Podemos se enfrasca en su guerra interna

Hace tres años, Podemos se presentó como la opción llamada a concentrar el descontento que se manifestó en la calle desde el 15 de mayo de 2011 y en la movilización contra una manera de entender la política y la representación política basada en el turno de partidos y en la existencia de una suerte de establishment que había controlado los resortes del poder en su beneficio desde la Transición política.

Tres años después, Podemos muestra señales de descomposición evidentes que se potencian aun más por la estabilidad política que supuso la abstención del PSOE en la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno. La formación morada ha descubierto, en 2016, que  era mucho más difícil de lo que se pensaba desplazar al PSOE como el partido de referencia del centroizquierda y que la política institucional casa mal con procesos internos con vocación de destrucción.

Las primarias para elegir a la nueva dirección de Podemos en Madrid sacó las miserias habituales de los acostumbrados a la vida de un partido político. La victoria de Ramón Espinar frente al sector errejonista y al que lidera Tania Sánchez (como representante de la antigua IU-Madrid) abrió la caja de los truenos de cara a la siguiente cita de sectores aparentemente irreconciliables: El liderado por Iñigo Errejón y por Pablo Iglesias.

La siguiente batalla fue la votación del sistema que regirá Vistalegre II, la asamblea ciudadana que debiera servir para apuntalar la estructura interna de Podemos una vez confirmado que el partido está llamado a formar parte de las estructuras parlamentaria y con vocación de poder. La victoria por la mínima de las tesis de Pablo Iglesias, con amenaza incluida de abandonar el cargo de secretario general si su modelo de partido no resultaba vencedor en la consulta, hacía presagiar una calma tensa que duró exactamente un día.

El viernes por la tarde, víspera de Nochebuena, Ramón Espinar confirmó la destitución del portavoz de Podemos en la Asamblea de Madrid, que esta vez no guardó silencio sobre lo ocurrido, como hizo en el pasado Sergio Pascual. José Manuel López, que recibió el apoyo en las redes sociales de los diputados más alejados de las tesis de Espinar (y, por lo tanto, de Iglesias), denunció en la Cadena SER lo ocurrido y, sobre todo, la manera de hacerlo: «Más bien que una purga es una decisión de vieja política. Hemos venido a traer otra forma de hacer las cosas y esto, con alevosía, recuerda a cuando se cambió de noche el artículo 135 de la Constitución».

La noche del viernes quedó claro, sin embargo, que la formación morada ha aprendido a manejar los tiempos para tomar decisiones polémicas, un movimiento que le habría salido bien si se hubieran medido las consecuencias. La intervención de López podría haber quedado con una anécdota si el sector pablista hubiera guardado silencio. No ocurrió así. Como reacción a la entrevista, se comenzó a difundir una campaña en Twitter con el hashtag  , en clara crítica a Errejón, que fue respondida con una campaña similar con el hashtag #AsiNoPablo.

La sorpresa, sin embargo, llegó el mismo día de Navidad cuando el secretario de Organización de Podemos, Pablo Echenique, usó su perfil de Facebook para justificar esta campaña contra el número 2 del partido para mantener las esencias de la formación. Extraemos un párrafo, aunque merece la pena leer toda la respuesta: «Mi primer deber como Secretario de Organización de Podemos es proteger el proyecto y, por eso, cuando una familia/corriente empieza a poner sus (legítimos) intereses por delante de la legitimidad de los procesos democráticos y de las decisiones de las direcciones elegidas por la gente, tengo la obligación de decirlo».

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Estamos, pues, ante la primera vez, que sepamos, que el principal responsable orgánico de un partido político opta por posicionarse claramente contra un destacado dirigente del partido en público, sin que, hasta el momento, se hayan tomado decisiones disciplinarias o, al menos, se haya hablado teléfonicamente de lo que está ocurriendo desde hace semansa entre los «machos alfa» de Podemos. Propios y extraños asumen ya con claridad que estamos ante un ejemplo de cómo los desencuentros personales están cristalizando de una forma que amenaza incluso la proyección futura del partido.

Como se esperaba, tras el pronunciamiento de Echenique han llegado también las palabras de dirigentes de peso. Irene Montero alabó la ‘actitud ejemplar» del responsable orgánico del partido mientras que  Rita Maestre arremetió en púbico con esta manera de entender la vida orgánica, a menos de dos meses de que se celebre el congreso en el que se habrá de estructurar el partido de cara al próximo ciclo político, con convocatoria de elecciones a medio plazo.

‘Juego de tronos’ en Podemos

Durante unos meses, Pablo Iglesias y otros dirigentes de Podemos insistieron en emplear la serie Juego de Tronos en su estrategia de comunicación para referirse a la contienda política que se iba a dirimir en las elecciones generales y que supondrían, según ellos, la entrada de nuevos actores políticos que alterarían el statu quo del régimen heredado de la Transición.

Desde hace unos meses, ya nadie habla de la serie ni hace una trasposición de argumentos, en buena medida porque es la situación interna del partido la que protagoniza esas luchas de poder. No es nuevo: A lo largo de 2016, hemos venido alertando de que buena parte de los problemas que manifiesta Podemos tienen menos que ver con los ataques externos que sugiere Pablo Iglesias, y que ya alcanza a medios alternativos como La Marea, y mucho más con una manera de entender la política y los partidos políticos como herramientas institucionales que, además, sirven para ganar elecciones.

IU y el PSOE tienen experiencia reciente que confirman que la vida interna de un partido político es bastante menos romántica de lo que sugieren los pronunciamientos idealistas como los que se vieron durante las semanas en las que se acampó en Sol o en Plaza Catalunya. Algo que personas como Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero o Carolina Bescansa saben por sus trayectorias vinculadas a estos partidos en el pasado.

A pesar de que el movimiento 15M sugiriera que existe una manera de hacer política que ya no debía pasar necesariamente por los partidos políticos, la realidad ha pasado por encima de esos anhelos: Para cambiar las cosas hace faltar estar en las instituciones y la única manera de hacerlo, hasta el momento, es a través de un partido político. No hay más.  En un sistema con elecciones periódicas, para ser una opción creíble hace falta una dirección y un liderazgo aceptado pero también que la maquinaria interna del partido esté engrasada.

Eso pasa por discutir, elaborar líneas estratégicas y aceptar la discrepancia con deportividad para ser capaces de consensuar mensajes y armar internamente una alternativa vendible a amplios sectores de la sociedad. Unidad interna y proyección hacia el exterior, no la guerra de guerrillas que está sumiendo a Podemos en una situación en la que, por ejemplo, es casi imposible saber si hay opciones ideológicas contrapuestas de cara a Vistaalegre II.

Es una obviedad pero conviene remarcarlo: En la vida social no hay santos ni mártires, sino personas que conforman las organizaciones, personas que acarrean sus filias y sus fobias, sus debilidades y fortalezas y, sobre todo, sus ambiciones personales y, a veces, colectivas. Si tenemos en cuenta este punto, se entiende por qué da la impresión de que Podemos puede afrontar una proceso de escisión manifestada, sobre todo, en disesiones que enmascaran problemas personales y luchas de poder.

Sobra decir que la atención mediática y social respecto a Podemos ha sido sustancialmente menor a la que en su momento deparó la crisis interna del PSOE que acabó con la salida de su secretario general.

Acerca de llegalaultima

Politóloga y periodista en transición
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