Este domingo, Bulgaria vuelve a las urnas para renovar su Parlamento. La cita electoral ya se dio por hecho tras la dimisión del primer ministro, Boyko Borisov , la misma noche de la victoria aplastante del Rumen Radev, un independiente apoyado por el partido socialista, próximo a Moscú, que logró un 59.37% de los votos en las elecciones presidenciales del año pasado frente a la candidata de Ciudadanos por el desarrollo Europeo de Bulgaria (GERB), que se quedó en el 36.16% de apoyos en la segunda vuelta.
Desde la dimisión de Borisov se sucedieron contactos para proceder a la formación de un nuevo Gobierno que terminara la legislatura, aunque ya se daba por hecho que sería imposible por la negativa de las principales fuerzas a explorar esta posibilidad. Por lo tanto, este domingo vuelven a las urnas los siete millones de búlgaros con derecho a voto dentro y fuera del país para elegir entre las dos formaciones tradicionales (el GERB y el BSP) y un abanico de nuevos partidos formados por viejos conocidos:
- Los Patriotas Unidos, una confluencia del IMRO (Movimiento Nacional Búlgaro), el IFSB (Frente Nacional de Salvación Patriótico) y Atacka (la formación ultranacionalista por antonomasia), que se postulan como tercera fuerza.
- También se espera unos resultados razonables del PDS (del que forma parte el Movimiento por las libertades), el partido de la minoría turca del país, que compite con el DOST (una escisión que cobra protagonismo porque ha sido el partido mencionado por Recep Tayyip Erdogan como la formación a la que deberían votar los búlgaros de origen turco)
- El Bloque Reformista, una alianza entre viejos partidos con raíz sectorial, y conservadora, formado en 2014 por cinco formaciones que no lograron representación parlamentaria en 2013 (Movimiento por una Bulgaria fuerte, el Movimiento de los Ciudadanos búlgaros, la Unión de las fuerzas demócratas, el Partido de la gente libre y digna y la Unión nacional agraria búlgara). Según los últimons sondeos, pierde la mitad del apoyo y que roza el umbral mínimo para lograr representación parlamentaria (4%).
- Y se espera que, Volya, un partido liberal búlgaro fundado en 2007 por el empresario Veselin Mareshki, refundado este mismo año de las cenizas del anterior Hoy (y antes Alianza Liberal), que en las elecciones presidenciales del año pasado obtuvo un resultado más que razonable (11.17% de los votos).
Los últimos sondeos sobre intención de voto publicados antes del cierre de la campaña electoral, este viernes, no auguran estabilidad tras los comicios: El GERB y el BSP están prácticamente empatados según todas las encuestas en torno al 30% de intención de voto, una situación buena para la oposición socialista (las elecciones de 2014 le llevaron al 15.40% de la representación) y que se mantiene estable respecto al GERB, que conserva un consolidado suelo electoral incluso con la crisis política de la que ha sido protagonista desde el año 2013.
Así, el GERB de Borisov volvería a ser el partido más votado con una media del 29.4%, -3.27 puntos respecto a sus resultados hace tres años, lo que indica, por sí solo, la fortaleza de la formación a pesar de sus problemas parlamentarios. El BSP, formado sobre todo por socialistas y comunistas y liderado por Kornelia Ninova, duplicaría su resultado de 2014 hasta el 28.2% de los votos:
Respecto al Bloque Patriótico, pasaría de un porcentaje del 11.8% en 2014 a un 10.5% de media (si no tenemos en cuenta el sondeo de Barometer, que distorsiona en buena medida los datos al estimar un resultado tan abultado) o al 12.6% si contamos con la estimación de dicho sondeo. Queda por ver si la formación ultraderechista puede capitalizar haber liderado en los últimos días la protesta en la calle contra Turquía por lo que se califican de injerencias en el proceso electoral búlgaro.
El partido de Mareshki, Volya, se movería en torno al 7.8% de los votos (obtuvo 11.17% en las elecciones presidenciales), con el Bloque Reformista en torno al 4.2% de media (-4.69 puntos respecto al dato de 2014 y -5.21 si lo comparamos con los datos que obtuvieron por separado las formaciones que hoy configuran la coalición). Alternativa para la Vuelta de Bulgaria (ABV), de izquierdas, pugna por sobrepasar el mínimo legal para conseguir representación en el país.
Por su parte, el PDS (antiguo MRF) perdería casi la mitad de su electorado (del 14.84% a una media del 8.6%), un dato que se explica por la tensión que ha existido entre Sofía y Ankara durante toda la campaña, hasta el punto de que los líderes del GERB y el BSP han protestado en público por la actitud turca durante la campaña.
El lunes Radev se reunió con el fiscal general y con los jefes de los servicios de espionaje, contraespionaje y seguridad, para discutir el proceso electoral y las actividades de Turquía durante el proceso. El motivo: Ankara ha pedido directamente que los 700.000 votantes que forman la minoría turca en Bulgaria voten esta vez por el DOST y no por la fuerza tradicional, fundada en 1990, que los representaba en el Parlamento. Antes, ultranacionalistas búlgaros bloqueron los tres principales pasos fronterizos turcos para impedir la entrada al país de ciudadanos de doble nacionalidad que residen en Turquía con derecho a voto.
Junto a los efectos económicos de la incertidumbre política y las relaciones de Bulgaria con Turquía, la proximidad a Rusia, abierta con la elección de Radev en las presidenciales, también ha copado buena parte de los discursos en campaña. Así, la cabeza de lista del BSP aseguró que hará lo posible por conseguir un levantamiento de las sanciones impuestas por la UE contra Moscú por su anexión de Crimea: «Si el Partido Socialista gana las elecciones y yo soy primera ministra, iré a Bruselas y declararé: ‘Señores, la próxima vez que voten prolongar las sanciones contra Rusia, Bulgaria impondrá un veto'», dijo.
Frente a estos argumentos, Bossirov enfatizó su compromiso con la OTAN y la UE y se centró en pedir estabilidad: «El próximo lunes Bulgaria tiene que estar más estable que nunca para no tener el destino de los demás países vecinos, que se enfrentan a una mala clasificación crediticia e inestabilidad política».
Una crisis política que dura cuatro años
En el mes de febrero del año 2013, una movilización contra la subida del precio de la energía, en lo más crudo del invierno, y la política de privatizaciones sirvió de catalizador para poner de manifiesto el malestar de amplias capas de la sociedad con el funcionamiento de un país gobernado por Borisov, del GERB, en el poder desde las elecciones de 2009. A pesar de que las urnas le devolvieron el poder unos meses después, la imagen de Borisov, omnipresente en los últimos años de la política búlgara, ya no fue la misma y la dificultad para garantizar Gobiernos estables así lo certifica.
Este domingo, el país más pobre de la UE afronta sus terceras elecciones generales en cuatro años, una situación que viene explicada por la enorme inestabilidad abierta desde la dimisión y victoria del ex guardaespaldas del último líder comunista, Todor Yivkov, que se alzó con el poder gracias a un discurso antimafia a pesar de los rumores siempre presentes de contactos con el crimen organizado, que con el 30.54% de la representación no pudo formar Gobierno.
La oposición socialista (26.61%), segunda fuerza del país, llegó a un pacto de Gobierno con la minoría turca del Movimiento de Derechos y Libertades (MRF) y con los ultranacionalistas de Attack, que dio su poder a Plamen Oresharski, aunque pronto tuvo que enfrentarse a una fuerte movilización en las calles durante el verano de 2013, que coincidió con las protestas de Brasil contra Dilma Rousseff y de Turquía contra Erdogan, que necesitó incluso de mensajes tranquilizadores de las autoridades de la UE a favor de que el Ejecutivo trabajaría para acabar con la corrupción.
La crisis política acabó con una nueva convocatoria electoral en octubre de 2014 ante la debilidad del Gobierno, y el GERB, con el 32.66% de los votos, amplió su mayoría respecto al Partido Socialista búlgaro (BSP), que se hundió con un 15.40% de los votos; su apoyo parlamentario, el MRF mejoró en cambio al pasar del 11.31% de la representación a un 14.84%.
Los resultados facilitaron un gobierno entre el GERB, el Bloque Reformista y el Frente Patriótico, Gobierno que duró hasta que, en noviembre de 2016, se confirmó la victoria de Rumen Radev en las elecciones presidenciales frente a Tsetska Tsecheva. Desde ese momento, el presidente interino, Rosen Plevneliev, alargó los plazos para la formación de un nuevo Gobierno, con la negativa del GERB y del BSP a intentarlo de nuevo, para que el nuevo presidente convocara elecciones generales cuando jurara el cargo.
CODA. Para conocer más sobre la política búlgara y los partidos políticos, recomendamos un post magnífico de Ivaylo Dinev y Stanislav Dodov en Sin Permiso del que extraemos algunas ideas sobre las implicaciones de las elecciones presidenciales (veremos si se confirman el domingo):
La clave para entender la situación es reconocer la ferviente explotación de la idea de cambio y las posibilidades para conseguirlo. De hecho, pudiera ser el punto de partida para el surgimiento de una fuerza progresista significativa
El mayor defecto de los políticos de derechas (desde los «patriotas» a la derecha elitista del Bloque Reformista, pasando por el GERB) reside en algo mucho más importante: en su incapacidad intrínseca de ver y hablar del sufrimiento social (y mucho menos combatirlo con políticas adecuadas). Radev, de una manera muy similar a Trump en los Estados Unidos, defendió la dignidad del búlgaro común y esto es algo que permaneció en gran medida inadvertido en el discurso de los medios de comunicación durante la campaña electoral.