Islandia: Piratas no culminó la gesta y quedó como tercera fuerza

Las elecciones legislativas, celebradas el pasado fin de semana, vuelven a constituirse en ejemplo del efecto limitado del malestar ciudadano respecto a sus representantes políticos y, en general, respecto al sistema democrático representativo. La política islandesa, en crisis desde que el primer ministro se vio obligado a dimitir la pasada primavera por su implicación en los llamados Papeles de Panamá, se encamina hacia un nuevo experimento en su Parlamento, con una fragmentación entre dos bloques políticos claros con integrantes de la vieja y la nueva política.

Encontramos, por un lado, el bloque de centroderecha, que pretende repetir la coalición de Gobierno de la pasada legisaltura con el Partido de la Independencia y el Partido del Progreso (al que pertenecía el ex primer ministro Sigmundur David Gunnlaugsson), ambas formaciones tradicionales en el sistema parlamentario islandés que superaron el 40% de la representación. Enfrente, tenemos una coalición de centroizquierda que pivota sobre la existencia de dos formaciones políticas que han liderado buena parte del cambio en el país desde su implosión en el año 2008. Nos referimos al Partido Pirata y al Movimiento de izquierda Verde, que aglutinaron el 30% de la representación. Lo que supone un fracaso debido, sobre todo, a las expectativas creadas.

Con un 80% de la participación, el Partido Pirata, liderado por Birgitta Jonsdottir (persona cercana a Julian Assange), se convirtió en la tercera fuerza parlamentaria con el 14.5% de los votos (+9.4 puntos respecto a las elecciones de 2013) y que le permite triplicar el número de escaños obtenidos: De 3 pasa a 10 diputados, en empate con el Movimiento Verde. Siguiendo la estela del Partido Pirata sueco, fundado en 2006, había cierto interés por comprobar el éxito en las urnas de un ideario basado en peticiones de cambio real, en la responsabilidad y en la democracia directa, con la lucha contra la corrupción y las nuevas tecnologías como herramientas de cambio y de compromiso cívico como los focos más exitoso de un movimiento que ha salpicado iniciativas como las primaveras árabes, el 15M o incluso la candidatura de Bernie Sanders en las primarias demócratas.

A pesar de los buenos resultados, estos porcentajes no tiene nada que ver con las estimaciónes del 36% que le daban en plena crisis política y con el 22% de media que las empresas demoscópicas le otorgaron hasta el punto de situarles como primera fuerza parlamentaria en clara pugna con el Partido de la Independencia. Es decir, el ciudadano islandés puede seguir enfadado con el sistema político de su país pero no tanto para explorar nuevas aventuras con formaciones políticas que dejan a un lado sus preferencias ideológicas para poner el acento en la transparencia, la democracia directa y el empoderamiento del individuo, es decir, en el cómo hacer las cosas más allá del qué. Lo dejaba claro Èric Lluent  en este blog que recomendamos seguir: «El Partido Pirata de Islandia ha hecho un gran esfuerzo para subrayar que no es de derechas ni de izquierdas, sino que lo que pretende es cambiar las reglas para asegurar un mayor grado de participación de los ciudadanos en la toma de decisiones».

Por delante de los piratas se quedó el Movimiento Verde, otro de los partidos clásicos del sistema político islandés, que obtuvo el 15.9% de los votos y 10 diputados. Mejora sus resultados de 2013 también, al obtener 5 puntos más de representación y añadir 3 escaños a los 7 que consiguío entonces. Sin embargo, la noticia es que el Partido de la Independencia, con un 29% de los votos (+2.30 puntos) se convirtió en la fuerza más votada y obtuvo 21 diputados, con todo a favor para volver a ser Gobierno con el apoyo del resto de fuerzas situadas en el centroderecha del arco parlamentario.

A la espera de confirmar el sistema de alianzas, los analistas plantean un nuevo acuerdo con el Partido del Progreso, que perdió la mitad de su electorado (pasó del 24.43% de los votos en 2013 a un 11.5%) y la mitad de su representación (de 19 a 8 escaños), confiando en un acercamiento a otras fuerzas minoritarias. Parece claro, en este punto, que este acuerdo es el que tiene más elementos para hacerse con la gobernabilidad del país.

Quedan tres formaciones más con representación política tras las elecciones del día 29 de octubre. Nos referimos al Partido Reformistas (Viðreisn), un partido de nueva creación que obtuvo el 10.5% de los apoyos que se tradujeron en 7 diputados y que, aunque no tiene la atención mediática, puede terminar siendo quien abra la llave del Gobierno a un bloque u otro. Lo mismo ocurre con Futuro Brillante, un partido liberal que destaca defensa de los derechos humanos y en la protección medioambiental, que pasó del 8.25% de la representación al 7.2% (y de 6 a 4 escaños); y la Alianza Socialdemócrata, que se dejó la mitad de los votos (del 12.85% al 5.7% de los apoyos y de 9 a 3 diputados). Si tenemos en cuenta que en las elecciones de 2009 obtuvo el 29.79 % de los votos, queda claro qué actor de la política tradicional islandesa vive sus horas más bajas.

Con estos resultados, volvemos a poner en entredicho el trabajo demoscópico, sobre todo en relación a las proyecciones de formaciones políticas con un fuerte apoyo entre la ciudadanía que no termina de rematarse. En cuanto al futuro, a la espera de lo que decidan los reformistas con sus 7 escaños, todo pasa por el acuerdo del Partido de la Independencia y del Progreso (29 diputados) o que se traslade al Gobierno un acuerdo como el que funciona en el Ayuntamiento de Reykjavík entre el Partido Pirata, los Verdes, los socialdemócratas y Futuro Brillante (27 escaños).

Acerca de llegalaultima

Politóloga y periodista en transición
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2 respuestas a Islandia: Piratas no culminó la gesta y quedó como tercera fuerza

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