragmentación política. No hay señales que indiquen que la votación de este viernes vaya a deparar un resultado muy diferente.