Las cosas no marchan bien en Grecia, oficialmente declarado como el enfermo crónico de la Eurozona. Cuando ya enfilamos el octavo año desde la explosión de la crisis financiera, que impactó de forma inmediata sobre la economía helena, y a pesar de los tres rescates bancarios por valor de 335.000 millones procedentes de la CE, el BCE y el FMI, no podemos hablar de señales que avancen una recuperación clara. El PIB retrocedió en el cuarto trimestre de 2016 en un 0.4% respecto a los tres meses anteriores, cuando la economía creció un 0.9%. El Gobierno de Alexis Tsipras mantiene una proyección de un crecimiento del 2.7% para este año y del 3.1% para 2018.
Además, la deuda pública supone el 147% del PIB, con el FMI alertando de que podría llegar al 200% si no hay recortes o reducciones; el 24% de la población activa no tiene acceso a ningún empleo, situación que se agrava respecto al paro juvenil sigue siendo uno de los más elevados de la UE (47% de los menores de 25 años); 9 de cada 10 desempleados no cobra subsidio alguno; y el país se prepara para una pérdida de población durante las próximas décadas (hasta 2.5 millones hasta 2050).
A pesar de declaraciones, sobre todo en Alemania, a favor de promover un Grexit, la posición de la UE es que esta posibilidad «no es una opción«, en palabras del comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici. Así, la última reunión de las instituciones europeas y el FMI se saldó con la constatación de que Grecia sigue siendo un problema y que puede convertise en un asunto de primer orden si tenemos en cuenta los vientos que cuestionan el proyecto europeo tanto desde fuera (con Donald Trump poniendo a Alemania en el centro de sus críticas) y desde dentro (desde la ejecución del Brexit hasta los movimientos anti-UE que competirán en las próximas elecciones en Países Bajos, Alemania y Francia, tres de los países fundadores de la CEE).
Los acreedores volvieron a exigir a Atenas que ponga en marcha los compromisos adoptados en la firma del tercer rescate. A saber: reformar las pensiones, tocar el mercado laboral, promover un fondo para las privatizaciones, liberalizar el mercado energético y una reforma fiscal que eleve las bases imponibles. A cambio, se comprometen de nuevo a comprometerse con metas fiscales más relajadas, compras de deuda del BCE y una futura reestructuración que no termina de llegar a pesar de los requerimientos del FMI al respecto. En este sentido, desde los distintos gobiernos de la UE se habla abiertamente de que no se debería plantear esta posibilidad para obligar, precisamente, a las autoridades helenas a seguir con su programa de recortes y reformas económicas.
La respuesta del primer ministro griego, Alexis Tsipras, en una reunión de su partido no dejó lugar a la duda: «Estamos dispuestos a discutir cualquier cosa dentro del marco del acuerdo (de rescate) y dentro de la razón, pero no cosas más allá del marco del acuerdo y más allá de la razón. No vamos a discutir las demandas que no están respaldadas por la lógica y por los números». Y de paso, lanzó un aviso para que todas las partes que «tengan más cuidado con un país que ha sido saqueado y con personas que han hecho y siguen haciendo tantos sacrificios en nombre de Europa».
En este contexto, un informe del think tank World Economics mostró en su último Indice de Precios Mundial (IPM) que el euro es una divisa infravalorada respecto al dólar en términos de paridad de poder adquisitivo (PPA), una situación que habría beneficiado a las economías fuertes de la Eurozona (aunque se haya llevado por delante a las más débiles, como la griega). Así, WE mantiene que el euro está un 15% infravalorado en Alemania, «lo que está beneficiando a los exportadores de este país», tal y como señaló hace unas semanas el presidente de EEUU, Donald Trump, respecto a los intereses del proyecto europeo en Berlín.
Por cierto, Grecia, junto a Estonia, son los dos únicos países miembros de la OTAN que cumplieron con sus compromisos presupuestarios respecto a la Alianza: A pesar de las dificultades, Atenas destinó el 2% del PIB al gasto en defensa, uno de los requerimientos que está realizando el presidente estadounidense en sus conversaciones con líderes europeos.
ND saca 14 puntos a Syriza
Mientras Grecia vuelve a aparecer poco a poco en los temas de los grandes medios europeos como un problema sin solución, la situación política en el país transita por lugares más conocidos. Syriza sufre un gran desgaste y las encuestas sitúan al partido en el 21.38% de media, -14 puntos respecto a los resultados conseguidos en las elecciones parlamentarias celebradas en septiembre de 2015 y +0.4 puntos respecto a los estudios correspondientes al mes de diciembre. Hay sondeos, de nuevo, que vuelven a situar a la izquierda radical por debajo del 20% en intención de voto:
El gran beneficiado de la esta situación vuelve a ser Nueva Democracia, que emerge como la única alternativa a Syriza. La formación pasaría del 28.10% de los votos a un 35.12% de intención de voto, por lo que mejoraría los resultados de los comicios de junio de 2012 que le permitieron a Antonio Samarás gobernar con el apoyo del PASOK y Dimas.
Amanecer Dorado, con el 8.72% de los apoyos, gana casi 2 puntos respecto a las elecciones de 2015 pero pierde medio punto respecto a hace un mes, mientras que el PASOK sube casi un punto, hasta obtener el 7.32% de los votos de media. El partido socialista, una de las patas sobre la que se sostenía el sistema político heleno desde el fin de la dictadura, empataría con los comunistas del KKE, que se movería en torno al 7.56% de los votos (+2 puntos respecto a las últimas elecciones generales).
A continuación, se suceden una serie de partidos que rozan el mínimo para entrar en el Parlamento heleno. Por un lado, tenemos a To Potami, uno de los partidos llamados a concentrar el voto del descontento en las elecciones de enero de 2015 y que hoy se mueve en torno al 2.36% de media. Por su parte, Anel, socio de Gobierno de Syriza, rozaría el 3% (2.98% de media), lo que significaría que seguramente tuviera garantizada su entrada en el Parlamento debido a que suele registrar un voto oculto importante.
EK se movería en torno al 3.32% de media (un resultado muy parecido al que obtuvo en septiembre de 2015) mietnras que la izquierda escindida de Syriza se divide entre Unidad Popular (1.5% de media, muy lejos del mínimo legal para lograr representación) y Course of Freedom, que obtendría el 2.78% de media. Por este motivo, porque la fragmentación podría dejar fuera del Parlamento a una parte importante de la población, el líder de To Potami se dirigió a Anna Diamantopolou, Yiannis Ragousis y Giorgos Floridis para explorar la posibilidad de aglutinarse en un movimiento de centroizquierda.