Paolo Gentiloni, el ministro de Asuntos Exteriores de Mateo Renzi, fue el elegido por el presidente de Italia, Sergio Mattarella, para la formación de un nuevo Gobierno capaz de concluir la actual legislatura, hasta 2018: «Soy consciente de la urgencia de dar a Italia un Gobierno en plenas funciones para calmar a nuestros ciudadanos y afrontar con el mayor de los esfuerzos y determinación los desafíos sociales, económicos e internacionales», afirmó.
De esta manera, el Partido Democrático (PD) aguanta la presión y mantiene el Gobierno tras la marcha de Renzi, que presentó su dimisión inmeditamente después de perder el referéndum sobre la reforma constitucional con un contundente 59.95% en contra frente al 40.05% que votó a favor. Con un 68.48% de participación, el ex primer ministro perdió el órdago y, de paso, el plebiscito a su gestión al frente del Gobierno y a su paquete de reformas.
Esta vez no hubo paños calientes en la comparecencia de Renzi. Asumió claramente su derrota («He perdido. Pero en la política italiana no pierde nunca nadie. No ganan, pero ninguno pierde. Yo he perdido y lo digo en voz alta») y felicitó a los políticos que hicieron campaña por el no («Ha sido una fiesta de la democracia. Estoy orgulloso de que los ciudadanos se pronunciaran sobre la reforma en si. Felicitaciones a los líderes del no»), donde se encontraba parte de los pesos pesados de su propio partido.
En esta ocasión tampoco hubo críticas a las empresas demoscópicas, que recogieron, desde hace meses, que el no ganaría con facilidad al sí. No recogieron la enorme distancia que al final habría entre ambas opciones y muchas optaron por incluir un gran volumen de indecisos en el bloque del no. El 4 de diciembre, Italia se sumó a la ola de descontento que se manifiesta en distintos países europeos frente a sus dirigentes, aunque en este caso el descontento se dirigió, sobre todo, a Renzi y sus planes. Su partido sigue siendo el que obtendría mayor número de votos, de acuerdo con los últimos sondeos sobre intención de voto, que otorgan al PD el 32.25% de los votos frente al 29% del partido de Beppe Grillo; este dato, por sí solo, podría explicar por qué el presidente italiano ha optado por encargar la formación de un nuevo Gobierno a este partido y no abocar el país a nuevas elecciones.
Gentiloni, un político muy cercano a Renzi, será el nuevo primer ministro italiano al frente de un Gobierno de continuidad ante la negativa del Movimiento 5 Estrellas o la Liga Norte a sumarse a la posibilidad del Gobierno de coalición propuesto por Renzi antes de dimitir. Ambas formaciones prometen mantener la presión en la calle para ir a nuevas elecciones con el mismo argumento que usaron contra el ex primer ministro: Gentiloni no tiene la legitimidad de las urnas pues asume el cargo sin haber liderado la lista del PD en unas elecciones.
Hacia fuera, Gentiloni tendrá que resolver de inmediato la crisis del Monte dei Paschi di Siena, el tercer banco del país, que está a punto de hacer aguas y llevarse por delante el sistema bancario del país. También deberá asistir a los damnificados por los terremotos que este año azotaron Italia y organizar citas internacionales como la cumbre del G7,que se celebra en mayo en la ciudad siciliana de Taormina. Hacia dentro, tendrá por delante la tarea de unir a todas las facciones enfrentadas en el PD. Los analistas hablan de él como de una persona de consenso, moderado y discreto, un perfil que gusta a la UE y a los mercados. Un día después de conocerse los resultados del referéndum, el euro se colocó el nivel de práctica paridad respecto al dólar y las bolsas asiáticas abrieron con pérdidas ante un nuevo ejemplo de incertidumbre política en un país de la UE.
Tras el shock que provocó el Brexit y el no a la reforma constitucional de Renzi, Europa sigue con preocupación la ola de contestación que los electores manfiestan en cada cita electoral que se celebra. Sobre todo porque quedan por delante tres acontecimientos que podrían volver a certificar que la UE tiene un problema serio de desconexión entre sus instituciones (de las que forman parte los Gobiernos de los países miembros) y sus ciudadanos: Las elecciones holandesas, las francesas y las alemanas el próximo otoño. En los tres países, la ultraderecha sigue en ascenso frente a la parálisis del resto de opciones políticas.
CODA. Alexander Van der Bellen ganó las elecciones presidenciales en Austria con el 53.3% de los votos frente al candidato de la ultraderecha FPÖ, Norbert Hofer, que impugnó los resultados de la segunda vuelta celebrada el pasado mes de mayo por irregularidades en el recuento del voto. Entonces, Van der Bellen consiguió el 50.3% de los votos. apenas 30.000 más que su rival tras consignar el voto por correo, en una segunda vuelta que el TC ordenó repetir.
Los resultados oficiales mejoraron las estimaciones de los sondeos, que otorgaron la victoria a Van der Bellen por 51% de los votos frente al 49% de su rival, y contabilizó la movilización de los últimos días frente a Hofer y sus referencias a que, si ganaba, podría convocar un referéndum sobre la permanencia de Austria en la UE. De nuevo, los trabajadores no cualificados y los ciudadanos con menos formacion volvieron a votar en masa al candidato ultraderechista frente a los más formados, que optaron por el líder ecologista.