EEUU sigue inmerso en superar el shock que supondrá la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el próximo 20 de enero, que lleva semanas dando pistas de cómo será su presidencia y lo que puede obtener a cambio del llamado «poder blando» (ahí está el discurso de la actriz Meryl Streep en la ceremonia de entrega de los Globos de Oro) pero también de lo que podemos denominar «poder duro».
Durante la madrugada del miércoles, la inmensa mayoría de medios estadounidenses replicaron una información del portal Buzzfeed a propósito de un informe de los servicios de seguridad de EEUU sobre la posibilidad de que Moscú tenga material que podría comprometer la imagen del presidente electo estadounidense, que tomará posesión de su cargo el próximo día 20 de enero.
Ese informe, que no aporta prueba alguna pero al que se da veracidad por la fuente (un ex espía del MI6 británico), ponía en foco en dos puntos: En la existencia de pruebas sobre las prácticas sexuales del presidente electo con mujeres rusas en orgías; y en el encuentro del abogado de Donal Trump con funcionarios rusos que le habrían chantajeado para no hacer públicos esos datos.
El abogado de Trump, Michael Cohen, negó su implicación en esa reunión asegurando que nunca había estado en Praga, ciudad que habría sido el lugar de encuentro para acordar tapar esas pruebas a cambio de un cambio de EEUU, cuando Trump llegue a la Casa Blanca, en dos aspectos: La posición respecto a Ucrania y respecto a la OTAN. El propio presidente electo reaccionó a través de su cuenta de Twitter denunciando que los medios asumían una información falsa, a sabiendas, y se definió como una víctima de una caza de brujas.
Horas después, el Kremlin se desmarcó completamente de la noticia y señaló que no tenía en su poder informes comprometedores de Trump y disparó contra los interesados en perjudicar las relaciones bilaterales entre ambos países, bastante menos tensas en estos momentos que con Barak Obama al frente de la Casa Blanca.
Lo cierto es que tanto medios como periodistas se se sumaron a la ola, asegurando en todo momento que la información no estaba contrastada y que, por supuesto, tiene una intencionalidad clara: Se difundió pocas horas antes de que Trump diera su primera rueda de prensa en cinco meses y poco antes del discurso de despedida de Barak Obama como presidente en Chicago. A pesar del ruido mediático que provoca siempre la difusión de prácticas sexuales de los poderosos, lo único relevante del caso tiene que ver con la existencia de ese encuentro en Praga y lo que se acordó (si es que se acordó algo) en dicho encuentro. Nada más.
Puesto que no hay ninguna mención a ese asunto, nos quedamos en lo que sí sabemos. Así, la madrugada del miércoles quedó claro que la oposición a Trump vendrá, sobre todo, desde las estructuras de poder de EEUU. También quedó claro el papel de la prensa en este caso: Todos los medios que difundieron la noticia incumplieron una de las premisas del periodismo, que parte del supuesto de no difundir rumores.
Y eso es así a pesar de que ‘vacas sagradas» del periodismo como Carl Bernstein firmaran la supuesta información o que distintos periodistas aseguraran que desde hace meses la prensa y los políticos de Washington conocían el rumor de que existía un informe sobre los gustos sexuales de Trump (en un país en el que una felación estuvo a punto de acabar con la presidencia de Bill Clinton) y sobre su connivencia con Rusia.
Noticia en terreno abonado: El espionaje ruso
La difusión de los datos sobre la connivencia de Donald Trump con Rusia no llegan de la nada. Desde hace semanas, la Administración Obama se ha empantanado en las denuncias contra Rusia por haber ejecutado, presuntamente, lo que las Administraciones estadounidenses llevan décadas practicando en todo el mundo: Intervenciones indirectas en procesos electorales para conseguir que venza el candidato preferido.
El presunto espionaje ruso ha provocado el enfrentamiento público entre Barak Obama y el nuevo presidente electo, que minimiza la importancia de esa acción desde Moscú en su victoria electoral. También ha vuelto a tensar las relaciones diplomáticas entre ambos países, a la espera de que la llegada de Trump, mucho más conciliador con Vladimir Putin que el presidente saliente, permita reconducir la situación.
Este asunto compartió protagonismo con una de las primeras decisiones del presidente electo: El aviso a las grandes empresas del automóvil estadounidenses de que pagarán más aranceles si siguen con sus políticas de deslocalización hacia México, un mensaje que llegó claramente a Ford (que anunció nuevas inversiones en el país en detrimento de México) y a Toyota (que hizo caso omiso a Trump). Una medida que puede ser un disparo en la línea de flotación de las deslocalizaciones industriales y empresariales, el mito de la refundación del capitalismo que iba a llegar en las reuniones del G20 tras 2008 y que, por supuesto, jamás se abordó con seriedad.
Obama sigue despidiéndose
Mientras la partida se juega ahora en torno a la presencia internacional de las antiguas potencias que protagonizaron la Guerra Fría, en el país prosiguen los homenajes hacia el primer presidente afroamericano. Hace unos días, se difundió un vídeo en el que participan celebridades del mundo del espectáculo y que permite hacer un repaso por los momentos más significativos de sus dos mandatos, con mención expresa al deshielo de las relaciones con Cuba o Irán, a sus mensajes sobre el cambio climático, a favor del matrimonio igualitario, el Obamacare o el papel de EEUU en la transición política de Myanmar:
Durante la madrugada del miércoles, ante 20000 personas, Barak Obama dio su último discurso como presidente de EEUU, una intervención emotiva y emocionante en que repasó sus cuatro años al frente de la Casa Blanca y el legado que deja:
Un legado, con sus luces y con sus sombras, a la espera de ser desmantelado desde la Cámara de Representantes y la nueva Administración republicana.