La política nacional sigue deparando sorpresas. El miércoles, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, despidió su intervención en la cena de Navidad del PP en Torrejón de Ardoz con una frase que ha puesto a trabajar a propios y extraños: «¡Ya preparando las próximas elecciones!». Su entorno se apresuró a señalar que Rajoy había tenido un lapsus y su vicepresidenta del Ejecutivo, Soraya Sáenz de Santamaría, apuntó que todo se había debido al cansancio.
Se tome como lapsus o como declaración de intenciones, la frase de Rajoy engarza perfectamente con el estado de opinión que vivimos desde hace meses, con la mayoría de formaciones políticas de implantación estatal inmersa en procesos internos. En este contexto,sólo el PP parece tener suficiente unidad interna y fortaleza como sigla para ir a unos comicios con los que ampliar su ventaja respecto al resto de sus competidores, sobre todo en un momento de extrema debilidad para todos.
Durante estas primeras semanas, hemos visto cómo el PP ha preferido acercarse a partidos como el PSOE o el el PNV para acordar medidas en el Congreso de los diputados, un hecho que tiene su enjundia si tenemos en cuenta el acuerdo de legislatura firmado el pasado verano con C’s. El partido de Albert Rivera, que afronta primarias el próximo mes, está desaparecido a la agenda de los medios, muy ocupados en las guerras más o menos públicas que protagonizan tanto PSOE como Podemos.
Una izquierda cada vez más dividida
No hace falta incidir en la situación que vive el PSOE desde el pasado mes de octubre, con dudas más que razonzables sobre la intención última de Pedro Sánchez de disputar finalmente la Secretaría General cuando la gestora convoque los plazos. A pesar de que su entorno sigue muy movilizado para evitar que las bases socialistas se olviden de su referente y de presiones como las de Patxi López, Sánchez no deja de amagar sobre sus intenciones, algo que llama la atención si tenemos en cuenta que la única persona que parece protagonizar movimientos para liderar el partido es Susana Díaz, nombrada archienemiga número 1 para Sánchez y el sanchismo.
Los datos son los que son: El PSOE ha perdido a la mitad del electorado que le dio su confianza en las elecciones de marzo de 2008, unos votantes que se han ido, en su mayoría, a las nuevas formaciones políticas. Como hemos señalado en otras entradas, parece que ese trasvase ha terminado y que, en estos momentos, el votante crítico socialista ya no piensa en recalar en ningún otro partido, lo que consituye una buena noticia para los intereses del PSOE: Si acierta en su renovación, habrá puesto las bases para recuperar una parte de su electorado que, además, vive un rechazo frontal a las tesis defendidas por Podemos.
Las aguas tampoco bajan traquilas en Podemos, que se reúne este fin de semana en Vistalegre con el fin de armonizar el partido de cara al próximo ciclo político. A pesar de que apenas tiene tres años de vida, la formación ha dado muestras más que suficientes de un problema interno que se ha agudizado durante estos días tanto en términos de corrientes como en liderazgos.
Hace unos días, el secretario de Relaciones con la Sociedad Civil, Rafael Mayoral, defendió que la II Asamblea Ciudadana, prevista para el próximo mes de febrero, debe elegir de forma conjunta los principios políticos y organizativos y la dirección que los tendrá que ponerlos en práctica, algo que se decide estos días en Vistalegre con distanciamiento entre los pablistas y la Izquierda Anticapitalista. Y por si quedaba alguna duda, Mayoral volvió a señalar que Iglesias podría abandonar el liderazgo del partido si las bases de la formación morada no elige su propuesta de partido: «Las propuestas políticas van con las personas que las defienden. Es lo que hemos defendido desde hace bastante tiempo de manera normalizada. No hay ninguna novedad al respecto».
Volvemos pues a un Podemos que plantea un órdago similar al que en su momento ejecutó Felipe González para obligar al partido a agandonar el marxismo como ideología oficial para asumir un esquema socialdemócrata de corte federal: Abandonar su cargo tras perder una votación y sumir al partido en una situación de incertidumbre hasta que el Congreso Extraordinario de 1979 asumió sus postulados.
Iglesias no ha sido el único que ha dejado caer la posibilidad de abandonar su cargo. El portavoz parlamentario de Podemos, Iñigo Errejón, que lideraría la corriente contraria y que no vive sus mejores momentos tras perder el control del aparato en Madrid, señaló hace unos días: «Uno está en posiciones de portavocía, de representación, de manera temporal, mientras es útil y tiene el respaldo de un rumbo político, no está en un sillón para calentarlo. Uno representa una posición para seguir un rumbo y si los rumbos cambian puede ser que cambien las personas, todas, no es ningún drama». Un movimiento que Iglesias tendría preparado, con Carolina Bescansa como sustituto de Errejón.
Sea como fuere, parece que sí está siendo un drama y que, en apenas unos años, Podemos manifiesta los mismos problemas internos que manifiestan otros partidos. Para muestra, el cruce de declaraciones entre Juan Carlos Monedero y Juan Pedro Yllanes sobre un encuentro tenso mantenido entre ambos y ratificado por un tercer testigo, también de la formación:
En este contexto, cobra cada vez más sentido la frase de Mariano Rajoy, sobre todo si el Congreso sigue haciéndole pagar el precio del rodillo parlamentario empleado en la legislatura 2011-2015, con enmiendas a las reformas del Gobierno del PP que provocaron mayor contestación social.