Una de los rasgos del PSOE en los últimos años es que cada vez resulta menos previsible, también a la hora de dilucidar sus problemas internos en público. Antes de las elecciones de Galicia y Euskadi ya estaba meridianemente claro que tras la debacle socialista en las dos CCAA supondría el pistoletazo de salida para un ajuste de cuentas que lleva pendiente desde que Pedro Sánchez decidió que quería ser presidente del Gobierno.
Tras los primeros resultados en las urnas, desde el socialismo andaluz se pidió asumir responsabilidades, una petición a la que, a lo largo de este lunes, se fueron sumando federaciones como la de CLM (con el añadido de la ruptura del acuerdo de investidura anunciado por Podemos) o referentes como Eduardo Madina o José Blanco, antiguo jefe del actual secretario general socialista.
La respuesta de Ferraz tampoco resultó ser una sorpresa: Se confirmó en la Comisión Permanente que las informaciones filtradas hace unos días no eran un rumor y que convocará primarias el próximo día 23 de octubre y que el partido celebrará el 39 Congreso, pospuesto desde el mes de marzo, entre los días 3 y 4 de diciembre. Es decir, el secretario general del PSOE busca reforzar su liderazgo una semana antes de que expire el plazo legal para celebrar nuevas elecciones si no hay acuerdo de investidura y, en el caso de que fuéramos convocados a las urnas el 18 de diciembre, el partido estaría dedicado, durante el primer fin de semana de campaña, a tomar decisiones orgánicas.
Tras el anuncio de Ferraz, desde Castilla-La Mancha y Andalucía, por ejemplo, reseñaron que el partido no estaba ahora para celebrar un congreso, algo que tiene más sentido si recordamos que la excusa para no convocarlo cuando tocaba era que el partido estaba volcado en que la negociación para que hubiera un Gobierno en España. Meses después, el país sigue en la misma situación pero ahora para Sánchez y los suyos ése no es un problema.
Es posible que éste sea uno de los argumentos que se destacarán en la reunión del Comité Federal, convocada para el próximo sábado, que se celebrará con el órdago de Sánchez sobre la mesa. Desde hace días, se viene publicando que es posible que los críticos al secretario general puedan conseguir los votos suficientes para impedir que se ejecuten los planes que desea Ferraz, con las implicaciones que ello conllevaría: Dimisión de Sánchez y nombramiento de una gestora que dirija el partido hasta la celebración del 39 Congreso. Sea como fuere, la imagen del partido queda otra vez dañada ante la evidencia de que estamos ante una guerra de poder y no tanto de modelo de partido o de proyecto de país, que es precisamente lo que las urnas son tozudas en demostrar.
Imagen de Sánchez la noche electoral. Fotografía de Javier Barbancho
Ese escenario, el de su dimisión, fue descartado por completo por el secretario general socialista. Sánchez compareció ante la prensa a primera hora de la tarde e insistió en que el Comité Federal aprobará dar la voz a la militancia porque queda tiempo suficiente para votar y luego decidir si se intenta un proyecto alternativo al PP «con las fuerzas del cambio» (sin descartar del todo a los independentistas) o se va a elecciones: «Asumo mi responsabilidad, planteo este congreso y la elección en primarias porque reconozco que existe un debate a la vista de las declaraciones públicas de significativos dirigentes territoriales. Está abriendo una división que nos perjudica electoralmente y por eso lo hago». Sea lo que se elija, el objetivo es que el partido vuelva a actuar «unido y con una sola voz«, algo que, según dijo, no ocurre en estos momentos: «No tiene ningún sentido que yo intente hablar con otras fuerzas políticas y se me cuestione desde dentro».
Tras dedicar buena parte de su intervención al PP y a Mariano Rajoy, sin apenas autocrítica por los resultados del partido en Galicia y Euskadi, el líder socialista justificó la convocatoria de las primarias y del congreso federal para dar cabida al debate que lleva abierto mucho tiempo sobre el papel que debe jugar el PSOE. Argumentó que él defenderá un proyecto de izquierdas, claramente diferenciado del PP y autónomo, por lo que dio por hecho que el partido, bajo su liderazgo, no facilitará la investidura de Rajoy. Al mismo tiempo, apeló a los que quieren que el partido sea otra cosa, un mensaje dirigido a sus críticos, a los que indirectamente situó a su derecha, más cerca del PP.
Es decir, la pelota está en el tejado de los críticos y buscará contraponer el proyecto del «aparato, que permitiría gobernar al PP, frente al que hipotéticamente defiende Sánchez y buena parte de la militancia socialista. Los llamamientos a que aguante la presión externa no dejan de sucederse incluso en sectores que, ni mucho menos, suponen la base electoral socialista ni estaría dispuesto a dar su confianza a Sánchez si hoy se celebraran elecciones.
Otra resaca electoral agónica
Se abre una semana muy complicada para el PSOE y, una vez más, la resaca electoral es la excusa para la guerra interna que evidenciará, sobre todo, la soledad de Sánchez respecto al ‘aparato’ del partido. Desde el PSOE andaluz, ya se habla de mala fe en la elección de los plazos para reforzar o no el liderazgo de Sánchez, habida cuenta de que la celebración de las primarias coincidirá con el debate del estado de Andalucía y con la negociación de los presupuestos autonómicos.
No es la primera vez que hablamos de la soledad de Sánchez, amurallado en Ferraz con el apoyo, escaso, de algunas federaciones que no pasan precisamente por su mejor momento político. El fracaso en Euskadi y Galicia sirve pues de excusa para que se pongan en evidencia todas las maniobras que, desde hace meses, se vienen sucediendo en torno a la federación andaluza, la misma, por cierto, que decantó la balanza a favor de Sánchez durante las primarias en las que se enfrentó con Eduardo Madina y Pérez Tapias.
Entonces, éstos fueron los resultados:
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Andalucía se configuró como un centro de poder. Sobre la mesa, aportó el 25% de los votos de todos los militantes socialistas en el país y de ahí procedió buena parte de los 41.000 avales que presentó Sánchez. Coherente con esa idea, el 61.14% de la militancia votó por el madrileño, +37.96 puntos en relación con el apoyo recibido por Madina, al que, en esta CCAA, parece que le ha dañado la candidatura de Pérez Tapias (5.222 votos y el 15.68% del censo).
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Otras CCAA en las que las diferencias entre ambos, a favor de Sánchez, fueron abultadas: Euskadi, la federación de Eduardo Madina (15.59 puntos); Aragón (24.86 puntos); Galicia (13.06 puntos); La Rioja (10.22 puntos); Canarias (21.02) y América (39.48 puntos).
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Por el contrario, hubo CCAA en las que Madina se impuso con claridad: Asturias (donde le ha sacado a Sánchez 12.99 puntos), Extremadura (12.51), Navarra (9.55) y la federación europea (27.06 puntos)
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En el resto de federaciones, la distancia entre ambos quedó reducida a menos de 7 puntos. Es el caso de Baleares (1.5 puntos a favor de Sánchez); Cataluña (3.05 puntos a favor de Madina), Comunidad de Madrid (6.64 a favor de Sánchez), Murcia (6.08 a favor de Sánchez), Comunidad Valenciana, la tercera en tamaño (4.83 puntos a favor de Sánchez), Cantabria (6.16 puntos a favor de Madina), Castilla-La Mancha (5.58 a favor de Sánchez) y Castilla y León (6.48 puntos a favor de Madina)
El secretario general socialista, aupado a ese cargo en julio de 2014, lo fía todo al apoyo de la militancia, que le dio la victoria en 2014 y que le respaldó en la consulta sobre el acuerdo firmado entre el PSOE y C’s el pasado mes de marzo. Lo que Sánchez ignora adrede es que esa militancia votó casualmente lo que marcaban con discreción los respectivos aparatos de las federaciones y que, durante la consulta, los críticos a Sánchez no llevaron a cabo una contracampaña.
Las primarias del 23 de octubre, si se celebran, serán un buen test para dirimir el estado interno del partido y, sobre todo, si el ‘aparato’ mantiene todavía su poder sobre las bases. A favor de Sánchez jugará, sin duda, la baza de su insistencia, por activa y por pasiva, que no facilitará un Gobierno del PP. Una decisión que debe explicarse en las líneas rojas que el Comité Federal, el máximo órgano de decisión entre congresos, marcó el pasado mes de enero: Ferraz no podría negociar con independentistas.
Desde hace semanas, esas líneas rojas adquieren una tonalidad mayor si tenemos en cuenta los contactos del PSOE y del PSC con Compromís y de éstos con ERC, por ejemplo, para facilitar una hipotética investidura de Pedro Sánchez con el apoyo de Podemos. El mismo partido que ha situado la derrota de los socialistas como el único argumento tras la paliza en las urnas del PP en Galicia o ante la evidencia de que EH-Bildu le sobrepasó en Euskadi.
A la espera del mirlo blanco
A la espera de lo que ocurra en el Comité Federal del sábado, la duda hoy es quién o quiénes serán los rivales de Pedro Sánchez en las primarias para secretario general. Casi todo el mundo da por hecho que la elegida será la presidenta andaluza, Susana Díaz, que afrontaría el proceso en una situación de debilidad enorme tras los sucesivos amagos y la guerra quemada que mantiene contra Sánchez desde que éste confirmó que no sería un hombre de paja.
A pesar de los resultados del partido en el país, Díaz puede argumentar que en Andalucía ha aguantado mejor que en otros territorios, un hecho que puede ser a su vez un gran problema en el resto del país. Díaz presenta un perfil muy andalucista, con una visión territorial que, digamos, no se compadece con lo que su partido defiende en Cataluña, Comunidad Valenciana (donde Ximo Puig se reunió recientemente con el presidente de la Generalitat), Galicia o Euskadi, por poner sólo unos ejemplos.
La presidenta de la Junta sería la candidata perfecta para que el PSOE asumiera que aspira, sólo, a ser un partido importante en el sur, algo que ya se plasmó en los sucesivos procesos electorales y que explica parte de la debacle del PSOE en el norte del país. Sin embargo, todo hace sugerir que su hipotética victoria, si la federación andaluza y otras la respaldan, no ayudaría en exceso a cerrar unas heridas que llevan abiertas desde, al menos, la marcha de José Luis Rodríguez Zapatero.
Es por ello que quizás lo más adecuado, en estos momentos, sería que apareciera un dirigente prácticamente desconocido para el gran público pero con cierto apoyo orgánico, sin demasiadas ataduras con el pasado y virgen de las purgas internas que ha ejecutado el equipo de Sánchez. Hay quien, en este punto, comienza a hablar de Eduardo Madina, un dirigente apoyado por el PSOE extremeño y asturiano y que está muy cercano últimamente a Susana Díaz y a los críticos al secretario general.
A nuestro juicio, hace falta alguien con un perfil dialogante que se empeñe en reconstruir o refundar el partido, dividido tras las batallas internas protagonizadas por Sánchez y su equipo frente al resto de las federaciones. Todo ello ante un partido que, a la espera de que concluya el ciclo electoral, parece que todavía no ha tocado suelo electoral y que va camino de la irrelevancia en Euskadi (aunque termine apoyando un Gobierno de PNV), en Madrid o en Galicia.
Quizás ha llegado el momento en el que el PSOE deba dirigir sus esfuerzos a lograr ese objetivo, su propia reconstrucción interna, y no tanto a garantizarse la supervivencia política personal a través de un acceso al poder que podría ser el inicio del abrazo del oso de Podemos, siempre y cuando la formación morada logre domesticar sus ganas de autodestrucción. Parece evidente, para todos, que Sánchez no es esa persona. Hay muchas dudas también de que Susana Díaz sea también la elegida.
CODA. Mientras se sucedían las reacciones y críticas en el partido, con muchos referentes del partido pidiendo la cabeza de Sánchez, Ferraz intentó ‘vender ‘ a la prensa el nuevo aspecto de la sede. Todo un símbolo: paneles de madera natural que evocan las colinas sembradas que dibujó José Ramón Sánchez para el cartel electoral de Felipe González en 1979. En la práctica, tal y como se comprobó en la comparecencia de Sánchez, un desierto sobre el que quedó situado el líder del PSOE. No se nos ocurre una metáfora mejor.