Lo recogían los sondeos publicados poco antes de las elecciones: Los laboristas pisaban los talones a los conservadores en una campaña errática, mala en general e interrumpida los atentados terroristas, que ayudaron a cambiar el leit motiv de cómo hacer el Brexit al descontrol de yihadistas en Reino Unido. Ambos temas terminaron beneficiando a Jeremy Corbyn, el ganador moral de las elecciones del pasado jueves.
Con un 68.7% de participación, el dato más alto desde las elecciones de 1997 (las que ganó Tony Blair), los laboristas consiguieron 12.8 millones de votos, el 40% de la representación (+9.5 puntos respecto a los resultados de hace dos años) y 262 diputados, 30 más que los que tenía hasta el momento. Enfrente, los conservadores lograron 13.6 millones de votos y 316 diputados, 13 menos que los que obtuvo con Cameron como líder hace dos años, y pierden la mayoría absoluta a pesar de obtener el 42.4% de los votos (+5.5 puntos).
Este escenario se completa con un resultado aceptable de los liberales demócratas (7.4% de los votos, medio punto menos que hace dos años, aunque logra 4 diputados más) y la presencia de los dos partidos del Ulster como posibles bisagras: El Sinn Fein consiguió 7 diputados y los unionistas 10. Por su parte, el nacionalismo escocés se dejó 21 diputados (que pasaron a engrosar la lista del laborismo), lo que aleja indirectamente la posibilidad de convocar un segundo referéndum sobre la permanencia de Escocia en el Reino Unido. Y, como apuntaban los sondeos, el UKIP aparece completamente desinflado, no tanto en escaños (tenía uno) sino en porcentaje de voto (pierde 10.8 puntos de representación respecto a hace dos años). Su líder, Paul Nuttall, presentó su dimisión el pasado viernes.
La magia del sistema electoral británico, a pesar de los avances de los dos grandes partidos, permite un cambio en el país muy visible en términos comparativos con los mapas de resultados de las elecciones de 2015 y de 2017. Y arroja un Parlamento sin mayoría clara, lo que obliga a todos a explorar apoyos parlamentarios y a visualizar un escenario de nuevas elecciones a corto o medio plazo :
La vuelta de los dos grandes partidos
Los británicos han apostado esta vez, con claridad, por los dos grandes partidos. Entre tories y laboristas aglutinan el 82.4% del electorado, en el mejor resultado para ambos en años. Un gráfico publicado por Financial Times muestra las transferencias de voto entre las distintas formaciones desde las elecciones de 2010, las primeras que ganaron los conservadores tras años de dominio labor. En el gráfico se comprueba el retorno de votantes naturales tanto a las filas de los tories (especialmente significativo el origen de los electores del UKIP) y de los laboristas (con especial mención al retorno de votantes que en 2010 optaron por los liberales demócratas).
En el caso del laborismo, junto a un aumento de la afiliación (medio millón), se registró el jueves una subida respecto a 2015 que es la mayor de las registradas desde 1945. Los datos de los tories se aproximan a los que consiguió Margaret Thatcher en las elecciones de 1983. Con una diferencia: Entonces, la Dama de Hierro arrolló a la oposición, algo que no ocurre en esta ocasión. Con estos resultados, May pierde su mayoría absoluta y está en la cuerda floja por las expectativas anteriores debido a que convocó elecciones anticipadas tres años antes con el objetivo de asegurar una mayoría absoluta considerable aprovechando la debilidad de los laboristas.
El error de planteamiento alimentó los rumores en torno a su dimisión inmediata la misma noche electoral. Ella misma se vio obligada a negar esta posibilidad, aunque no ha alejado los movimientos que apuntan a un intento nada disimulado en su partido de sustituirla por Boris Johnson, un aspirante que, coincidente en el tiempo con Donald Trump, puede terminar de dinamitar el respeto por el mundo anglosajón en la política internacional. Johnson, por el momento, pide respaldar a la primera ministra.
Ante la debilidad pública, Corbyn se ofreció a liderar el Gobierno (con el apoyo de laboristas y del Partido Nacionalista Escocés), una posibilidad que, de momento, parece que no se producirá. El unionismo del Ulster manifestó su voluntad de apoyar a May y ya se han abierto negociaciones al respecto, lo que a su vez tiene implicaciones para la negociación del Brexit por parte de Londres. Apoyado en un socio de Gobierno tan, digamos, pintoresco, sólo cabe la mano dura que, entendemos, será respondida de igual manera por parte de Bruselas.
A pesar de la situación, Corbyn es el ganador moral de las elecciones. Recordemos que hablamos de un líder absolutamente cuestionado en el interior del partido que, a su vez, ha sido vilipendiado por la prensa en su mayoría en la útlima campaña electoral. Basta con recordar las portadas de la prensa sensacionalista en los días previos a la votación y con seguir las declaraciones de los dirigentes del partido vinculados al ex primer ministro Tony Blair, que amenazaba con una vuelta a la política activa. El 40% de voto obtenido por Corbyn frena de momento esas aspiraciones y confirma un Parlamento que será una pesadilla para el próximo primer ministro, por lo que no se descartan nuevas elecciones en un momento razonable.
Movilización de caladeros naturales
Justo antes de las elecciones apuntábamos la incertidumbre ante unos resultados que estarían atravesados por el shock de los atentados y, sobre todo, ante la respuesta institucional a dichos atentados. Los resultados de las elecciones confirman esta posibilidad, con una movilización del electorado por los dos grandes partidos. La mala noticia para los tories fue el dato de participación, que arrojaba antes de la apertura de las urnas que esta vez, a diferencia del referendum sobre el Brexit, se había movilizado al votante más joven. Y éste había apostado masivamente por el laborismo.
Es la principal consecuencia que se recoge, por ejemplo, en el estudio de Lord Ashcroft, que recoge que el 67% de los menores de 25 años votaron labor (frente al 18% que lo hicieron por los consevadores). El apoyo a los liberales entre los 25 y 44 años fue más del 50% mientras que las distancia se acortan entre los votantes de 45-54 años (entre los que empatan) y se vuelven a distanciar, en favor de los conservadores, entre los votantes más mayores.
En esta ocasión, la campaña jugó un papel esencial, sobre todo entre los votantes laboristas, que mostraron una tendencia mayor a decidir el voto en el último momento: El 43% (frente al 38% del votante torie) decidió el voto en el último mes; el 51% (frente al 28% torie) en la última semana; el 44% (frente al 32%) unos pocos días antes; y el 39% (frente al 32%) el mismo día de las elecciones.
En cuanto al Brexit, fue un motivo importante para votar para los conservadores (48% asegura que así) y para los electores del UKIP (33%) pero no para el electorado del resto de los partidos. Especialmente significativo es el 8% de los votantes laboristas que aseguran que fue éste el asunto que les hizo decidir su voto final.
En cuanto a lo que debería ocurrir ahora, el 95% del votante del UKIP y el 68% conservador apuntan a un abandono ya de la UE (el 70% opina que debe ser cuanto antes). Las tendencias son contrarias entre los votantes del resto de partidos: el 78% de los liberales y 64% de los laboristas apuestan por permanecer en la UE y, en el caso de negociar el Brexit, que la negociación, el 33% de los laboristas pide que sea cuanto antes (el 43% preferiría que se impidiera la salida), así como el 21% de los liberales (el 56% preferiría que se impidiera).
Todos pueden decir que ganaron
Es una constante que, salvo desastre electoral evidente, todos los partidos valoren de forma positiva los resultados de unas elecciones. En el caso de los comicios legislativos en Reino Unido, esta frase puede ser esgrimida tanto por laboristas y conservadores sin que el gran titular pueda ser invalidado. Los matices llegan cuando se analizan los datos y, sobre todo, cuando se tiene en cuenta el contexto y lo que se quería dirimir en estas elecciones.
Los hechos: Theresa May asumió el cargo de primera ministra tras la dimisión de David Cameron, que había comprometido su puesto en la campaña por el referéndum de permanencia de Reino Unido en la UE. Cameron, que se había comprometido a convocar este referéndum en la campaña de las elecciones de 2015, que le otorgaron una mayoría absoluta clara, vinculó su permanencia a que venciera el no. Ganó el Brexit y presentó su dimisión, dejando a su ministra de Interior al frente de Downing Street.
Tres años antes de la próxima convocatoria electoral, May decidió adelantar los comicios con dos objetivos: Aprovechar la situación de desventaja de los laboristas, con un líder contestado internamente (y con la amenaza de un retorno de la corriente vinculada a Tony Blair) y tener una mayoría aplastante que le diera legitimidad para negociar un Brexit duro con la UE, proceso que ha comenzado hace unos meses.
Con sondeos que aventuraban una ventaja de 25 puntos sobre el laborismo, que apenas obtendría el 21% de los votos, todo parecía remar a favor de los tories, al menos hasta que llegó la evidencia: Tres atentados terroristas de corte yihadista en apenas una semanas, que pusieron en evidencia el trabajo de May al frente de Interior, y una mala estrategia de campaña. Y todo ello mientras la distancia entre los dos principales partidos se reducía según se acercaba la fecha de las elecciones, una situación aderezada con la incertidumbre provocada por el shock de los atentados y las propuestas de May para combatirlo.
El contexto y el propio planteamiento de la campaña no deberían tapar la evidencia de los datos: Hace apenas dos meses, la mayoría de los sondeos sobre intención de voto planteaban una paliza histórica de los tories al laborismo, con diferencias de 20-25 puntos. Más allá de cualquier consideración, el 40% obtenido por Corbyn, en un contexto de fuerte crítica de los medios de comunicación, debería hacer pensar en posiciones de influencia que hace unos años apenas se cuestionaban. Y en la movilización desde la base ejecutada por el laborismo, que parece estar listo para volver al poder. De May y de sus apoyos dependerá el momento de una nueva convocatoria electoral.
CODA. A grandes rasgos, se puede entender el discurso de Jon Snow, de Channel 4, que confesaba abiertamente no saber qué ha pasado en estas elecciones:
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