«Let’s go make some history today»: EEUU vota

Ultimo vídeo de campaña de la candidatura de Hillary Clinton para pedir el voto a los indecisos que, según las encuestas, todavía no tenían claro si este martes optarían por ella o por Donald Trump como el próximo presidente del Gobierno. Ante nosotros tenemos una maravilla de 5.39 minutos que arranca con un ejercicio de storytelling magistral. Clinton recuerda a su madre y su propia trayectoria como hija, madre y esposa, como facetas unidas intrínsecamente a la de política.

Incide en el leitmotiv de su campaña: Es el momento de hacer historia y esa posibilidad está en las manos de los votantes, con un repertorio de los colectivos que constituyen su base electoral (mujeres, muchas mujeres de todas las edades, afroamericanos, latinos, musulmanes, gays y, sobre todo, aquellos que necesitan del trabajo de los poderes públicos para garantizar su propia existencia), de la que depende, en buena medida, su éxito electoral esta noche.

Esta maravilla de Clinton llega horas después del discurso de un más que inspirado Barak Obama en New Hampshire, en el que el presidente de EEUU, que abandona la Casa Blanca con porcentajes de popularidad superiores al 50%, solvió a hacer suyo el eslogan «Fired up, ready to go». No recordamos una campaña electoral en la que el presidente saliente se haya implicado de esta manera con el aspirante de su partido, algo que todavía llama más la atención si recordamos las refriegas entre ambos durante las primarias demócratas de 2008.

Unas elecciones históricas y atípicas

A partir de la medianoche, hora española, comenzarán a conocerse los primeros resultados de los estados de la costa de Este aunque es muy probable que hasta las cinco de la mañana no haya datos más o menos definitivos. Tras una campaña lamentable, con picos propiciados por la aparición de noticias escandalosas de Donald Trump y de Hillary Clinton (la última, hace una semana, con intervención del FBI en relación a los famosos e-mails filtrados durante su etapa como secretaria de Estado de Barak Obama), este martes se decide quién ocupará la Casa Blanca en unos comicios históricos por dos motivos: Por los protagonistas de la contienda y por la incertidumbre ante el comportamiento electoral de los estadounidenses respecto a las dos elecciones que ganó Barak Obama.

No hay dudas respecto a la cuestión inicial: Por primera vez, una mujer llega con muchas posibilidades de ser la presidenta de EEUU durante los próximos cuatro años, un hecho que no invalida ni siquiera la polémica que arrastra Hillary Clinton, con su papel en el avispero en el que se ha convertido Oriente Medio, y que ha llevado a que amplios sectores vuelvan a acordarse, especialmente fuera de EEUU, de Bernie Sanders. A su pesar o no, seda por hecho que, si gana la Casa Blanca, modulará su intervencionismo en política internacional.

Enfrente, hemos visto a un candidado republicano que ha hecho una campaña como si fuera un outsider.  Donald Trump llega a este día con la práctica totalidad de la prensa en contra y repudiado por buena parte del partido pero no por sus bases, que han conectado con su lema y con la idea de recuperar el país para la gente corriente. Otra señal, esta vez en EEUU, del malestar de buena parte de las clases medias y de los trabajadores con el statu quo actual que, como escribía Jordi Amat, no se entiende sin el cambio en el paradigma de los medios de comunicación, vinculado en particular al nacimiento de la Fox:

«Antes había empezado con las tertulias políticas radiofónicas, pero el fenómeno lo expandió la televisión rompiendo con el centrismo que era lo dominante en las grandes cadenas. Adaptado a nuestras coordenadas: se consolidó el discurso de una ca­verna mediática. Aprovechando el esqueleto del formato periodístico, más que hechos, empezó un bombardeo de ideología burda, eficaz y omnicomprensiva que ­acabó por consolidar una burbuja de paredes de cemento que la verdad factual no logra reventar. Es sensacionalismo injertado al populismo y ha llegado a ser adictivo para su consumidor. Una clase media blanca empobrecida y sin posibilidad de ascenso social encuentra refugio en unas ideas que hasta ahora nadie se atrevía a hacer públicas de manera tan explícita. Y Trump vino, lo dijo sin titubear y ganó la nominación. A esa ola se ha subido. Digámosle machismo, digámosle racismo, digamos negación del cambio climático. Digamos que es nuestro lado oscuro que no nos atrevemos a verbalizar»

Según los últimos sondeos, la distancia entre ambos candidatos se había recortado en los últimos días de la campaña, un hecho sorprendente si nos quedamos sólo con el personaje que representa el candidato del GOP y no en el mar de fondo que subyace en el apoyo que ha cosechado para sorpresa de propios y extraños.

Durante meses hemos visto cómo se proyectaba en EEUU un malestar que tenía como protagonista a la comunidad negra (que por primera vez podría no estar votando en masa a los demócratas) pero también entre los trabajadores blancos, que no dejan de ver cómo sigue disminuyendo su nivel de renta y la propia estabilidad de sus puestos de trabajo. No es casualidad que ese voto se dirigiera a Bernie Sanders durante las primarias demócratas (junto el de los electores más jóvenes) y tampoco es casualidad que se contenga el aliento en estos momentos ante la posibilidad de que esa franja de votantes esté votando por Trump. Preocupa, especialmente, Michigan, un estado tradicionalmente demócrata.

Han pasado ocho años desde la victoria de Barak Obama tras un mandato, el de George W. Bush, que amplió las brechas en un país que debía afrontar la situación de incertidumbre internacional más caótica desde el final de la Segunda Guerra Mundial y, sobre todo, con una economía hundida por la crisis de la subprime y la caída de Lehman Brothers. A pesar de las tesis aislacionistas defendidas por Trump, EEUU no es una isla y está afectado por el mismo malestar de la democracia que se recogió durante el referéndum del Brexit y en cada proceso electoral que se sucede en Europa. Existe una desconexión clara y creciente entre el sistema político (y económico) y el ciudadano medio, que no se siente representado y que, en muchos casos, tiene la impresión de estar al margen de la toma de decisiones de aquellos que piden el voto.

Estamos ante una fractura que ya afectó al contrato que sustentó el Estado de bienestar y que, en EEUU, tiene un componente racial creciente. De ahí que resulte sumamente interesante comprobar lo que harán los latinos de segunda generación, que en 2012 votaron en masa demócrata. Por cierto, la contienda electoral podría no acabar esta madrugada. Tras depositar su voto, Trump insistió en uno de sus temas favoritos de campaña y denunció fraude electoral, algo a lo que ni siquiera se atrevió Al Gore tras las elecciones presidenciales del año 2000.

Acerca de llegalaultima

Politóloga y periodista en transición
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