Hace apenas una semana escribíamos a propósito de la crisis más o menos pública en la que se ha embarcado durante estos días en Podemos a propósito de la renovación de la dirección del partido en Madrid. Este martes, los dos líderes sobre los que pivota la crisis interna, Iñigo Errejón y Pablo Iglesias, expusieron públicamente en sus cuentas de Twitter cuál es la base del problema que afronta el partido en estos momentos desde el punto de vista orgánico:
Al margen del proceso que vivió UPyD hasta su práctica desaparición, no se recuerda un caso en el que los dos máximos exponentes de un partido discutan en público sobre los problemas orgánicos de un partido. Y que se haga de manera tan cruda. Mucho menos se recuerda que ese debate ocurra a pocos días de dos procesos electorales que comenzaron con un objetivo: Que tanto En Marea, en Galicia, como Podemos, en Euskadi, fueran la fuerza alternativa al partido más votado.
Hoy, en Euskadi parece difícil que la formación morada logre adelantar a EH-Bildu (y ahí están, por ejemplo, los mítines de cada uno como termómetro de expectativas) y, a pesar de que En Marea aparece como la segunda fuerza en casi todos los sondeos sobre intención de voto, existen 300.000 indecisos que, en general, suelen terminar recalando en los partidos tradicionales durante los últimos días de la campaña.
Tras el revuelo montado, los dos protagonistas de la película decidieron rebajar el tono apelando, como siempre, a la excepcionalidad de Podemos y a su capacidad para debatir públicamente sobre sus problemas.
Mensajes lanzados, quizás, para tranquilizar a los distintos sectores del partido que, de una manera u otra, llevan semanas posicionándose ante la batalla que, con total seguridad, y a pesar del aviso de este martes, se abrirá a partir del 26 de septiembre ante dos asuntos:
- El propio liderazgo del partido tras confirmarse que Pablo Iglesias comienza a ser una rémora. No hay más que recordar que Iglesias obtiene una valoración tan negativa como Mariano Rajoy, según todos los sondeos. La disputa de Madrid dará muchas pistas sobre este punto.
- Lo que Podemos quiere ser: Ese partido «diferente» al que apelaba Iglesias (y que probablemente tiene que ver con lo que era el proyecto en su nacimiento) o una formación con vocación de «atrapalotodo», capaz de leer propuestas defendidas por los partidos tradicionales, basadas en lo que Rita Maestre definió este martes como «sentido común».
Más allá del liderazgo, que en este caso no es un problema menor, Podemos se enfrenta estos días a un elección difícil que puede marcar su propia supervivencia en el futuro. Debe decidir si quiere ser un partido de Gobierno, lo que en un contexto como el actual supone tener capacidad de negociación con el resto de formaciones para ir o no a gobiernos de coalición, o un partido que sólo aspire a gobernar si consigue el apoyo de la mayoría.
Una vez confirmado que ha perdido buena parte de la frescura y el halo de novedad en la que justificó su propia aparición, el partido debería aprovechar el fin del ciclo electoral para frenar y pensar lo que quiere ser en el futuro, una vez que las urnas han remarcado que, por el momento, no es alternativa electoral al PSOE y que el PP comienza a rearmarse.
Resulta del todo insólito que las distintas corrientes hayan decidido iniciar el proceso con la partida abierta en Galicia y Euskadi y con la evidencia de que, tras el 25S, comenzará la negociación para ir a unas terceras elecciones generales o no. A todos los efectos, Podemos afrontará este proceso más debilitado que hace meses.