Pedro Sánchez no da la guerra por perdida

Primera reacción oficial de Pedro Sánchez desde su cuenta de Twitter desde que anunció su dimisión como secretario general del PSOE: Confirmó que se mantendrá en su escaño (obtenido por Madrid) y lanzó un aviso a navegantes acordándose en exclusiva de la militancia.

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Este mensaje, que llegó acompañado de una modificación de los datos de su biografía, en la que se presenta como un militante más, confirma la sospecha que lanzamos hace unos días. Lo ocurrido en el Comité Federal del pasado sábado no significa el final de la guerra, sino una retirada táctica a la espera de un momento más propicio. Ese momento, sin duda, será la celebración de las primarias para elegir al líder del partido una vez que lo decida la gestora, algo que en estos momentos está en el aire, al igual que la celebración del próximo congreso del partido, que tendrá carácter extraordinario.

Pedro Sánchez, por lo tanto, inicia una campaña que irá dirigida, sobre todo, a evitar que la militancia que se ha pronunciado estos días a su favor se olvide de él. Una tarea no menor si tenemos en cuenta cómo es de frágil la memoria en política y, sobre todo, que sigue partiendo del supuesto de que las bases electorales habrían apoyado su candidatura incluso en las federaciones cuyas direcciones se mostraron en contra a su continuidad. Un ejercicio de ciencia ficción que está por ver.

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El ex secretario general socialista no ha asumido que, en estos momentos, es un cadáver político en estos momentos, por lo que es previsible que tanto él como su gente dediquen las próximas semanas a reconstruir puentes con las bases del partido, asumiendo la premisa instalada en la opinión pública de que los cuadros y líderes del PSOE son una cosa y la militancia, otra distinta.

Durante estos días, los análisis siguen insistiendo en el marco instalado por la Ejecutiva dimitida. Es decir: Estamos ante una operación iniciada por los barones críticos por la negativa de Sánchez a abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy. Sólo algunos cronistas, como Enric Juliana, se refieren a una pugna por liderazgos e ideas también en clave europea: «Pugna ideológica entre el socialismo centrista y el que quiere virar a la izquierda. Una discusión de ámbito europeo sobre la ubicación de la socialdemocracia en la actual fase de agudo estrés del Estado del Bienestar y de acentuación de las desigualdades sociales. Mantenerse en el centro, reforzando el cuadro institucional, cuando mucha gente se mueve hacia los extremos, o virar a la izquierda para intentar taponar el crecimiento de las nuevas corrientes radicales, poscomunistas o no, que atraen a los electores jóvenes».

Así, volvemos a estar ante un discurso que pasa por encima de la realidad de lo ocurrido en realidad: El movimiento ejecutado por buena parte del aparato del partido para desplazar a Sánchez ante su intento de blindarse como líder el día después de un desastre electoral, otro más, hasta el punto de cometer un intento de pucherazo durante los momentos más tensos de la reunión del plenario de Comité Federal, ampliamente difundido en los medios.

Sánchez se retira de manera prudencial mientras su entorno filtra su malestar ante lo que entiende una operación liderada por Susana Díaz con el beneplácito del establishment económico. De la misma forma que Jeremy Corbyn en el Reino Unido o  Bernie Sanders en EEUU, Sánchez, que fue consejero en la asamblea en Caja Madrid, podría intentar construir una imagen de líder enfrentado al mundo y, sobre todo, frente a los poderes fácticos del país. Demasiado surrealista para creerlo, aunque todo es posible con tal de no afrontar el quid de la cuestión: Por qué el electorado no vota al PSOE ni siquiera para evitar que el PP gane las elecciones.

Mientras el sanchismo se retira a los cuarteles de invierno, ahora la atención está puesta en el Comité que se reúne este sábado para analizar y decidir, precisamente, la postura del partido ante la investidura de Mariano Rajoy. Durante estos primeros días, los protagonistas del vodevil sugieren que la posición de Ferraz no tiene por qué sin condiciones para evitar nuevas elecciones, una amenaza que pende sobre la cabeza de todos con las encuestas sobre intención de voto calentitas.

El presidente de la gestora, Javier Fernández, lo dejó claro: «Como presidente de Asturias he dejado claro que no quiero elecciones. Mantengo que lo peor es ir a elecciones (pero) no es la misma cosa abstenerse que apoyar». Por su parte, Emiliano García-Page decidió ir de farol con un aviso al PP: Ante el riesgo de ruptura, los socialistas pueden «no solo cerrar filas sino presentar la candidatura más potente que se puedan imaginar».

Nadie quiere mencionar la palabra «abstención», a pesar de que ésa habría sido la posición mayoritaria de los diputados socialistas reunidos en la reunión del Grupo Parlamentario. Por si quedaba alguna duda, Fernández confirmó que la comisión gestora no planteará una consulta a la militancia para que decida sobre la abstención; asimismo, retó a quienes la defienden a «presentarlo y ganarlo en el Comité Federal» que probablemente se celebrará el 15 de octubre.

A falta de ver lo que ocurrirá en ese sentido, sigue sin vislumbrarse una figura capaz de liderar el partido en estos momentos, consciente de que le esperan dos tareas titánicas:

  • Ayudar a cicatrizar las heridas que siguen supurando tras meses de división interna descarnada y construir una alternativa real que bien podría pasar por intentar ir a las terceras elecciones generales con un nombre de consenso, independiente. En las quinielas comienzan a susurrarse el nombre de Ángel Gabilondo.
  • A la espera de elegir al próximo secretario general, ese nombre podría ser el parapeto para el enorme coste electoral que conllevará todo el proceso vivido en directo, y que podría culminar con un nuevo Gobierno del PP exigiendo no sólo la abstención del PSOE, sino estabilidad parlamentaria.

Será interesante ver, si eso ocurre, lo que hará el propio Pedro Sánchez y sus afines. Por ahora, el PSC ya ha lanzado la amenaza de que podría romper la disciplina de voto en el Grupo Parlamentario, lo que da a entender que la batalla interna podría tener continuidad a muy corto plazo.

Acerca de llegalaultima

Politóloga y periodista en transición
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