La crisis del PSOE obliga a Podemos a optar entre radicalismo y transversalidad

Los sondeos sobre intención de voto, con datos recogidos en plena crisis abierta del PSOE, recogen que los socialistas dejarían de ser la primera opción de la oposición en el caso de celebrarse elecciones generales. Puesto que el dato de abstención no se dispara significativamente, la fuga de votos desde el PSOE beneficirían a PP, C’s y, sobre todo, a Podemos, que podría situarse en el 26% de intención de voto. Lograría mejorar los resultados conseguidos por los socialistas en las dos últimas elecciones generales y, por fin, se haría realidad el sorpasso al PSOE que los sondeos recogieron antes de las elecciones del 26 de junio.

La formación que lidera Pablo Iglesias, en pleno proceso de reconstrucción interna en feudos como Madrid, sería la principal beneficiaria de la pérdida de expectativas electorales para el PSOE en estos momentos, sobre todo tras la división por la decisión del Comité Federal de facilitar la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno. Para una parte del votante socialista, Podemos puede postularse como la única alternativa posible tanto si atendemos al eje izquierda/derecha como si planteamos una opción política diferente a la del Gobierno. Al menos a la espera de cómo el PSOE afronte la legislatura y de su capacidad para hacer que se olvide su posición.

Así, ya se trate de una ‘abstención técnica’ de 11 diputados o de todo el Grupo parlamentario (con el riesgo de evidenciar la ruptura que existe en el partido entre los partidarios del «no es no» en cualquier caso y los que defienden que ir a unas terceras elecciones sería un suicidio político para el PSOE), a los socialistas les queda una tarea por delante muy complicada en el sentido de reconstruirse y rearmarse frente al PP pero también frente a Unidos Podemos, que tiene la oportunidad histórica de atraer a una parte importante del voto desencantado y convertirse en la principal fuerza de la izquierda del país. De su capacidad para saber leer el momento actual dependerá su proyección en el futuro como una fuerza política con posibilidades reales de tocar poder.

Unidos Podemos y su capacidad de seducción al votante socialista

Existen distintas proyecciones para intentar vislumbrar la capacidad de atracción de Unidos Podemos al votante socialista. En un sistema tan presidencialista como el nuestro, cobra especial relevancia la valoración de los liderazgos que, por ejemplo, recogía el último trabajo de Simple Lógica: Alberto Garzón recibía el apoyo del 43.5% del votante del PSOE frente al 16.4% que recibía Pablo Iglesias. Otro dato a tener en cuenta es la fidelidad del voto; según el trabajo mencionado, un 48.4% de los que recuerdan haber dado su confianza a la lista que lideraba Pedro Sánchez el 26J que volverían a hacerlo en estos momentos. Así, el 17.8% no registra lo que hará, el 5% lo hará por el PP y el 9% por Unidos Podemos.

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Viñeta de Idígoras y Pachi publicada en El Mundo

Es decir, con datos recabados con la resaca de la dimisión de Pedro Sánchez, el 27% de los votantes socialistas podrían terminar votando por Unidos Podemos en el caso de volver a repetir elecciones generales. Sin embargo, para 2 de cada 10 votantes, el partido de Iglesias hoy no es hoy opción política a la que dar su confianza. Señalamos algunas posibilidades para este rechazo:

  • Las posiciones percibidas como radicales por el votante socialdemócrata clásico del PSOE, crítico con la deriva de partido pero que no entiende exabruptos como el de la cal viva o el tono de permanente mitin que exhiben algunos líderes de la formación morada. Recordemos que, según el último barómetro del CIS con intención de votolos votantes del PSOE se situaban en el 3.73 en el eje izquierda/derecha; los de Unidos Podemos se ubicaban en el 3.03 de media, con los de Podemos en el 3.10; los de En Comú Podem en el 2.71; los de Compromís en el 2.87 y los de En Marea en el 3.44. Por lo tanto, sólo los votantes de la formación en Galicia se aproximan a la media de los votantes socialistas, con las implicaciones que ello conlleva en términos de redacción de programa y de estrategia partidista.
  • Ante las críticas de trazo grueso como las que señalan que los viejos votan por los partidos tradicionales frente a los electores más jóvenes, que prefieren a Podemos. Lo vimos tras las elecciones del 26J y, de nuevo, como discurso después del triunfo del PP en Galicia. Si tenemos en cuenta que el votante medio del PSOE tiene más de 55 años y que Podemos apenas tiene capacidad de inclusión en los mayores de 45, no estaría de más intentar modular el discuso para ganarse el afecto precisamente de esos votantes.
  • El papel que ejercen los distintos líderes de la formación, con una Teresa Rodríguez, por ejemplo, que tuvo que salir hace unos días a seducir al votante socialista separándolo claramente de las posiciones de sus líderes [«mi rival no es el socialista de corazón, sino ella, que quiere que Rajoy siga gobernando 4 años más»].
  • El propio liderazgo que ejerce Pablo Iglesias, con enfrentamientos más o menos directos y públicos con la dirección del partido. Su valoración como líder ha caído a los niveles de Mariano Rajoy, aunque entre los votantes de Podemos  sí mantenga todavía unos niveles de aprobación altos. No ayudan en exceso sus posicionamientos directos con la prensa por cómo hace su trabajo (sobre todo en áreas como la política editorial) o referencias situadas en la trinchera como la que destila su análisis de lo que ocurrió en el último Comité Federal del PSOE.

El ciudadano que hoy vota al PSOE puede tener puntos en común con el votante tipo de Unidos Podemos pero necesita de otros mecanismos de seducción, más alejados de la izquierda radical y más cerca de la socialdemocracia clásica europea. Así, cobra interés el trabajo de Pablo Iglesias, que parece empeñado en dinamitar las posibilidades de convertirse en la referencia de una masa de votante situado entre el centroizquierda y la extrema izquierda.

Aunque la crisis del PSOE lo tape todo, desde hace semanas estamos ante el eterno debate que se suscita en las filas de Podemos a propósito de asumir posturas radicales o bien modular dichas posiciones para convertirse en una fuerza transversal, con capacidad de sobrepasar al PSOE como la principal fuerza de la izquierda. Un buen termómetro de este debate lo constituyen las intervenciones de Iñigo Errejón en los medios de comunicación, a menudo respondidas por Iglesias desde su cuenta de Twitter o decisiones como la del diputado Garzón, que anunció este lunes su intención de participar en la protesta convocada en torno al Congreso de los Diputados contra la abstención del PSOE.

Por el momento, parece que Pablo Iglesias ha optado por seguir siendo el cabeza de lista que vimos en las elecciones europeas, antes del abandono de la «revolución tranquila» en Vistalegre y antes de laminar radicalismo en las autonómicas y municipales de 2015 y, sobre todo, en las elecciones generales de diciembre de 2015. Iglesias ha abandonado la estrategia transversal que se vio en los comicios del 26J, una estrategia fallida en tanto que no consiguió sobrepasar al PSOE electoralmente. Es por eso, quizás, que en las últimas semanas, veamos a Iglesias defendiendo los postulados más escorados a la izquierda, consciente del momento histórico en el que estamos.

Por primera vez desde la Transición política, uno de los partidos sistémicos, el PSOE, tiene un competidor directo y muy real a su izquierda, un proceso que nos equipara a la voladura del sistema de partidos y político de Grecia y que nos aleja, por ejemplo, Italia o Portugal, donde la socialdemocracia mantiene todavía su fortaleza frente a competidores directos. Como si se tratara de un caso de justicia poética, el PSOE afronta su momento de mayor debilidad interna desde 1975 con un rival, Podemos, que se prepara para recibir todo el voto descontento socialista.

Nos falta tiempo para saber si es compatible la emergencia de Unidos Podemos como única alternativa al PP con el viraje que, de nuevo, ha emprendido la formación morada.  Esta estrategia de izquierda radical se ha puesto de manifiesto, por ejemplo, en las reacciones ante el acto de boicot que impidió que Felipe González y Juan Luis Cebrián pronunciaran una conferencia en la Universidad Autónoma de Madrid. También en las referencias directas a las informaciones que publica la prensa crítica con Podemos, con mensajes directos a través de su cuenta de Twitter a medios y periodistas.

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Estos días, por cierto, también lanzó un homenaje a las Brigadas Internacionales que lucharon junto al bando republicano en la Guerra Civil española y ha situado el cierre de los CIE como política prioritaria en la agenda de Podemos a raíz de lo ocurrido en el CIE de Aluche, en Madrid.

Todas estas referencias constituyen señales de que si se desbloquea la legislatura, Unidos Podemos afrontará su tarea como partido de la oposición en, al menos, tres escenarios: En las instituciones, con una presencia mediática total en medios de comunicación y en las redes sociales y en la calle. La novedad  estará en el tercer punto, sobre todo si tenemos en cuenta cómo se desactivó la fuerte movilización social contra los Gobiernos del PP entre 2011 y 2014, año de la fundación de Podemos.

Acerca de llegalaultima

Politóloga y periodista en transición
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