Hace unos días, aseguramos que sería un milagro que François Fillon aguantara la presión interna que, desde su partido, se había acentuado la semana pasada con el fin de que se retirara de la carrera presidencial. El lunes se produjo el milagro: El alcalde de Burdeos, Alain Juppé, el señalado como posible salvador del centroderecha, anunció que no será candidato de Les Republicáins ni aún en el supuesto de que se retirara Fillon.
Después de referirse a la situación como «un callejón sin salida» («El inicio de las investigaciones de la justicia y su sistema de defensa basado en la denuncia de un supuesto complot y de una voluntad de asesinato político lo han conducido a un callejón sin salida»), se autodescartó de las quinielas: «No voy a participar en negociaciones ni mercadeos partidistas. De una vez por todas, no seré candidato a la presidencia». Entre las razones que esgrimió, la tardanza en buscar una salida a la situación creada por el llamado Penelopegate pero también el reconocimiento de su incapacidad para unir al partido en torno a su persona: «No estoy en disposición hoy de realizar la necesaria reagrupación en torno a un proyecto unificador».
Tras la comparecencia de Juppé, el partido mostró su apoyo unánime a su candidato en su carrera al Elíseo: «Tras una larga discusión, el comité político ha renovado unánimemente su apoyo a François Fillon. Ha dicho que hará todo lo posible para reunir a la familia política de la derecha y el centro en torno a su proyecto político de recuperación nacional. François Fillon ha indicado que hará todo lo posible para demostrar nuestros valores. Los Republicanos están juntos y apoyan completamente a Fillon». Con esta declaración se intentaba frenar el riesgo de ruptura en la derecha francesa y, de paso, se ponía fin también a los rumores que apuntaban que al exministro François Baroin como posible relevo tras el descarte de Juppé.
Tras lo ocurrido la pasada semana, la declaración de Juppé sirvió para frenar todos los movimientos internos dirigidos a descabalgar a Fillon, aunque desde el entorno de Nicolás Sarkozy se ha insistido, con mucho menos ruido, en la necesidad de que retire su candidatura y nombre a alguien con más opciones de superar lo que, en el partido, se define como una «situación patética». Y es que, hasta el momento, Fillon no supera el 20% de intención de voto, según los últimos sondeos publicados, y cada vez se encuentra más lejos de disputar con Emmanuel Macron el paso a la segunda ronda de las presidenciales.
Fillon se enfrenta a su partido respaldado por miles de seguidores
El fin de lo que podemos llamar «operación retirada» se inició tras la concentración de entre 50.000 y 200.000 partidarios que, el domingo, mostró su apoyo a Fillon en la plaza del Trocadero de París, en lo que constituyó una muestra de fortaleza en al menos dos sentidos: Por un lado, les confirmó a los suyos su intención de resistir a las operaciones internas en el partido, con la dimisión de más de un centenar de cargos en unos días (entre ellos el director de campaña, el portavoz y el tesorero).
Por otro lado, el acto le permitió insistir en los argumentos de que es víctima de una suerte de complot, con mensaje directo a su base electoral: «Nadie puede impedirme ser candidato. No es el partido quien va a decidir; no va a ser en los pasillos donde se va a arreglar nada». Y de paso, insistió en la redención plebiscitaria de las urnas: «Los millones de votos que recibí en las primarias quieren decir simplemente esto: que nosotros los franceses estamos hartos de vuestros cálculos, de vuestras carreras, de vuestras historias. ¿Os dejaréis llevar por la pasión del momento? ¿Os someteréis al dictado de la espuma de las cosas? Seguiré diciendo a mis amigos políticos que la decisión les corresponde a ellos y a la vez no les corresponde. La decisión es vuestra a través del sufragio y será, estoy seguro, la de toda Francia».
Viñeta publicada en Politico
El candidato republicano confirma una fortaleza que, sobre todo, deja en evidencia la propia salud del partido y, sobre todo, la dinámica de una campaña presidencial en la que el foco está puesto en los casos de supuesta corrupción de los candidatos y no en las propuestas para los próximos cinco años. Un mantra que seguirá en los próximos días (Fillon comparece en sede judicial el próximo día 15 de marzo para explicar los detalles del trabajo realizado por su esposa como asesora parlamentaria) y que está provocando situaciones de tensión con los periodistas que siguen la campaña de Fillon.
Hace unos días se publicaron nuevas revelaciones sobre un préstamo de 50.000 euros que recibió de un empresario amigo, Marc Ladreit de Lacharrière, que no incluyó en la declaración de patrimonio que los parlamentarios remiten anualmente a la Autoridad para la Transparencia de la Vida Pública. Revelaciones que esta vez también han tenido al candidato de En Marcha como protagonista: Según la Inspección General de Finanzas, Macron podría haber incurrido en un delito de favoritismo en la organización de una velada con empresarios en Las Vegas en 2016 cuando todavía era ministro de Economía.
Macron y Le Pen se disputan la primera plaza
Los últimos sondeos publicados confirman que la estrategia de Fillon, que medios como Le Monde tacha ya abiertamente de populista, ha convencido a su base electoral, que muestra una fidelidad llamativa: El 19.25% de media votaría por el candidato republicano, un porcentaje que, en todo caso, le dejaría fuera de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Es decir, la decisión de Fillon de enrocarse en su posición gusta a sus fieles pero no le permite ganar votos por el centro y entre los liberales, que parece el nicho de votos en el que registra la fuga de votos más importante:
En este sentido, llama la atención los resultados del sondeo de One Point que jugó con la posible candidatura de Juppé antes de que éste se autodescartara. Esta opción, según parece, habría permitido tapar esa fuga de votos (24.5% de los votos frente al 17% que la empresa le otorga a Fillon) y también le habría hecho ganar apoyo en el centroizquierda (el PSF caería al 13% de intención de voto) pero también de cara a los intereses de Macron (20% en lugar del 25% que le otorga con Fillon como rival).
Al margen de este supuesto, ya descartado tras las palabras de Juppé, Marine Le Pen y Macron se estarían disputando la primera plaza en la ronda electoral que se celebra el próximo 23 de abril: Le Pen se movería en torno al 25.8% de intención de voto mientras que Macron estaría en el 25%, casi 5 puntos de distancia respecto a Fillon. Sólo un estudio, Harris, sitúa al candidato de En marcha por delante de la líder del Frente Nacional. Todos los sondeos ven a Macron como virtual ganador en la segunda ronda con porcentajes de voto del 62-60% frente a Le Pen.
Más datos: El candidato socialista, que ve cómo históricos del partido piden el voto para el ex ministro de Economía de François Hollande como mal menor para frenar a Le Pen, se quedaría en el 14.6% de los votos mientras que Jean-Luc Mélenchon se quedaría en el 11.5%, en lo que constituye un porcentaje similar al que obtuvo hace cinco años.