Podemos estalla en su propio ‘Juego de Tronos’

Podemos se ha confirmado como una magnífica maquinaria electoral, que consiguió en dos años y medio aglutinar a cinco millones de votantes, pero una pésima organización política. Durante el último año, han sido constantes las menciones a los problemas internos de la formación morada, que nació en 2014 para canalizar todo el malestar que cristalizó en el movimiento 15M y en la crisis del sistema de partidos que arrastramos desde entonces.

A pesar de los intentos por señalar que la prensa y los poderes fácticos eran los responsables de amplificar los problemas internos de Podemos, primero en relación a la posición que debía adoptar el partido respecto a la investidura de Pedro Sánchez y luego con el diseño del partido de cara al futuro, es evidente que los problemas existen y que sus protagonistas llevan semanas trasladándolo a los medios de comunicación.

La situación, esta semana, parece haber entrado en un punto de no retorno. El miércoles, Carolina Bescansa anunció que abandona todos sus cargos directivos en Podemos (no su escaño) tras el fracaso de su tercera vía frente a los proyectos que lideran Iñigo Errejón y Pablo Iglesias. En un comunicado, se especifica claramente: «Podemos ha llegado al dintel de esta Asamblea atrapado en un eje de confrontación entre dos compañeros. Este eje ha dificultado el desarrollo de los debates que alumbraron e hicieron florecer a nuestra organización». Junto a ella se marcha también el secretario de Economía, Nacho Álvarez.

El gesto de Bescansa llega después de un principio de acuerdo técnico entre ambas facciones pero, sobre todo, después de que los diputados de Podemos y del resto de grupos, además de la prensa, pudieron asistir en directo a una bronca entre Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, número 2 del partido, desde sus escaños en el Congreso de los Diputados. La expresión corporal de ambos, y particularmente los gestos de Iglesias, echaban por tierra la idea que luego quisieron transmitir de que se trató de una conversación más muy gesticulada porque estamos en España y y no en Holanda.

A última hora de la noche se supo que finalmente no habrá lista única en Vistalegre 2, la Asablema Ciudadana que arranca el próximo 11 de febrero en la que se decidirá entre el proyecto que lidera Pablo Iglesias y el de Iñigo Errejón. Iglesias, que en principio sólo iba a presentarse a la Secretaría General, finalmente finalmente competirá con el número 2 de partido con una lista propia al Consejo Ciudadano. Lo que supone un giro desde su posición inicial de anunciar con que se marcharía si no fuera elegido.

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Viñeta de Ricardo publicada en el diario El Mundo

«La boda roja» de Podemos

Durante un tiempo, los líderes de Podemos utilizaron en sus argumentarios ideas extraídas de la serie Juego de Tronos. Hace ya muchos meses que esas referencias no aparecen en sus discursos, en buena medida por la impresión de guerra permanente que proyectan las distintas corrientes del partido, para pasmo de simpatizantes y votantes, que se han quedado ya sin argumentos con los que explicar de forma racional lo que está pasando.

En estos momentos, la confrontación interna es tal que no se puede descartar que, metafóricamente, Vistalegre 2 acabe como la boda roja, uno de los últimos capítulos de la tercera temporada de la serie que acabó (atención spoilers) con la muerte de algunos de los personajes más queridos de la familia Stark. Pocos dudan de que la victoria de un bando conllevará consecuencias en el sector perdedor y viceversa. Hay riesgo de escisión, como evidencia el intento de Errejón por desmentir esa posibilidad ante los periodistas cada vez que tiene ocasión. En comunicación ése suele ser un síntoma claro de que algo se cuece en esa dirección.

No hablamos de una crisis reciente. Desde hace más de un año, con hitos como la operación que acabó con la destitución de Sergio Pascual como secretario de Organización y el consiguiente silencio de Errejón, las aguas bajan turbias en un partido construido sobre afinidades políticas pero, sobre todo, personales y sentimentales. Es buen momento para recordar las estrechas relaciones entre los fundadores del partido (Pablo Iglesias, Carolina Bescansa, Juan Carlos Monedero, Luis Alegre y Miguel Urbán) a los que luego se sumó Iñigo Errejón y, mucho después, Tania Sánchez, pareja de Iglesias y la dirigente que encabezaba la corriente de IU que primero coqueteó con la posibilidad de integrarse en Podemos.

Monedero se fue de la primera línea tras sus problemas con Hacienda, aunque sigue lanzando mensajes contra Errejón, y Luis Alegre quedó en un lugar complicado tras la dimisión de buena parte de la organización de Madrid, el epicentro de los problemas por el control del partido una vez constatado que En Marea sirve de avanzadilla a Podemos en Galicia, que Teresa Rodríguez (Izquierda Anticapitalista) controla Andalucía y que Ada Colau no va a permitir que Madrid se inmisculla en sus intereses. Luego llegaron las diferencias estratégicas de las elecciones generales del 26 de junio y el tiempo de hacer autocrítica tras ver cómo se había perdido la oportunidad histórica de unir a la izquierda, junto a C’s, frente a un PP muy debilitado.

La reflexión sirvió para que la corriente que lidera Pablo Iglesias (e Irene Montero) se escorara más a la izquierda frente a los postulados defendidos por Errejón, bastante más querido por los medios generalistas, en relación a cierta moderación para entenderse con el PSOE, una operación que será indispensable antes o después si tienen vocación de Gobierno.

Tras la caída de Pedro Sánchez como líder del PSOE y la tranquilidad institucional que provocó la investidura de Mariano Rajoy, llegó el momento de pasar del partido como maquinaria electoral a una formación política institucionalizada. También era la ocasión de afrontar que Podemos había descuidado su conexión con los Círculos y los movimientos sociales, de los que se nutrió inicialmente, para pasar a ser  una suerte de partido de notables sobre los que pivotaba toda la acción del partido, que ahora decide entre dos proyectos y, sobre todo, entre dos fuentes de poder que ni siquiera mantienen comunicación entre sí.

De la calle a las instituciones 

En la necesidad de calma es cuando el partido ha estallado por los aires. Primero durante las primarias de Madrid, con el caso Ramón Espinar y la purga posterior ejecutada por los vencedores, y después en cada mensaje lanzado por cada facción. Podemos, que había irrumpido en el ámbito de la comunicación política como un partido capaz de trasladar mensajes muy simples y, sobre todo, unitarios, comenzó a dispersarse comunicativamente en función de cada facción. Con hitos como el vídeo que difundió Pablo Iglesias, que aspira a presidir el Gobierno en algún momento, abrazado a un tronco como homenaje a David Lynch.

No ha sido el único resbalón. Desde hace semanas, se puede seguir en directo distintas posiciones respecto a todo tipo de asuntos de política nacional e internacional, a menudo con mensajes contradictorios o mal explicados que necesitan ser matizados a continuación. La descoordinación, junto a la promoción personal de la figura de Iñigo Errejón, suponen todo un festival para unos medios de comunicación que no han tenido más que limitarse a exagerar las diferencias para ayudar a que todo reventara por dentro.  Basta con acercarse al Congreso y preguntar por el trabajo diario del partido o el trasiego de rostoros en puestos que, demasiado a menudo, fueron ocupados por amigos a los que había que premiar, más allá de su competencia profesional.

El 15 de mayo se cumplen seis años de la ocupación de las plazas al grito de «no nos representan». En enero hicieron tres años de la fundación de Podemos, cuyos problemas internos suponen un desastre para los millones de ciudadanos que creyeron que el cambio era posible y arrastran a toda la izquierda alternativa al PSOE, que permanece inmerso en su guerra fraticida. Con Podemos incapaz de canalizar sus problemas y con todo lo que huela a izquierda (IU, Equo, movimientos sociales) desactivados, una parte de la ciudadanía se queda huérfana de representación, lo que constituye un problema democrático de primer orden.

Desde el punto de vista organizativo, se pone de manifiesto un debate que tuvo cierta trascendencia durante las primeras semanas del movimiento 15M: Cómo canalizar todo el malestar que había en la calle en herramientas de participación política ajenas a los partidos políticos, denostados en aquellos instantes por ser parte de la casta. Seis años después, confirmamos la sospecha: Gusten más o menos, los partidos políticos son las únicas herramientas útiles si se tiene vocación de cambiar las cosas desde las instituciones y fue un error no empeñarse más a fondo en la tarea organizativa, que es mucho más que movilizar al electorado en una campaña electoral o en lanzar mensajes en forma de tuits. Es posible que hoy, muchos, en la sede de Podemos en Plaza de España, hayan entendido por fin el mensaje.

Acerca de llegalaultima

Politóloga y periodista en transición
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2 respuestas a Podemos estalla en su propio ‘Juego de Tronos’

  1. Iñaki dijo:

    Gracias por explicar de forma clara y resumida el follón que tienen montado, que desde «la periferia» y con tanto titular sensacionalista uno no se entera de la misa la mitad.

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