Pedro Sánchez dimite tras 12 horas de trifulca interna

No iba a ser un Comité Federal tranquilo ni breve, pero seguramente casi nadie esperaba que el partido proyectara una imagen de desunión tan brutal como la que se vivió este sábado. Once horas después de que arrancara la reunión del plenario, con la prensa de nuevo en la calle y el foco mediático puesto en el segundo a segundo de lo que ocurría en la calle Ferraz, Pedro Sánchez admitió la derrota.

Tras todo tipo de maniobras, insultos y lloros, convenientemente filtrados por las partes a los periodistas que siguieron los acontecimientos desde los aledaños del número 70 de la calle Ferraz, Sánchez admitió que había perdido el pulso frente a los críticos: 132 votos tumbaron su propuesta de convocar primarias el próximo día 23 de octubre, una votación a mano alzada, como querían los críticos, que se saldó con 107 votos a favor.

Con el anuncio de dimisión de Sánchez, se abre un periodo de interinidad que dirigirá una gestora hasta un próximo congreso, que previsiblemente se celebrará después de que se forme Gobierno (bien antes del 31 de octubre, bien tras las elecciones de diciembre si finalmente volvemos  a ir a las urnas). Hasta entonces, la propuesta es que Javier Fernádez, líder del PSOE asturiano y presidente del Principado, dirija la gestora que deberá cumplir las órdenes emanadas de otro Comité Federal, convocado para que el partido decida la posición ante la investidura de Mariano Rajoy.

El secretario general había empeñado su palabra en que dimitiría si el Comité Federal aprobada la abstención a un Gobierno de Mariano Rajoy. Ni siquiera se llegó a este punto: Tras horas de innumerables debates sobre el procedimiento y la legitimidad de cada cual, la reunión se centró en exclusiva en la aprobación de su calendario para convocar a la militancia a las primarias para revalidar su puesto de secretario general y un congreso extraordinario en noviembre debido a la dimisión de la mitad de la Ejecutiva. Ni debate de ideas ni proyecto de país.

A lo largo del día se había considerado la posibilidad de que otro Comité Federal, la próxima semana, discutiera sobre la opción de abstenerse y facilitar el desbloqueo de la investidura del próximo presidente del Gobierno, una victoria del sector crítico que logró posponer el debate para centrarse en el liderazgo del partido. Los sanchistas habían quemado todas sus naves para situar el marco del «no es no» a Rajoy, que mayoritariamente compraron los militantes afines a Sánchez y buena parte de simpatizantes de otras formaciones políticas que presionaron de una forma u otra para que el líder socialista resistiera. Tras la derrota de Sánchez, ese discurso sigue estando plenamente vigente y será muy difícil de contrarrestar en las próximas semanas.

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El hecho de que el Comité Federal finalmente pusiera el foco en el liderazgo de Sánchez ponía de manifiesto que la abstención es un asunto no menor pero, a juzgar por la maniobra anunciada por Pedro Sánchez el lunes pasado, se trataba de un paraguas para ocultar el empeño final de la última maniobra de supervivencia del sanchismo: Blindar su liderazgo en un contexto de fuerte contestación interna.

Una división descarnada

Sánchez arrojó la toalla y ahora toca realizar control de daños en una organización que no había terminado de cerrar las heridas abiertas de las primarias que se saldaron con la victoria de Alfredo Pérez Rubalcaba al frente de la Secretaría General. Entonces, el partido tenía 110 diputados en el Congreso y todavía no había cristalizado la opción Podemos, que puede ser el partido que finalmente se beneficie de lo ocurrido dado el estado de extrema debilidad en el que queda el PSOE.

Durante la semana, los socialistas han protagonizado un vodevil que ha tenido todos los ingredientes para enganchar a una audiencia que asistía estupefacta a la autodestrucción de unas siglas centenarias. Se daba la razón a los que consideran a los partidos tradicionales como integrantes de una organización fuera de la realidad, ocupada de sus cuitas internas y totalmente desconectada de la sociedad. Es decir, hemos asistido a lo peor de la política, a los ajustes de cuentas entre compañeros y a la destrucción mutua garantizada por una mera lucha de poder muy mal explicada.

Tras la última maniobra de la Ejecutiva en funciones de colocar urnas, sin control alguno, para que los miembros del Comité Federal pudieran votar en secreto sobre el calendario propuesto por Ferraz, que conllevó la recogida de firmas para presentar una moción de censura a Sánchez, José Antonio Pérez Tapias, de Izquierda Socialista, abandonó la sede del PSOE admitiendo lo que era un hecho: «El PSOE está roto» y «ya no tiene arreglo». Poco después, Sánchez aceptaba que el plenario votara a mano alzada mientras se sucedían los rumores de que quizás se podría suspender la reunión dado el nivel de tensión que se proyectaba a cada momento.

Hablamos de tres corrientes que se han significado de una manera u otra durante la reunión del Comité Federal:

  • Los partidarios de Pedro Sánchez, cuya reacción, tras la dimisión, era señalar que la Ejecutiva se había equivocado.
  • Los contrarios al secretario general, que intentaron colocar el discurso de que este sábado se debatía sobre su continuidad como líder y no sobre la posición del PSOE en relación a la investidura. Aunque no hay anuncio oficial, casi todos hablan de Susana Díaz como la persona que lideró este grupo.
  • También hay que tener en cuenta la existencia de una suerte de tercera vía, a los que no les gustó la operación suicida emprendida por Sánchez con la resaca electoral de Galicia y Euskadi pero que son absolutamente contrarios a entregar el Gobierno al PP con la abstención.

Tras la dimisión de Sánchez, sería ingenuo pensar que estos tres grupos llegarán a una entente cordial para anteponer los intereses del partido frente a los de los barones territoriales y /o los de la propia estructura del partido. El sanchismo se había caracterizado por la juventud de sus líderes y esta generación sale muy tocada de un cónclave que tenían perdido de antemano. Basta recordar las palabras de Antón Losada en Código Mariano para entender la dimensión suicida de la jugada emprendida:

«Los partidos componen organizaciones jerárquicas donde entrar y salir tiene un coste, donde saltarse la disciplina o anteponer los intereses peresonales a los del grupo acaba pagándose a un precio muy alto»

A casi nadie se le escapa que detrás del movimiento de Sánchez se escondía un afán de supervivencia personal frente a los barones territoriales, sobre los que se ha intentado echar encima a las bases con el argumento de una brecha entre ambos sectores. Un hecho que pasa por encima de lo obvio: los secretarios generales de las federaciones y los dirigentes de las mismas están ahí por el voto de sus respectivas bases electorales.

El PSOE afronta el futuro en una situación de extrema debilidad

Resulta evidente que el fracaso de la operación para obligar a destituir al secretario general inició una guerra abierta entre los sectores en pugna («los bandos», según la terminología de Sánchez) que ha debilitado al partido en el transcurso de los días. Es decir, a la situación que vive orgánicamente por la pérdida de poder institucional y territorial, se añade una guerra fraticida en su interior que ha sido convenientemente retransmitida en directo por medios de comunicación que encontraron un filón en la guerra total que tuvo como epicentro la calle Ferraz.

Este sábado, hemos conocido lo que ocurría en el Comité Federal, cerrado a puerta cerrada, a través de las informaciones filtradas a los medios de comunicación. Hemos sabido de la evolución de una jornada que se fue calentando según pasaron las horas, con programa especial de Al Rojo Vivo durante casi toda la jornada. Tampoco ayudó en exceso asistir a la presión de cientos de ciudadanos que, desde primera hora de la mañana, decidieron acudir a la sede de Ferraz para gritar «No es no» y llamar fascistas y golpistas a los dirigentes socialistas críticos con Sánchez. Un bochorno todavía más difícil de asimilar si nos creemos que casi todos eran militantes socialistas que intentaban mostrar su apoyo a Sánchez en su carrera por negarse a la abstención al PP.

Hoy el partido supura debilidad en cuanto a su imagen pero también respecto a su propia estructura interna, con un divorcio, veremos si permanente, entre las bases y los cuadros del partido. No se trata de una opinión sino la constatación de una fractura que necesitará de mucho trabajo y, sobre todo, de una generosidad que el equipo de Sánchez no tuvo con los partidarios de Eduardo Madina, quien, por cierto, suena como el nuevo portavoz del Grupo Parlamentario Socialista, en sustitución de Antonio Hernando.

El PSOE debería afrontar en serio una refundación desde la base a la cúpula, y en este proceso el paisaje tras la batalla es desolador: Sánchez se ha ido por la falta de apoyo del partido y Susana Díaz, de quien todos  hablan como el futuro del partido, queda achicharrada tras la crisis abierta estos días. Y todo ello ocurre mientras el partido cruza los dedos para que el PP no se empeñe en ir a unas terceras elecciones a las que, evidentemente, el PSOE acudiría herido de muerte y con la amenaza, esta vez real, de que Podemos se convierta en la referencia de única referencia de la izquierda (si es que el partido que lidera Pablo Iglesias logra controlar sus propios problemas internos).

Quizás por este motivo, porque el PSOE es hoy mucho más débil que hace una semana, desde Génova ya se ha comenzado a señalar que su posición ante el posible apoyo del PSOE a la investidura de Mariano Rajoy no será en absoluto un paseo de rosas, informaciones que darían la razón a Ricardo, que este viernes publicó en El Mundo esta viñeta:

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Así, los ‘populares’ habrían hecho sus cálculos, de manera que el precio para no ir a unas terceras elecciones será negociar un acuerdo en el que el PSOE quede atado de manos y pies para facilitar la investidura y, sobre todo, para garantizar la gobernabilidad en la próxima legislatura. Hablamos de la aprobación de los Presupuestos Generales y de toda una serie de reformas/recortes que se vienen demandando desde Bruselas desde hace meses y que, quizás ahora, se aprobarán con facilidad. Mariano Rajoy vuelve a ganar sin haberse movido un ápice de la posición que defendió tras los resultados electorales del 20 de diciembre de 2015.

Es decir, Ferraz podría haber usado una posición de fuerza en el mes de julio con una abstención negociada y ahora, en la práctica, puede verse arrastrada a una suerte de gran coalición de facto con el PP de Rajoy mientras intenta buscar su sitio en un contexto político de enorme competición electoral con Podemos y, sobre todo, con una división interna por cerrar y un liderazgo por construir.

Queda por ver si en ese proceso futuro Sánchez vuelve a intentar ganarse la confianza de las bases para ser de nuevo elegido secretario general. Hoy por hoy, esa operación parece difícil pero ya hemos aprendido durante estos días que, cuando se habla del PSOE, nada es imposible.

CODA. Algún día habrá que hablar en profundidad de cómo la estrategia de Mariano Rajoy consigue hacerle ganador casi siempre. Con un PSOE destruido en estos momentos y un C’s domesticado, queda la duda de lo que puede representar Podemos en la vida política española. Es decir, a falta de que los socialistas se reconstruyan, viviremos una confrontación política entre dos polos, con el añadido, además, de la bisoñez de una organización tan nueva como Podemos.

Mientras. éstas son las portadas con las que la prensa general se presenta este domingo. De nuevo, el PSOE y Sánchez como protagonistas indiscutibles:

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Acerca de llegalaultima

Politóloga y periodista en transición
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