Domingo por la noche. En horario de prime time, La Sexta emitió Salvados con una entrevista del personaje del momento, Pedro Sánchez, grabada en las horas posteriores a su renuncia del acta de diputado en el Congreso y horas antes de que su grupo se abstuviera para facilitar la investidura de Mariano Rajoy.
Jordi Évole planteó una entrevista a mayor lucimiento del ex secretario general del PSOE, un día antes de que comenzara su recorrido por las federaciones de su partido por España con la intención de presentarse a las primarias para volver a ocupar el liderazgo de su partido. Un camino que se abrió con la puesta en marcha de una página web que debía servir para pulsar el apoyo de la militancia a su pretensión de volver a presentarse a las primarias del partido.
Desde el comienzo, el discurso de Sánchez se centró en tres ejes: Denunciar una suerte de conspiración de los poderes financieros contra su pretensión de formar Gobierno con Podemos en la anterior legislatura; un acercamiento a Podemos, apenas 24 horas después de que la bancada de la formación morada aplaudiera la intervención insultante de Gabriel Rufián contra el PSOE; y el propio menosprecio del PSOE, volviendo a incidir en la distancia entre militancia y cuadros medios.
Sánchez, víctima de una conspiración
En línea de su comparecencia ante los medios para explicar su renuncia, asumiió el papel de víctima de una suerte de conspiración en la que habrían participado dirigentes de su partido, la oligarquía financiera y medios de comunicación como El País, al que acusó de presionar (o directamente de amenazarle) para que no hubiera un acuerdo con Podemos en la anterior legislatura: «(En reunión con) Directivos de El País me dijeron que o gobernaba Rajoy o que no iban a ayudar a que hubiera un gobierno progresista». Ironías de la vida: En mayo, Sánchez utilizó su cuenta de Twitter para felicitar los 40 años de trayectoria del buque insignia de Prisa.
A pesar de sus ataques a los posicionamientos mediáticos de determinados grupos, se cuidó mucho de referirse a la labor que ha hecho en su contra programas como Al rojo vivo, en La Sexta, y periodistas como Antonio Ferreras, que ha usado el plató como plataforma para empujar hacia la salida a Sánchez. Evidentemente, el ex secretario general socialista no quiso quemar estas naves a la espera de cómo transcurran las primeras semanas de su periplo por España «como un militante más» que aspira a liderar su partido.
Sánchez mencionó el nombre de César Alierta como referencia de lo que pretendía trasladar: las presiones del Ibex 35 para que facilitara un Gobierno conservador que, según él mismo, vio viable en los días posteriores a las elecciones del 26 de junio hasta que Mariano Rajoy le pidió colaboración en la gobernabilidad. Es decir, el sábado defendió su renuncia para cumplir con el mandato del «no es no» que empeñó en la campaña de las últimas elecciones generales pero él mismo que con la resaca postelectoral modificó esa posición hacia la abstención. Es decir, lo mismo que en su día señaló el denostado Felipe González (del que dijo: «A Felipe no le engañé. Probablemente ha sido el dirigente con el que más he hablado en estos dos años y medio. Sí hablé con él de la abstención, pero no en los términos que él dijo. Mi compromiso político no lo asumo con Felipe sino con el Comité Federal») y el propio Mariano Rajoy.
Blanqueamiento a Podemos
Sánchez apuntó que llamó populista a Podemos sin saber lo que había detrás. Luego vaticinó que había que entenderse con dicha formación y, de paso, asumió el relato de que España está gobernada por los intereses de la oligarquía que utilizan el poder político para su beneficio. Es decir, revitalizó el marco de la casta que tan buenos frutos le otorgó a Podemos en sus primeros meses de existencia y, de paso, situó a su partido como parte integrante de ese entramado que decide asuntos fundamentales al margen de la opinión de la ciudadanía. Curiosa manera de demostrar su amor al partido, tal y como defendió durante la comparecencia en la que explicó por qué abandonaba su escaño.
Ante el favor de Sánchez, Pablo Iglesias no pudo sino agradecerle sus palabras desde su cuenta de Twitter, sin entrar a valorar por qué es ahora, cuando es un cadáver político, cuando el ex secretario general del PSOE decide tirar de la manta, para sorpresa del respetable en Twitter, que al parecer se enteró el domingo por la noche de cómo funciona la política y de lo que significa lidiar con grupos de interés. Cinco años y medio después de que el 15M cobrara vuelo al calor de esa evidencia.
Las palabras de Sánchez fueron ampliamente difundidas y aplaudidas por simpatizantes y dirigentes de la formación morada. Tal vez nadie le ha dicho al ex líder socialista que esos aplausos proceden de una masa de votantes a la que probablemente no se le pase por la cabeza la posibilidad de votar por el PSOE ni aún estando Sánchez al frente de la Secretaría General. Si recordamos, además, que en política el original suele tener más tirón que la copia, no tuvo ningún sentido esos posicionamientos estratégicos que habrá que entender en un mal asesoramiento, que se une a la construcción del relato de un líder martirizado por la propia formación a la que pertenece.
Los males del PSOE
Y así llegamos al tercer vector de su ataque: las críticas directas a la gestora por la situación imposible que, según él, le llevó a la renuncia de su acta de diputado por no permitir la abstención técnica de 11 diputados que el sanchismo defendió hasta el último minuto.
Sánchez se refirió a los miembros del partido que no le apoyaron en los días críticos que acabaron con su dimisión (con mención a que desde el 1 de octubre no ha recibido la llamada de muchos dirigentes del PSOE) y arremetió contra Susana Díaz en la faceta que más le interesó: Los rumores que sitúan a la presidenta de la Junta de Andalucía disputando el liderazgo del PSOE federal, ignorando que fue precisamente Díaz y la federación andaluza las que aseguraron la victoria de Sánchez frente a Eduardo Madina en las primarias celebradas en julio de 2014.
Sánchez confirmó que quiere ser secretario general del PSOE y que pretende compatibilizar un trabajo con esa faceta. Tras su paso por Salvados, no queda más que la evidencia de que es un cadáver político pero que todavía no ha asumido esa condición. Es posible que, salvo sorpresa, en las próximas semanas descubra qué efectos tiene también en la militancia un coqueteo con Podemos tan evidente como el que se vio durante la entrevista de Évole.
CODA. A pesar de los apoyos recibidos, en general por entornos que nunca formaron parte de su masa electoral, Sánchez se puso en el ojo del huracán tanto de su partido como de todo el entramado institucional y mediático que forma parte de lo que podemos denominar el establishment.
Rescatamos el monólogo de Carlos Alsina, este lunes, en Onda Cero, como el ejemplo correcto de un ajuste de cuentas con Sánchez, un personaje que en sus declaraciones asumió que se dejó presionar por el entorno optando por la posición más conveniente para sus intereses estratégicos.
Como en política todo tiene consecuencias, este martes el diario El Mundo se presentó con informaciones sobre contactos de Sánchez con Telefónica con el objetivo de que influyeran en la línea editorial de La Sexta y, particularmente, en la que esgrime el presentador de Al rojo vivo como objetivo a batir. Es decir, Sánchez no denunció ante Evole determinadas prácticas por reconversión demócrata sino que buscaba poner en evidencia cómo los poderes fácticos le habían abandonado durante estos meses.
En su partido, diferentes líderes situados en la segunda línea le pidieron que se retire con dignidad, que le solicitaron que hiciera autocrítica («Es más fácil echar la culpa a los demás que hacer un reconocimiento», José María Barreda) y en relación al blanqueamiento a Podemos («En la oposición prefieren los escraches y los numeritos a las propuestas legales. Dicen a cada cual lo que quieren escuchar y están en la descalificación continua. Es una buena definición para un partido populista», Rafael Simancas, hasta ahora cercano a Sánchez).
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