Pedro Sánchez ha ganado la partida a sus críticos. El hecho mismo de que esta mañana se celebre el Comité Federal convocado antes los descalabros electorales en Galicia y Euskadi (donde el descalabro este viernes es hizo mayor al constatarse que el PSE ya no será la pieza fundamental para apuntalar un nuevo Gobierno del PNV) muestra que el secretario general del PSOE ha logrado aguantar el envite.
Por si quedaba alguna duda, a última hora de esta tarde, Sánchez lanzó un aviso a navegantes en una comparecencia sin preguntas de la prensa: El secretario general del PSOE presentará su dimisión si el comité federal decide que el Grupo parlamentario se abstenga una nueva investidura de Mariano Rajoy: «Si el comité federal decide que hay que pasar a la abstención, no puedo administrar una decisión que no comparto».
En un tono muy distinto a las comparecencias de estos días, Sánchez se marcó el mismo farol que en 1979 lanzó Felipe González en el 28 Congreso del PSOE en relación al abandono del marxismo. Y quedó clara cuál es la estrategia del partido: Se ha pasado del plebiscito a su continuidad como líder a un plebiscito sobre la abstención del PSOE ante un Gobierno de Rajoy (que no del PP). Si tenemos en cuenta el rechazo que la figura del presidente del Gobierno en funciones causa a los que no son votantes del PP, este posicionamiento obligará a los críticos a un trabajo de pedagogía que casa muy mal con los marcos abrazados durante la crisis del partido.
El cambio de tono de Sánchez, que insistió en dirigirse a la militancia de tú a tú, parece indicar que su opción no tiene los votos suficientes en el Comité Federal para sacar adelante sus propuestas. Aun así, está por ver cuál será su reacción si finalmente pierde la votación ante el máximo órgano de funcionamiento del partido entre congresos y si Patxi López, elegido por los dos sectores enfrentados como el llamado a mediar, consigue apaciguar los ánimos de guerra total y las posibilidades de que todo el asunto acabe en los tribunales.
Viñeta de Ricardo en El Mundo
Un conflicto por motivos no del todo explicados
A la espera del desarrollo de acontecimientos, en las próximas horas, está a punto de concluir una semana eterna en la que el antiguo partido que más se parecía a España, por su capacidad para obtener representación de forma transversal, se ha liado la manta a la cabeza en una guerra descarnada en el mismo foco mediático. Ironías de la vida, esos mismos medios están siendo obligados a seguir los acontecimientos a pie de calle debido a la negativa de la dirección a, como es habitual, cederles espacio para que puedan trabajar.
El objetivo era que Sánchez no llegara vivo al Comité Federal y se ha fracasado en el intento. Y eso gracias a una operación frustrada en la que han saltado por los aires las buenas maneras y el respeto que, se supone, debería presidir la relación entre compañeros de organización (y ni hablar de la relación de muchos militantes con los líderes de sus propias organizaciones). Para reafirmar este punto, desde Ferraz se ha solicitado a la Delegación de Gobierno un refuerzo policial para evitar enfrentamientos entre los militantes llamados a rodear la sede socialista.
Tras una semana caótica, hemos confirmado que el sanchismo parece conocer el partido mejor que buena parte de sus cabezas pensantes o, al menos, que tiene bastantes menos escrúpulos para iniciar la guerra total. Se comprobó el lunes, cuando Pedro Sánchez hizo lo que se había filtrado días antes y anunció primarias en octubre y un congreso federal en plenas negociaciones para la investidura y/o en plena campaña electoral si el día 31 sigue sin haber un grupo con los votos suficientes para investir a su candidato.
El anuncio de Sánchez pilló con el pie cambiado a sus críticos, que sólo tienen en común su oposición visceral al secretario general y a su manera de utilizar todos los mecanismos del partido con el objetivo de permanecer en el puesto a pesar de su legado electoral. Aun a costa, según ya circula, de una negociación abierta de un Gobierno alternativo con Podemos y con los independentistas catalanes, a los que el PSC llama estos días a facilitar un gobierno presidido por Sánchez. Como nada parece casual, el presidente de la Generalitat aseguró, tras anunciar la convocatoria de un referéndum unilateral el próximo año, que sería posible negociar con un Gobierno de otro signo. ¿Puede haber sido ésta la causa final de los movimientos de los críticos a Sánchez? Si fuera así, el secretario general habría dado un paso más en el incumplimiento de la resolución del Comité Federal celebrado en enero y que sus partidarios esgrimen como reflejo de que Sánchez habría sido leal al partido.
El miércoles, con la resistencia a la dimisión de la mitad de la Ejecutiva, los afines a Sánchez volvieron a confirmar que tenían prevista incluso la reacción, y de ahí la interpretación de los estatutos del partido y la propia campaña de comunicación en torno a Sánchez: En apenas unos días, ha pasado de ser un líder absolutamente mediocre, objetivo de burlas generalizadas por sus intervenciones públicas, en un político coherente (?) y, sobre todo, en una víctima de los malvados barones territoriales y de sus supuestas conexiones con el establishment con quien habría negociado una abstención a Mariano Rajoy.
En un entorno de histeria mediática, todos estos movimientos se han ejecutado en directo, de manera que los medios de comunicación, en lugar de canales de información, han entrado en una guerra de guerrillas como si sus empresas se jugaran algo en la disputa interna de un partido con 137 años de historia y que, según los que entienden, está al borde de la escisión.
Dichos medios, a menudo muy críticos, por ejemplo, con la actitud de los independentistas en Cataluña, han pasado por encima de que Sánchez necesitaría de un acuerdo con ellos para encabezar un Gobierno alternativo al del PP. Así, ha calado la idea de un apoyo explícito al PP obviando que lo que se comienza a vislumbrar es abstención negociada con el PP (con puntos como los que señalamos con anterioridad: derogación de la LOMCE, de la Ley Mordaza, de la reforma laboral, etc). Ésta era precisamente la posición del propio Sánchez antes de irse de vacaciones, por cierto.
Por ello, conviene tener en cuenta una serie de consideraciones:
Primera: El PSOE está conformado por miles de personas que, como militantes, pueden tener visiones de la política y de la acción del partido muy diversas. Es cierto que esta diversidad parece estar en retirada, como confirman dos circunstancias sumamente interesantes en el caso del que hablamos:
- Por un lado, la propia elección de Sánchez, en julio de 2014, del candidato más conservador de los tres que se presentaron. Como recordábamos hace unos días, Sánchez recibió apoyo sobre todo por parte de los militantes de las federaciones que más claramente se posicionaron a su favor. Casualidades de la vida entre unas bases que quizas son bastante menos independientes de lo que hoy se quiere reflejar.
- Por otro, las bases supuestamente de izquierdas apoyaron claramente el acuerdo que el PSOE firmó con C’s en la anterior legislatura, un texto que analizamos en su momento como ejemplo de giro a la derecha por parte de un líder bastante lejano de los postulados de la izquierda, tanto en su discurso como en sus prácticas habituales.
Segundo: Es lícito que los que no estén de acuerdo con la posición de Sánchez reaccionen ante su intento de blindarse como secretario general en unas primarias que requieren de plazos (no en vano, oficialmente no hay otro candidato) y de un congreso que ha de prepararse si quiere ser la reunión en la que el partido afronte sus problemas y no una reunión para loar al líder. Tradicionalmente, los congresos del PSOE han sido conflictivos y basta con recordar los problemas que hubo en el de 2008, a pesar de que el partido había colocado de nuevo a Rodríguez Zapatero en la Moncloa.
En este asunto, las discrepancias contra Sánchez tienen un marco superior: El líder socialista ha renunciado asumir su propia responsabilidad tras unas elecciones en las que Ferraz había tenido mano directa (a través de una afín, Idoia Mendía, en Euskadi, y tras las operaciones para proteger a Gómez Besteiro hasta el último instante). En lugar de asumir su papel en esos resultados, Sánchez ha optado por enfrentar las dos legitimidades de las que hablaba el otro día Esther Palomera: La de su elección por las bases frente a la de los órganos de dirección cuyo mandato emanó de la voluntad de los delegados representados en un congreso. Como si fuera incompatible.
Las continuadas derrotas electotorales y el estado en el que el partido se encuentra internamente tras dos años de una gestión basada en el revanchismo y en purgar cualquier elemento que se considere disidente con los postulados de Ferraz. Llevamos meses escribiendo a propósito de la soledad de la Ejecutiva de Sánchez y de sus apoyos puntuales. También de las operaciones para desplazarle como líder.
Tercero: Los críticos han fallado en la puesta en escena de su desacuerdo y también en la forma de ejecutar el mismo. El jueves, Susana Díaz reunió a la Ejecutiva andaluza y de nuevo amagó con ser el ‘elefante blanco’ que se espera que se enfrente a Sánchez. La presidenta andaluza, que lleva tres años con la misma jugada, pierde credibilidad a raudales si se tiene en cuenta que sus amagos se corresponden con su presencia en toda una serie de reuniones con el objetivo de armar una mayoría de críticos contra él para desplazarlo del poder. Esta vez, se limitó a ofrecerse para «coser» la brecha creada.
Los críticos, que hasta el miércoles se mostraban muy fuertes, han fallado en varios aspectos:
- En el desconocimiento de la figura de Sánchez y de su entorno. Creyeron que bastaba con exponer el desacuerdo con Sánchez para que éste presentara su renuncia por el bien del partido, sin ser conscientes de que el sanchismo sólo considera la organización y las siglas como una herramienta para conseguir sus fines.
- En la propia tibieza de la actuación, centrada en no salirse de lo que recogen los estatutos y en la presencia en los medios de comunicación tradicionales como altavoces. En el primer aspecto, demostraron una candidez tremenda contra quienes, recordemos, echaron a Tomás Gómez cambiándole la cerradura del despacho. En el segundo aspecto, hemos visto a dos generaciones distintas referirse al partido: Por un lado, los veteranos, en la línea de lo expuesto por Felipe González y los críticos; por otra, los que consideran que esa generación está gagá y que el funcionamiento del partido se centra en que voten las bases como si ésa fuera LA manera de purgar todo lo anterior al 15M y ganarse el favor de quienes en la calle se parapetaron con el grito «No nos representan».
- En no tener cuenta la propia guerra que durante años tienen abierta los medios de comunicación por ser quien lidere el estado de opinión. Así, hemos visto cómo incluso Sánchez respondió a El País a través de un medio, eldiario.es, al que a menudo su gente ha culpado de ser el causante de cómo Podemos ha ganado apoyos en una base electoral que tradicionalmente votaba PSOE. Durante estos días ha sido habitual leer a propósito de un supuesto «golpe de Estado» de los barones (argumento que se ha comprado por parte de los militantes sanchistas) y dar voz a las opiniones de trazo grueso que vinculan a los críticos con la derecha. Es bien sabido que en un contexto como el actual el control de los medios es fundamental precisamente para reconducir el estado de opinión.
Este viernes, tuvimos un reflejo de cómo han perdido esta batalla en forma de editorial. Tras la barbaridad del jueves, con descalificativos personales contra Sánchez, El País salió con un editorial bastante más pausado que parecía una enmienda al «hay que echar a este irresponsable como sea»:
Dudamos de que este editorial ayude a recuperar el prestigio del periódico, algo reseñado por Josep Borrell (víctima a su vez de la campaña de El País en su contra en 1998) en una entrevista en la Cadena SER.
Cuarto: La crisis del PSOE, que ha tenido su consabido reflejo en los medios internacionales, ha provocado unas heridas muy profundas que tardarán mucho en cicatrizar. No es casualidad que Ximo Puig, secretario general del PSPV, sea uno de los que más críticas ha recibido, sobre todo porque su federación se ha mostrado dividida en la operación para desplazar a Sánchez. No es casualidad tampoco que sean las federaciones de Andalucía, Extremadura o CLM las que aparentan más fortaleza frente al estado de opinión de las bases críticas. La división descarnada del PSOE es todavía más preocupante si recordamos que sigue siendo el principal partido de la oposición y que ha sido un factor fundamental de la Historia de España desde la Transición política. Hay quien estos días ha comenzado a comparar al PSOE con el proceso sufrido por el PASOK en Grecia, que hoy se mueve en torno al 6% de intención de voto.
Quinto: Es significativo el silencio del PP y de sus militantes durante toda la crisis del PSOE, quizás conscientes de lo que esta situación implica en relación al partido que se ha turnado en el poder. Aunque se logre reconducir de alguna manera el desastre, bien con Sánchez, bien con Díaz o bien con un independiente al frente (el jueves se hablaba de Ángel Gabilondo como esa persona), será difícil que se subsanen los daños de un partido que se encuentra dividido en dos mitades, con sus referentes achicharrados [Una muestra: Visión que de lo ocurrido realiza el programa de TV3 Polònia]:
Aunque a casi nadie le importe en estos momentos, el daño parece irreparable en al menos tres aspectos:
- En relación a la imagen del partido como una organización cuyos miembros están dispuestos a arrasar todo en aras de una guerra de poder por el liderazgo.
- Las heridas orgánicas entre compañeros que, en teoría, pelean por un mismo objetivo. Es difícil vincular los insultos recibidos (golpistas, fascistas, cobardes, agentes de la derecha, ejecutadores del Ibex) con la necesidad de funcionar como una máquina en los procesos electorales. C’s puede dar buena cuenta de lo que significa contar con una organización que funcione sobre el terreno o carecer de ella.
- Volver a hacer del PSOE un partido con poder de atracción de cuadros con vocación de servicio público y que no consideren su entrada en política como un premio a su lealtad o un cauce para ascender socialmente. Tras la guerra abierta entre los propios, la organización no tendrá un poder atrayente salvo para los muy convencidos.
Sexto: También resulta sumamente interesante comprobar la actitud de Podemos, tanto en lo relativo a sus dirigentes como a sus militantes y /o simpatizantes, que han decidido callar respecto a su propia guerra interna. Es enternecedor cómo de repente se insta a Pedro Sánchez a resistir como sea, aunque esa resistencia numantina se lleve por delante las siglas sin la promesa de ser apoyado electoralmenete en el futuro. Como aquí somos muy mal pensados, no podemos sino vincular ese brote de sanchismo repentino con un objetivo electoral a corto y medio plazo, sobre todo si Sánchez finalmente gana la partida y consuma su intento de ser presidente del Gobierno con el apoyo de Podemos o candidato del PSOE en las próximas elecciones generales.
Con estos mimbres y a la espera de lo que ocurra en el PSOE, vamos camino de 10 meses de bloqueo institucional en el Estado y con Cataluña dando pasos hacia la independencia sin que desde Madrid ni siquiera parezca tomarse en serio las señales que siguen llegando desde el Parlament y la calle.
CODA. Éstas fueron las portadas publicadas por la prensa general este viernes. Por quinto día consecutivo, el PSOE y sus cuitas interno fueron asunto de primera plana: