Pedro Sánchez renunció a su acta de diputado este sábado, horas antes de la segunda votación de la investidura de Mariano Rajoy. En una comparecencia en el Congreso, sin preguntas, el ex secretario general del PSOE intentó revestir de coherencia su decisión para no faltar al compromiso defendido en las elecciones del 26 de junio [«fidelidad a la palabra dada y compromiso más allá del interés personal»] y dirigió sus ataques contra la gestora del PSOE.
Recordó la división en el Comité Federal que decisión la abstención a Rajoy y emplazó a la gestora a que el lunes convoque las primarias para elegir al nuevo líder socialista y la fecha del próximo congreso extraordinario; y por otro, instándola a que no expulse o sanciones a los diputados que votaron no a la investidura de Rajoy, particularmente en aras de mantener los acuerdos entre el PSOE y el PSC:
Sánchez, muy emocionado, avanzó que el lunes iniciará la precampaña de las primarias con visita a todas las federaciones, lo que deja en el aire su intención de volver a optar a la Secretaría General del PSOE cuando toque. Volvemos, pues, al relato construido durante las primarias del verano de 2014, cuando se construyó la imagen del sanchismo precisamente al calor de un vehículo y de una mochila como simbolismo de su llegada a las distintas casas del pueblo del partido para pedir la confianza de los militantes.
Hasta aquí los hechos. Analicemos ahora las consecuencias de esta renuncia, que se realizó sin dos de las mujeres que siempre estuvieron al lado de Sánchez estos años: Verónica Fumanal, responsable de la estrategia que supuso la ruptura del sanchismo y el PSOE; y Begoña Gómez, la esposa de Pedro Sánchez. Sí estuvo a su lado Maritcha Ruiz, ex directora de comunicación del PSOE y amiga personal del ex secretario general:
Evidencia número 1: La dimisión de Pedro Sánchez como secretario general del PSOE fue resultado de una lucha de poder camuflada, cirscunstancialmente, en la diferencia en torno a la posición que el partido debía adoptar de cara a la investidura de Mariano Rajoy: O abstención o elecciones generales. La comparecencia de Sánchez, este sábado, volvió a confirmar este extremo: Vestió de coherencia lo que no es más que una estrategia por postularse como líder del partido en el futuro próximo.
Evidencia número 2: La renuncia de Sánchez llegó sin tiempo material para que su sucesora en la lista del PSOE por Madrid pueda tomar posesión de su acta de diputado. Es decir, en la práctica, el voto de Sánchez se lee como una abstención (por ausencia), por lo que Mariano Rajoy necesita de un voto menos en contra para ser investido presidente del Gobierno.
Evidencia número 3: Muchos interpretan la renuncia de Sánchez como un ejercicio de coherencia cimentada, además, en sus lágrimas por la defensa del partido y de sus militantes. Coherencia hubiera sido mantenerse en el «no es no» esta tarde y, a continuación, asumir las consecuencias que dicte el Grupo Parlamentario o presentar su dimisión. La renuncia, antes de la segunda votación, es más estratégica que personal: No asume la disciplina del Comité Federal del pasado fin de semana pero, a su vez, su posición no va en contra de dicha resolución puesto que ya no es diputado.
En la práctica, tras esta renuncia, no queda invalidado para volver a optar al liderazgo del partido en el futuro, aunque deja en una situación precaria a aquellos diputados, reconocidos sanchistas, que durante semanas han defendido el «no es no» en todas las variantes. Por si quedaba alguna duda de la estrategia que hay detrás de su decisión, Sánchez justificó esta decisión en la negativa del Grupo parlamentario a permitir la abstención técnica de 11 diputados socialistas y habló claramente de la batalla que él mismo iniciará el lunes por hacerse con el liderazgo del PSOE.
Evidencia número 4: Es posible que Sánchez haya cosechado este sábado cierta simpatía, sobre todo por parte de quienes desconocen sus artes durante sus años al frente de la Secretaría General. Queda por ver si esa simpatía por el martirio de un líder que no fue especialmente apreciado mientras lo fue se transforma en apoyo real cuando se celebren las primarias socialistas y, sobre todo, si opta a las próximas elecciones generales si logra ser investido presidente del Gobierno. En política no suelen gustar estos perfiles, sobre todo cuando nos referimos a políticos que no tienen más proyecto que postularse como víctima de otros poderes fácticos.
Evidencia número 5: Sánchez puede haber firmado este sábado su muerte política, aunque su defunción no será total hasta dentro de unos meses. Salvo sorpresa, es difícil pensar que el interés de los medios (y de los ciudadanos) se puede mantener indefinidamente por parte de un político que no va a tener a su disposición ni los resortes mediáticos que proporciona ser diputado ni los del partido.
Tanto IU como UPyD pueden dar buena cuenta de lo que implica ganarse la atención de unos medios sobrepasados por una realidad diaria que imposibilita prestar atención a todo lo que no sean grandes organismos institucionales. Es cierto que tanto C’s como Podemos crecieron aprovechándose precisamente de esa ausencia en las instituciones, pero todo hace pensar que ese tiempo ha pasado y que la atención ahora se centrará en lo que ocurra en el Parlamento, por un lado, y en la propia trastienda del PSOE.
Sánchez deberá ser muy original y osado para ganarse la atención de los medios en estas circunstancias. Winter is coming, aunque este fin de semana sea protagonista absoluto de las escaletas mediáticas. Por si acaso, sus fieles han lanzado ya una campaña en Twitter, #YoviajoconPedro, para seguir sus pasos. Nos abstenemos de comentar tanto su planteamiento como su ejecución pero sí destacamos cómo se vuelve a resaltar la mochila como símbolo de lo que se supone que Sánchez y el sanchismo puede ofrecer:
Evidencia número 6: En el caso de ser elegido secretario general del PSOE, Sánchez se enfrentará a un reto no menor: Vender alternativa sin presencia en el Parlamento de los diputados. Este dato, que hoy puede parecer anecdótico por la presencia de las redes sociales, presenta connotaciones importantes: No será la cara del principal partido de la oposición en los debates del estado de la nación ni tampoco en el caso de que se pueda aunar una moción de censura parlamentaria contra un PP en clara minoría parlamentaria. Sánchez estará en la misma situación que en su día vivió Antonio Hernández Mancha, elegido líder de Alianza Popular tras la dimisión de Manuel Fraga, con las dificultades que el líder conservador le puede trasladar estos días. Esta circunstancia debería ser determinante para ser elegido o no en las primarias socialistas.
Evidencia número 7: En marzo de 2000, tras la dimisión de Joaquín Almunia por unos malos resultados electorales (125 diputados), el PSOE fue dirigido por una gestora que concluyó su mandato en el congreso del que salió José Luis Rodríguez Zapatero, en julio de ese año. Es decir, la actual gestora podría alargar los plazos para convocar las primarias y el cónclave extraordinario que debería servir para que cicatricen las heridas del partido, lo que es una muy mala noticia para los intereses de Sánchez.
En política, tres meses es un mundo, sobre todo si el aparato acierta con sus pasos en el futuro: Si surge un liderazgo que entusiasme a la militancia y simpatizantes socialistas, casi nadie se acordará de Sánchez y de lo que ha pasado durante este mes de octubre negro para el PSOE. Estos días vuelve a hablarse de Susana Díaz y de Patxi López como de las personas llamadas a unir el partido, aunque desde aquí volvemos a dirigir la mirada hacia Ignacio Urquizu.
La mala noticia el PSOE es que, con el anuncio de Pedro Sánchez, la guerra interna se eterniza, y eso a pesar de que el ex secretario general finalmente compruebe en carne propia que una cosa es empatizar con su situación y otra muy distinta apoyarle como líder de un partido que, con permiso de Unidos Podemos, es la referencia en el centroizquierda parlamentaria.
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