Le Pen comienza su candidatura a las presidenciales de 2022

La primera semana de la campaña de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas no han aportado grandes novedades respecto a cuál será el resultado el próximo 7 de mayo (Emmanuel Macron se consolida en un 60% de los votos) pero sí en relación a cómo Marine Le Pen está construyendo su discurso de cara a las próximas elecciones presidenciales, en las que sí podría tener muchas más opciones de ocupar el Elíseo que en esta ocasión.

Tras conocerse los resultados de la primera ronda, Macron actuó como si ya estuviera todo hecho y se hubiera alzado con una victoria incuestionable. No es así. Tal y como señalamos en nuestro análisis postelectoral, lo que ocurrió el pasado domingo se explica por un cuestionamiento global y total al sistema de partidos que ha funcionado, con matices, desde después de la Segunda Guerra Mundial. Por primera vez desde la fundación de la V República, ninguno de los partidos tradicionales coloca a su candidato en la segunda ronda, algo que es así aunque se insista en que Macron es el antídoto del sistema a la crisis política que vive el país.

Macron, salvo sorpresa mayúscula, será presidente un año después de lanzarse a la carrera presidencial, sin estructura orgánica alguna(algo que se notará en las próximas legislativas) y actuó como un candidato tradicional: Seguimiento de los medios a su coche antes de su comparecencia como el más votado el 23 de abril.

Comenzaba entonces la segunda campaña presidencial, en la que el Frente Nacional está acertando de pleno. Primero, fue el anuncio de Marine Le Pen de renuncia a la presidencia de su partido para trasladar la imagen de que pretende ser la presidenta de todos los franceses y no sólo de los que le voten. Este sábado, Le Pen confirmó este marco anunciando que, si es presidenta, nombrará como primer ministro al candidato a Nicolas Dupont-Aignan, que en la primera ronda obtuvo el 4.70% de los votos. El candidato de Debout la France había pedido el voto para Le Pen el viernes, algo que se esperaba pero que confirmó la ruptura del pacto tácito de establecer un cordón sanitario entre todas las fuerzas políticas, al margen de su ideología, para evitar un posible gobierno del FN.

El segundo movimiento fue la visita contraprogramada a la fábrica de Whirlpool, en huelga por la decisión de trasladar la factoría a Polonia. El mismo día en el que Macron se reunía con los directivos para tratar de frenar la deslocalización de la factoría, Le Pen se daba un baño de masas con los trabajadores de la fábrica, que se hacían selfies con la candidata de ultraderecha y confesaban que la habían votado el domingo. El candidato de En Marche! recibió los abucheos de los trabajadores y fue incapaz de articular un discurso que pudiera revertir una situación imprevista que se le vino encima y que provocó que saliera de allí despeinado y rostro tenso.

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Dos imágenes  de France Presse ilustran el momento y las dos explican, mejor que cualquier análisis, cuál es el problema que tiene Francia (y otros países europeos) en estos momentos: El rechazo frontal de una masa importante de personas (electores potenciales) a todo lo que huela a establishment, sobre todo si éste es, como Macron, un político cuya vida profesional se centró en la banca.

Le Pen no necesitó reunirse con los directivos de la factoría (quienes son, en realidad, los que pueden tomar la decisión final de no deslocalizar la producción) sino de quienes sufren directamente las consecuencias de estas decisiones empresariales que se toman desde una perspectiva puramente económica. En realidad, su acto sirva de poco en la práctica, pero alimenta la idea de una futurible presidenta/madre de los desfavorecidos, a quienes no deja de dirigirse para reclamar su voto con una sonrisa en el rostro.

Dos campañas con objetivos diferentes 

Los sondeos sobre intención de voto son estables respecto a los resultados del 7 de mayo: Macron ganará con un porcentaje de voto del 59-61%, casi 25 puntos menos de los que obtuvo Jacques Chirac en 2002 cuando se enfrentó a Jean Marie Le Pen en la segunda vuelta de las presidenciales. En este sentido, parece que quedan pocas dudas de lo que ocurrirá el próximo domingo, a la espera de que se confirme el dato de participación, que demostraría que el sistema ha movilizado al electorado a las urnas aunque fuera para votar con la nariz tapada.

Por este motivo, por el desencanto que se percibe en el electorado francés, llama todavía más la atención el planteamiento de la campaña de Macron, que parece propia de una Francia sin la amenaza más o menos real de una victoria de la ultraderecha a corto y medio plazo.

Su cartel de campaña huele a sistema y a clasicismo por los cuartos costados, tanto en el fondo como en la forma, en la que predomina el color azul (que es visto como el color del poder y que proyecta seriedad, racionalidad, confianza) y que en el caso de Macron resulta redundante: Su propia trayectoria profesional ya denota estos rasgos, por lo que, quizás, hubiera sido recomendable aportar algo de calidez para romper precisamente ese esquema tan asentado de que es un liberal con tics sociales.

En el cartel electoral, demasiado clásico para un hombre de 39 años, vemos a un Macron, vestido de azul,  que mira al elector al frente para pedirle el voto con un «En general, Francia», un eslogan que recuerda al que usó Jacques Chirac en las presidenciales de 2002 y Nicolas Sarkozy en 2007, un homenaje al eslogan de campaña de François Miterrand en 1981.

Por si quedaba alguna duda, se reafirma que él es el candidato del sistema, el continuador de una tradición que es la que precisamente se ha cuestionado en estas elecciones con un debacle histórica del PSF y con el voto de castigo a Fillon, ungido para ser el candidato que debía enfrentarse a Le Pen en esta segunda ronda electoral.

El Frente Nacional también presentó el cartel de campaña de Le Pen, que se sustenta sobre el eslogan «Escoge Francia». También predomina el color azul, aunque, en este caso, la seriedad se matiza con una posición diferente: Le Pen aparece apoyada sobre una mesa, espontánea, con una falda que le permite enseñar la rodilla, sobre un fondo en el que se aprecia una biblioteca, que es una de las imágenes favoritas de los presidentes de la República cuando llegan al Elíseo. La candidata también mira al frente pero lo hace con una medio sonrisa que parece indicar que las cosas no son tan graves como parecen y que puede haber un poco de margen para la distensión que proyecta su propio lenguaje corporal.

En esta ocasión, el lema es potente y engloba lo que ha sido la posición ideológica del FN por tradición y, sobre todo, en estas elecciones. Y se hace a partir de la imagen de mujer muy retocada, de manera que la Marine Le Pen de la foto parece que tiene 20 años menos que la Le Pen que a diario se puede ver en los informativos franceses.

Le Pen se dirige a los votantes de Mélenchon, que optarán por Macron o la abstención

No ha habido consigna de Jean Luc Mélenchon a sus votantes sobre lo que deberían votar el próximo domingo. Tal y como avanzó en la noche electoral, el candidato de la Francia Insumisa ha ignorado el pacto tácito de pedir el voto a favor de quien se presente contra Le Pen, de manera que se ha instalado cierto mensaje que, por ejemplo, en España ha comprado Podemos: Le Pen es infumable pero votar por Macron es apostar por buena parte de lo que ha provocado el ascenso de la ultraderecha en Europa.

Ante las críticas generalizadas en Francia, Mélenchon aseguró que todo el mundo sabe que no votará por el FN y añadió otra de arena: «Lo que se nos pide no es un voto contra la extrema derecha, sino un voto de adhesión, y nosotros no podemos adherirnos a su proyecto». Declaraciones que, según muchos de sus críticos, algunos en la izquierdafavorecen finalmente a Marine Le Pen entre un electorado que puede tener la tentación de votar para que tensionar todavía más las contradicciones del propio sistema y de estos comicios.

Los sondeos recogen que gran parte de los que votaron por Mélenchon en la primera vuelta se quedarán en casa este domingo De acuerdo con los datos de Opinion Way, el 45% de los votantes de La Francia Insumisa se abstendrá (frente al 40% que votará por Macron y el 15% que lo hará por Le Pen). Se trata del dato de abstención más alto de los registrados en el resto de candidatos: en el caso de los votantes de Hamon, el 68% votará por Macron  y en el caso de los de Fillon, lo hará el 43% (por si acaso, los pesos pesados del partido, como Sarkozy, anuncian estos días que votarán por el líder de En marche!)

Según los datos de IFOP, el 45% de los votantes de Mélenchon votará ahora por Macron frente al 39% que se abstendrá yel 16% que votará por Le Pen. Estamos, de nuevo, ante el dato de abstención más alto entre los electores del resto de candidatos: Los de Hamon votarán por Macron (81%), al igual que los de Fillon (45%). El 17% de los votantes socialistas se abstendrá, al igual que 3 de cada 10 electores de Les Republicáins.

De acuerdo con los datos de Harris, también hay un empate entre los votantes de Mélenchon que acudirán a votar por Macron (45%) y los que se abstendrán (42%). En este caso, los datos de los votantes de Benoit son parecidos a los que recogía Opinion Way mientras que los de Fillon son levemente superiores respecto a la abstención (30%).

Ante este escenario, Le Pen no deja de pedir el voto a los que en primera ronda dieron su confianza a Mélenchon, una estrategia que, seguramente, en estas elecciones no surtirá efecto pero que sí hay que seguir en los próximos meses porque puede ser la base de una más que probable victoria en las urnas en las elecciones de 2022.

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Acerca de llegalaultima

Politóloga y periodista en transición
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