En el año 2004, el politólogo Samuel Huntington publicó ¿Quiénes somos? Los desafíos a la identidad estadounidense. Su obra, conocida en el último tramo del primer mandato de George W. Bush, pasó mucho más inadvertido que su célebre El choque de las civilizaciones. Recordemos que EEUU, junto a sus aliados internacionales, estaba inmersa en la llamada Guerra contra el terror y el principal enemigo de Occidente era el Islam radicalizado y los países que lo albergaba.
Las dos obras guardan estrecha relación respecto a algunas de las paranoias del votante medio estadounidense blanco, conservador y sumamente religioso: El peligro de lo que se podría denominar la invasión latina (el enemigo en casa) y las posibilidades del yihadismo islamista para perpetrar acciones terroristas que potenciara, precisamente, las contradicciones de las sociedades liberales y, aparentemente abiertas, occidentales. Ante este desafío, el presidente de EEUU, Donald Trump, terminó justificando el uso de la tortura y no descartó volver a aprobar el uso de técnicas, como el waterboarding, para combatir el terrorismo.
Tras una semana eterna en la Casa Blanca, Trump adoptó decisiones ejecutivas frente a estas dos dinámicas, decisiones sumamente peligrosas y que han puesto en pie de guerra a una parte no desdeñable de la sociedad civil, con el silencio atronador desde Europa, que ha vuelto a confirmar que no funciona como un bloque homogéneo y que sólo Angela Merkel parece dispuesta a afrontar una suerte de liderazgo.
EEUU y la islamofobia selectiva
El viernes, Trump ordenó el cierre temporal de las fronteras para los inmigrantes de siete países de mayoría musulmana (Siria, Irán, Sudán, Libia, Somalia, Yemen e Irak) y para refugiados de todo el mundo durante 120 días (de forma indefinida para los procedentes de Siria). La prohibición para los primeros durará 90 días aunque el veto podría ser ser indefinido para aquellos países que no entreguen información migratoria requerida. El objetivo de la medida, según el texto difundido, pasa por «proteger al pueblo estadounidense de ataques de extranjeros admitidos en EEUU». Algo sobre lo que el propio Trump incidió desde su perfil de Twitter:
La medida, que afecta a residentes y ciudadanos con doble nacionalidad, movilizó a decenas de miles de personas durante el fin de semana y provocó la suspensión parcial de la medida por parte de una jueza federal ante una petición de habeas corpus, que plantea que la medida presidencial presenta un riesgo de «lesión sustancial e irreparable» a los afectados. Gobernadores y fiscales de varios estados mostraron ya su oposición a una medida que consideran inconstitucional y, durante la noche del sábado, miles de personas se concentraron en el aeropuerto JFK de Nueva York ante las primeras deportaciones. Muchos abogados se presentaron voluntarios para defender a los afectados por la medida:
Ante la posibilidad de la firma de un documento de este tipo, del que se fitró hace unos días el titular («Protegiendo a la nación de los ataques terroristas por parte de extranjeros»), ya se registraron reacciones de solidaridad con los musulmanes por parte de personalidades como Madeleine Albright, ex secretaria de Estado con Bill Clinton. Posicionamientos que refuerzan el postulado de una fractura total entre las elites del país, que comparte discurso con el establishment cultural, y el pueblo llano para el que Trump dice gobernar y proteger. A pesar de que en la orden ejecutiva no figura ninguno de los países de procedencia de los terroristas del 11S, que en su mayoría tenían estatus de residentes (no inmigrantes) y con el papel destacado de los conversos.
Desde Europa, llegaron el sábado por la noche las palabras de condena hacia la decisión de Donald Trump por parte del presidente de Francia, François Hollande, más simbólicas que reales si tenemos en cuenta que le quedan apenas unos meses al frente del Elíseo. El domingo por la mañana llegó el turno de Angela Merkel y de la premier británica, Theresa May. En todas partes se da por hecho que la postura de EEUU respecto a los refugiados será imitada por buena parte de los países occidentales (con excepción, hasta ahora, de Canadá), lo que podría inflamar de nuevo la idea de un Occidente enfrentado al Islam que haría las delicias de Huntington y sus seguidores.
Desde los países afectados, Irán anunció que responderá de la misma manera que EEUU respecto a los ciudadanos estadounidenses, por lo que podemos estar en el principio del fin del deshielo de las relaciones bilaterales entre ambos países desde el acuerdo alcanzado en 2014. Sudán convocó al Encargado de Negocios de EEUU para protestar por la prohibición mientras la Liga Árabe tachó de injustificable las razones esgrimidas para justificar la orden presidencial.
Trump insiste en ampliar el muro con México
El giro de Trump hacia la islamofobia selectiva y la desatención de refugiados de guerras en las que EEUU ha formado parte activa llegó apenas 48 horas después de otra decisión polémica, aunque esperada: La orden ejecutiva respecto a la frontera sur con México, la prologanción del muro que se comenzó a construir bajo la Administración de Bill Clinton y que permitió que Barak Obama acabara su mandato con casi tres millones de deportaciones.
A pesar de que estamos ante una obra anterior, que el actual presidente republicano, que tiene sólo un 36% de aprobación en EEUU, promete reforzar y ampliar, en el gran público ha calado la idea de que ésta es una política novedosa, en la que Trump insistió durante la campaña electoral de las presidenciales hasta la extenuación. De lo que no cabe ninguna duda es de que la diplomacia no figura entre una de las virtudes del nuevo presidente, tal y como se pudo comprobar en la manera en la que «vendió» al gran público la medida, con mensaje directo al país vecino: México pagará el 100% de la obra. «Todo se nos reembolsará en una fecha posterior con cualquier transacción que hagamos con México. Sólo le digo que habrá un pago, que sucederá de alguna forma, quizás de una forma complicada», dijo.
La Casa Blanca tuvo que salir al paso inmediatamente después de estas afirmaciones al filtrarse a los medios que se podría aplicar un 20% de tasa de arancel a las importaciones procedentes de México, lo que en la práctica, a grandes rasgos, supondría que el consumidor medio estadounidense finalmente sería el que pagaría la obra. Ante el revuelo, los distintos portavoces de la Administración se apresuraron a señalar que este arancel sería sólo una de las medidas que se estarían barajando.
El anuncio obligó al Gobierno de México a reaccionar. Por primera vez desde que el país se convirtió en argumentario negativo en la campaña de Trump, Enrique Peña Nieto demostró cierta firmeza al suspender un encuentro que tenía previsto mantener con el presidente de EEUU, encuentro que habían estado preparando los respectivos equipos. Realizó el anuncio desde su cuenta de Twitter, en respuesta a un tuit anterior de Trump en el que sugería suspender el encuentro si México se negaba a hablar de cómo pagar ese muro. A pesar de que ambos mandatarios hablaron por teléfono el viernes pasado, las relaciones entre Trump y la frontera sur del país pasan por un momento crítico.
La Administración Trump ha decidido poner en marcha la política aislacionista que había prometido el candidato en campaña, con ataque directo a las llamadas «ciudades santuario», que siguen mostrando su disconformidad con el contenido de la orden ejecutiva.
Sorprende el tono beligerante que Trump ha querido insuflar en todas sus medidas, como si la política fuera imposición y no negociación con los actores afectados. Así, llama la atención su hostilidad con un país vecino (consciente de que basta con mirar a otro lado para que Washington vea llegar a miles de personas procedentes de Centroamérica y que México, de una manera más o menos sutil, frena). También resulta muy llamativo que este tipo de anuncios se realicen sin montar alianzas alternativas con otros países.
Europa ha permanecido convenientemente ausente de este debate, en buena medida por sus políticas contra la inmigración ilegal, que pasan en estos momentos por la construcción de muros (Melilla, Hungría, Grecia) o el acuerdo con países tapón (Turquía). Así, el anuncio de la construcción del muro fue sólamente aplaudido por el primer ministro de Israel, muy interesado en realizar extrapolaciones de realidades completamente diferentes y agradecido seguramente por los anuncios respecto a «su negociado»:
En el caso de la frontera entre EEUU y México, la medida de Trump resulta extraña por su proteccionismo que plantea: Cada día cruzan la frontera 300.000 vehículos y un millón de personas que trabajan, estudian, comercian o visitan por turismo el otro lado. También 15.000 camiones de transporte pasan a diario por uno de los 40 puntos de cruce legales. El intercambio comercial en la frontera es de 1.000 millones diarios. No hay que insistir demasiado en la importancia de los 55 millones de persona que constituyen la población hispana desde el punto de vista económico, político y cultural.
Ante situación surrealista de EEUU y México, con Peña Nieto en niveles ínfimos de popularidad (12% respalda su gestión), el viernes compareció ante los medios el empresario y multimillonario Carlos Slim, que llamó a mantener unidad para poder negociar de igual a igual con Washington: «Esta unidad nacional va a permitir al Gobierno tener una posición de fuerza y con determinación hacer las negociaciones que mas convengan a los intereses nacionales».
En este punto, conviene tener en cuenta el sistema de frenos y contrapesos que los Padres Fundadores diseñaron para EEUU para que ningún poder sobresaliera sobre el resto. Trump puede ver cómo sus órdenes ejecutivas son de facto tumbadas por la Justicia (como ha ocurrido con la Muslim Ban, la prohibición musulmana) y por la Cámara de Representantes y el Senado. El senador McCain, del GOP, ya criticó la ampliación del Muro de México y los planes de reforzar las fronteras: «Nos tememos que esta orden ejecutiva se convertirá en una herida autoinfligida en la lucha contra el terrorismo». Carl Bernstein, uno de los periodistas que destaparon el caso Watergate, transmitió hace unos días que en las filas republicanas ya se registra preocupación por la falta de madurez y estabilidad del presidente.