El pasado 25 de noviembre, además del Black Friday consumista, se conmemoró el día internacional contra la violencia sobre la mujer. Las cifras hablan por sí solas: Cada 10 minutos, un hombre asesina a una mujer que es o ha sido su pareja sentimental en algún lugar del planeta, de acuerdo con las cifras de la ONU. Según datos de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la UE, 1 de cada 3 europeas ha sufrido violencia física y/o sexual y un 22% había sufrido violencia física y/o sexual por parte de sus parejas o ex parejas. En España, 866 mujeres fueron aesinadas por sus compañeros sentimentales en los últimos 13 años, 40 en lo que va de año.
El 25 de noviembre se habló del caso más extremo de violencia ejercida sobre las mujeres en el ámbito afectivo. A estas cifras hay que añadir el del empleo de la violencia sobre las mujeres como arma de guerra o de dominación, de la desigualdad jurídica femenina en buena parte del mundo y estructural en Occidente, del machismo institucionalizado que se puede comprobar, por ejemplo, cuando una mujer da una opinión en público y de cómo este goteo de víctimas sigue constante con el silencio casi total de la sociedad ante hechos que, se entiende, forman parte de la vida privada de las personas. Como mucho, cuando un día amanece especialmente sangriento, los poderes públicos se lamentan de lo ocurrido y plantean la violencia de género como un asunto de Estado que nunca se materializa.
Es por ello, por el silencio generalizado ante el infierno que viven muchas mujeres dentro y fuera de su entorno familiar, por lo que cobra relevancia vídeos como el que destacamos a continuación. Se trata de un experimento que se llevó a cabo en Suecia por parte de la compañía STHLM Panda para mostrar cuál es la reacción social generalizada a pesar de contemplar en directo agresiones físicas y verbales de un hombre sobre una mujer: