El 58.6% de los miembros del Comité Federal, reunido este domingo en la sede Ferraz, decidió por 139 votos a favor abstenerse en la votación de investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno y desbloquear la situación política que lleva en punto muerto desde las elecciones del pasado me de diciembre. La votación concluyó con 96 votos en contra (es decir, de los partidarios de intentar un Gobierno alternativo y/o ir a terceras elecciones) y dos no votaron.
Diez meses después de los comicios, en los que se confirmó que había una suerte de empate técnico entre los bloques de derecha y de izquierda, con permiso de los nacionalismos periféricos, el candidato del PP recibirá el apoyo del PSOE en segunda votación para que el país vuelva a ponerse en marcha institucionalmente. Y lo hará tras una votación en la que se ha confirmado que las heridas siguen abiertas en el PSOE a la espera de lo que decida la gestora a propósito de si favorecerá una abstención técnica (es decir, de 11 diputados) o si todo el grupo parlamentario cumple con la decisión que sale del Comité Federal.
Los defensores del ex secretario general Pedro Sánchez, que han defendido con mayor o menos rotundidad la necesidad de cumplir el no a Rajoy, tal y como se decidió en el Comité Federal del 28 de diciembre de 2015, solicitaron en tromba que la gestora actúe con «inteligencia y sensatez». Es decir, que permita que los partidarios del «no es no» en todos los casos no se vean en el brete de abstenerse en la segunda votación. De cara al futuro, esa imagen podrá servir para presentarse ante la militancia contraria a facilitar el Gobierno del PP como los que nunca se corrompieron pese a lo que dictó el partido.
Es posible que el ‘aparato’ del partido haya aprendido de lecciones pasadas y, por eso, las primeras palabras del presidente de la gestora, Javier Fernández, dieron a entender que la posición final será la contraria: Por mandato imperativo, todo el Grupo Parlamentario se abstendrá en bloque, lo que abre la posibilidad de que se recoja la división interna que existe en el partido a propósito de este asunto.
Es por eso que cobra relevancia la posición del gran ausente de las últimas semanas. Tras conocerse el resultado de la votación del Comité Federal, Sánchez usó su cuenta de Twitter para dirigirse a la militancia, en un intento de volver a reactivar de nuevo esa relación con las bases del partido para reconstruir un PSOE «autonómo, alejado del PP»:
Diferencias entre acuerdo de investidura y de Gobierno
Si se cumple con el guión previsto esta semana, en noviembre Mariano Rajoy liderará un Gobierno diferente al gabinete que lleva diez meses en funciones. Comenzarán los problemas internos con la pugna irresuelta entre los sectores próximos a Soraya Sáenz de Santamaría y los de María Dolores de Cospedal, con la más que probable salida de Jorge Fernández Díaz y de José Manuel García Margallo del Consejo de Ministros.
Hasta entonces, conviene tener en cuenta que existen diferencias más que notables entre la decisión que ha adoptado el Comité Federal del PSOE con otras fórmulas que, de manera conveniente, se están mezclando en los argumentarios de dirigentes políticos y simpatizantes. Es el caso de Pablo Iglesias, que desde su cuenta de Twitter acusó a PP y PSOE de favorecer una «gran coalición» que supone, en la práctica, que Unidos Podemos es la única alternativa posible.
De ahí que sea necesario matizar que el PSOE ha decidido poner en marcha la legislatura con una abstención sin contraprestaciones, lo que tiene un objetivo claro: Vender responsabilidad y gobernabilidad en la votación de investidura para, a continuación, arrogarse como un partido de oposición directa. De su capacidad para proyectarse como alternativa real al PP dependerá su futuro (y el de Podemos), sobre todo si por acción logra que el Parlamento derogue leyes como la laboral, la LOMCE o la Ley Mordaza.
Estamos, pues, ante un mensaje dirigido al PP, que va a volver a la Moncloa pero que afrontará una legislatura muy complicada: Aun con el acuerdo con C’s, le siguen faltando siete votos para sacar adelante cualquier votación parlamentaria. José Luis Rodríguez Zapatero, que en 2008 obtuvo un resultado casi idéntico, puede dar cuenta de las dificultades que supusieron para su segunda legislatura vivir pendiente de lo que se denominó «geometría parlamentaria».
Existían dos posibilidades más, una vez eliminada la variable de ir a terceras elecciones o de intentar formar un Gobierno alternativo al PP:
- Facilitar un Gobierno del PP con una serie de requisitos que pasaran, por ejemplo, por eliminar a Mariano Rajoy de la ecuación o por derogar toda la legislación de carácter antisocial aprobada por el PP gracias a su mayoría parlamentaria. Es decir, una suerte de acuerdo como el que su día firmaron PSOE y Ciudadanos para facilitar la investidura de Pedro Sánchez, quizás mucho más concreto y limitado. Esta opción la hemos manejado desde la resaca de las elecciones generales de 2015 y, tras la explosión interna del PSOE, quedó invalidada en la práctica bajo la amenaza de ir a terceras elecciones con un partido reventado.
- La de favorecer un acuerdo de Gobierno como el que el PP firmó con C’s este verano para investir presidente a Mariano Rajoy o la que en su día firmaron ERC e IU con el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero tras las elecciones de 2004. Esa variante presenta, a su vez, la posibilidad a la que se refería Pablo Iglesias: La opción de un Gobierno multicolor como la gran coalición alemana o austriaca, o la de los gobiernos de coalición que funcionan en CCAA como la de Comunidad Valenciana o Aragón.
La fórmula de apoyo elegida por Ferraz deja al PP con las manos atadas durante al menos un año, que es periodo mínimo que establece la ley para poder volver a convocar elecciones generales. Sobra decir que es muy probable que los populares vuelvan a convocar a la ciudadanía tras ese periodo, sobre todo si la mayoría parlamentaria le obliga a enmendar todo el trabajo hecho el periodo legislativo comprendido entre 2011 y 2015.
El PSOE, por lo tanto, tiene apenas doce meses para sanar heridas, rearmarse internamente y, sobre todo, convertirse en una alternativa de Gobierno frente al PP y a Unidos Podemos. Una tarea que no parece tan difícil si Iglesias insiste en llevar a Unidos Podemos a la extrema izquierda y si el PP insiste en eludir sus responsabilidades en relación con la corrupción y con los tics autoritarios vividos desde que tomó posesión en diciembre de 2011.
Comienza el trabajo del PSOE para convertirse en alternativa
Lo hemos dicho en innumerables ocasiones: La situación del PSOE no ha sido sencilla desde que el Gobierno de Zapatero emprendió su giro económico en mayo de 2010, con medidas como la reforma del art. 135 de la CE. A partir de la cristalización de la alternativa de Podemos, los socialistas no han querido ni sabido hacer frente a un problema que está en la base de la propia aparición del partido de Iglesias: Los socialistas pasaron a ser parte del problema «no nos representáis» junto al PP.
Nos referimos a su desconexión con el electorado y la pretensión de que la elección de un líder joven, pero sin trasfondo político o ideológico, le permitiría sobreponerse de un problema que tiene su epicentro en la crisis de la socialdemocracia y la ausencia de un proyecto ilusionante en la peor crisis económica a la que han hecho frente los postulados neoliberales que insisten en seguir recortando gasto público ocho años después de la caída de Lehman Brothers. Con el añadido español de la corrupción, de una crisis territorial impotantísima y de un cuestionamiento de todo el entramado constitucional que salió de la Transición política al calor de la crisis económica.
La decisión que se ha adoptado este domingo, que se podría haber tomado con la marcha de Alfredo Pérez Rubalcaba, tras las elecciones europeas, tiene muchos inconvenientes a corto plazo. El principal, la falta de proyecto con la evidencia de que el partido está destrozado orgánicamente por la teórica contradicción entre el mandato representativo que rige en órganos como el Comité Federal con el mandato directo de la militancia. De la capacidad del partido para sobreponerse internamente y, sobre todo, para abrir un debate serio sobre lo que son y lo que quieren ser en el futuro dependerá su proyección futura, aunque hoy parezca imposible.
Desde el 26 de septiembre la militancia sanchista se ha movilizado y ha aprovechado el eco de medios de comunicación cercanos a los postulados de Podemos para ampliar su malestar con una dirección a la que han elegido pero a la que no reconocen. Hablamos, si damos veracidad a los datos que maneja el alcalde de Jun, de 90.000 militantes de los casi 190.000 tiene que el PSOE que han pedido la celebración ya de un congreso extraordinario y la elección del próximo secretario general por primarias, a las que acudiría Pedro Sánchez, que sigue manteniendo un perfil muy bajo salvo en Twitter.
Sin embargo, los hechos son tozudos: No ha pasado ni un mes y muchos de los que antes defendían a Sánchez sin matices hoy comienzan a ver muy difícil su vuelta. Porque a menudo nos olvidamos de que el tiempo en política transcurre mucho más rápido de lo que se cree y que la memoria es frágil si no hay detrás un trabajo de partido. Hablamos, por lo tanto, de una tarea que va mucho más allá del liderazgo y de una sonrisa bonita.
El PSOE ya ha vivido situaciones muy parecidas tanto en federaciones como la de Madrid como en la estructura nacional del partido. Basta recordar el estado actual del PSM o las operaciones puestas en marcha tras la llegada de Rodríguez Zapatero a la Secretaría General del PSOE en el año 2000. Cuando ganó las elecciones en 2004 casi nadie se acordaba de los intentos de tumbarle entre 2000 y 2003, sensación que se amplificó con su segunda victoria en las elecciones de 2008 y que sólo se reactivó tras su suicidio político en mayo de 2010.
Todo dependerá del grado de responsabilidad y del grado de lealtad a las siglas de los que perdieron durante el Comité Federal que acabó con la dimisión de Sánchez y los que se verán obligados a abstenerse pese a defender durante semans el no al PP. Será una señal si finalmente acatan la decisión que sale del máximo órgano del partido entre congresos durante la votación de investidura del Congreso de los Diputados y las medidas que tome el partido si finalmente no lo hacen.
A la espera de lo que ocurra, avanzamos que la reconstrucción interna no será una tarea fácil pero sí parece que se están haciendo intentos para eliminar dramatismo a las intervenciones que hemos visto desde hace días. Ahí ejerce un papel fundamental Javier Fernández pero también un cambio de actitudes con la prensa, como el hecho de que pudiera seguir el Comité Federal desde el interior de la sede de Ferraz y no en la calle o la utilización de las cuentas oficiales del partido con una directriz neutral y profesional.
CODA. Así recogieron este lunes la noticia las portadas de la prensa de información general, con mención especial al titular interpretativo de El País, coincidente, quién lo diría, con el subtítulo de La Razón.
CODA 2. No parece que los dirigentes más vinculados al sanchismo vayan a dar su brazo a torcer. Al calor de las referencias de Josep Borrell al reglamento del Congreso, que permite romper la disciplina de voto del grupo parlamentario por motivos de conciencia, muchos de los diputados que estas semanas se han significado contra la abstención del PSOE han señalado que serán coherentes con lo defendido hasta el momento, lo que abre la puerta a que romperán la disciplina de partido y votarán no en la segunda votación de la investidura de Mariano Rajoy. Esta posición se filtra, por cierto, mientras los barones cercanos al ex secretario general solicitan que la gestora permita la abstención técnica de sólo 11 diputados. A la espera de lo que ocurra el próximo fin de semana, será importante prestar atención a la decisión que adopta el partido respecto a los disidentes con la decisión adoptada por el Comité Federal.