Susana Díaz ya es precandidata del PSOE para las primarias que servirán para elegir al futuro secretario general del partido el próximo mes de mayo: «Me siento contenta y me siento feliz, porque hoy voy a anunciar que tengo el orgullo y el honor de anunciar mi candidatura a la Secretaría General del PSOE». Este domingo, ante 6.000 personas (9.000 según los organizadores), la presidenta de la Junta de Andalucía dio un paso al frente confirmando, de paso, que la batalla interna por el liderazgo socialista será presumiblemente cruenta a pesar de los llamamientos a la unidad y, quién lo diría, a no insultar a los compañeros.
La presidenta andaluza se hizo acompañar por el aparato del partido actual (entre los barones, sólo faltaron Javier Fernández, presidente de la gestora, y Francina Armengol, que apoya a Patxi López), con una fuerte movilización de las federaciones de Extremadura, Andalucía y Castilla-La Mancha, junto a referentes del PSC como Carme Chacón o Celestino Corbacho. También acudieron en primera línea los ex presidentes del Gobierno (José Luis Rodríguez Zapatero y Felipe González), Alfonso Guerra y Alfredo Pérez-Rubalcaba. Entre los primeros espadas del PSOE, sólo faltaron Joaquín Almunia y Josep Borrell, candidato del PSOE con la marcha de González y que durante semanas coqueteó con un apoyo más o menos directo a Pedro Sánchez.
El acto de Madrid de Susana Díaz fue la demostración de fuerza que se esperaba y, sobre todo, la constatación de que el PSOE está muy dividido y que, a juzgar por los insultos que se cruzan simpatizantes de las dos principales caras de las primarias en las redes sociales, la confrontación irá a más. Al mismo tiempo que Díaz confirmaba el anuncio avanzado hace dos semanas, Pedro Sánchez reunía en Burjassot (Valencia) a 2.500 personas, que pasa por ser la cifra mágica de buena parte de los actos que está protagonizando durante las últimas semanas. Y cambiaba su perfil de Twitter con una fotografía del precandidato con mirada al frente (tras probar perfiles a la derecha y a la izquierda) y adoptar una estética que se parece más a la de un cartel del Che Guevara que del Sánchez que lideró el PSOE desde julio de 2014.
Sus afines, precisamente, destacaron la diferencia del acto de Valencia (con militantes de base, sin demasiadas caras conocidas) con el del pabellón de Ifema que protagonizó Díaz. A la misma hora, Patxi López celebraba encuentros con militantes en Cantabria, actos que apenas tuvieron repercusión a pesar de que el ex lehendakari trata de situar el mensaje de que él es el candidato de la militancia que acude a escuchar sin necesidad de que alguien ponga autobuses autobuses para conseguir el efecto de actos masivos.
Heredera de la historia del PSOE vs el partido de la militancia
Los dos aspirantes mostraron este domingo por dónde dirigirán sus mensajes. Susana Díaz se definió como heredera de la historia del PSOE, enraizó su mensaje en lo que hicieron sus antecesores y, tras pedir fraternidad entre los militantes («Os pido que habléis bien de todos los compañeros y compañeras. Quiero un partido que respeta el debate y a los que debaten, que recupere la fraternidad»), contrapuso personalismos con la lealtad a las siglas: «Yo soy 100% PSOE. Me siento 100% del PSOE, pero no sentiré nunca que el PSOE me pertenezca al 100%. No seríamos nada sin el PSOE. Nosotros pertenecemos al PSOE, el PSOE no nos pertenece a nosotros». Uno de sus lemas será #100por100PSOE.
En Valencia, Sánchez contrapuso su modelo, «el de la militancia», frente al de la abstención defendida por buena parte de los que se encontraban en el Ifema: «Sólo hay dos opciones: un PSOE del siglo XX que pide la abstención a Rajoy o uno del siglo XXI de izquierdas y con la base», dijo. Es evidente que estamos ante una herida que sigue supurando y tanto Sánchez como el sanchismo están dispuestos a seguir ahondando en ese marco, con escasa respuesta, hasta el momento, por parte de los defensores de la abstención respecto a los últimos éxitos parlamentarios alcanzados.
La precampaña de las primarias ha puesto en evidencia las dificultades de López de hacer colar su mensaje frente a los dos choques de trenes que suponen Susana Díaz y Pedro Sánchez, enfrentado con la gestora por el crowfunding abierto para financiar su campaña. En la reunión que mantuvieron el martes pasado representantes de los tres aspirantes en Ferraz, los equipos de Díaz y de López aceptaron canalizar las aportaciones para financiar sus campañas a través del partido. No fue ése el caso del representante de Sánchez, lo que sirvió para abrir una nueva disputa pública en la que se ha vuelto a acusar a la gestora de no ser neutral mientras Ferraz avisa de acusaciones de financiación ilegal al PSOE (puesto que Sánchez recauda dinero usando el nombre del partido). Los partidarios de Sánchez apuntan a que estamos ante un nuevo intento de la gestora por conocer el nombre de los que han aportado dinero en la campaña de Sánchez (para confirmar si, como avanzan, muchos de los que le acompañan ni siquiera son militantes y, por lo tanto, no tienen derecho a voto en las primarias).
Estos mensajes confirman que quedan por delante dos meses en las que es posible que el PSOE vuelva a dar un espectáculo similar al del pasado mes de octubre y de los días previos a la abstención durante la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno. Sea como fuere, la guerra entre ambos líderes, que pareció cerrada con la dimisión de Sánchez tras aquel aciago Comité Federal del mes de octubre, en el que Díaz tuvo un papel muy destacado, dificulta las equidistancias entre dos compañeros que fueron de la mano en las primarias que Sánchez ganó en verano de 2014. Conviene recordar que fue la posición de la federación andaluza contra Eduardo Madina la que explica, en buena medida, por qué ganó Pedro Sánchez en un momento en el que no le hacía ascos al aparato del partido ni entonaba La Internacional después de cada acto.
Tres años después, será la militancia la que decidirá quién gana esta batalla interna (y quién la pierde) porque, esta vez, parece que se votará además un proyecto de partido y de país, con consecuencias claras. En las últimas semanas, miembros del PP han citado off the record la posibilidad de ir a una convocatoria de elecciones generales anticipadas el próximo otoño si Sánchez se convierte en el secretario general del PSOE, algo que, como se confirmó este domingo, es más difícil de lo que parece.
Como hemos señalado en numerosas ocasiones, los afiliados socialistas son mucho más disciplinados de lo que parece a veces, aunque eso signifique mostrar una imagen conservadora y, sobre todo, con escasa capacidad de penetración entre los electores más jóvenes. Y lo cierto es que, en el acto de Ifema, se pudo ver juntos a eternos enemigos, protagonistas de históricas y recientes rupturas, como Rubalcaba y Chacón, González y Guerra e incluso González y Zapatero. Todos unidos frente a lo que representa Pedro Sánchez, al que en su momento tuvieron cerca Rubalcaba (Sánchez trabajó durante años para José Blanco y Elena Valenciano), Díaz e incluso Zapatero (que rompió con Sánchez cuando repudió la reforma del art. 135 de la CE que había ayudado a redactar).
Fotografía de Chema Moya
Los críticos ponen el acento, precisamente, en el daño que la fotografía de Díaz, rodeada de los prohombres del partido, puede suponer para sus intereses. Una crítica bien traída que obvia, sin embargo, que esa imagen, entre los militantes, no tiene el mismo efecto que entre los electores sin adscripción partidaria. A pesar de las críticas, Felipe González, Guerra o incluso Zapatero siguen teniendo un significado importante en una militancia que lleva muchos años viendo cómo se pierde elección tras elección. Es decir, ante el mismo sentimiento que aprovecha Sánchez para impulsarse, los asistentes al acto de Díaz resaltan precisamente la lealtad a la historia de unas siglas.
Estamos, pues, ante el mismo problema que hemos resaltado en otras ocasiones sobre los sondeos que muestran que Díaz es la peor opción entre las posibles para liderar el partido. Ésa puede ser una historia para el día después de las primarias, y el candidato socialista a las presidenciales francesas, Benoït Hamon, puede dar una buena lección al respecto. Pero en estos momentos, por increíble que parezca, ése no es el debate.