Ya podemos señalar el 26 de julio como una fecha histórica: Por primera vez en nuestra historia reciente, un presidente del Gobierno en activo comparecía a declarar como testigo ante la Audiencia Nacional en el marco del juicio del caso Gürtel, esa piedra en el zapato que supuso el inicio del calvario del PP político y judicial con la corrupción.
El presidente del Gobierno, que había intentado por todos los medios eludir sin éxito la comparecencia presencial ante el tribunal, ejecutó de manera sólida la estrategia con la que el PP afronta sus problemas judiciales con la corrupción: Durante los años en los que se juzgan estos casos, el partido se dividía en una suerte de áreas en las que los responsables políticos se encargaban sólo de la parte política (discursos, estrategia de campaña) mientras que la recaudación de fondos y la gestión económica competía al departamento de Tesorería.
Génova trata de actuar en dos frentes, priorizando en estos momentos el frente judicial. Así, judicialmente, Mariano Rajoy defendió que en los años en los que fue secretario general del PP y/o director de las respectivas campañas nunca tuvo conocimiento de cuestiones como la recaudación de fondos (ahí se engloba el supuesto cobro de mordidas a empresarios a cambio de obra pública) o de contacto con empresas, como las de Francisco Correa, que ayudaban al partido a organizar sus actos políticos. Rajoy aseguró que apenas trató al que se conoce como cabecilla de la trama Gürtel.
Y así durante dos horas de interrogatorio en los que el abogado de Luis Bárcenas no realizó ninguna pregunta, confirmando la idea de que es posible que exista un acuerdo extrajudicial entre el ex tesorero del PP y su antiguo partido, y en el que Rajoy, a veces con tono parlamentario y a menudo tirando de ironía, no se salió del guión que luego seguiría también el presidente del Senado y ex presidente del PP de Madrid, Pío García-Escudero, que compareció ante la AN posteriormente. No respondió sobre el SMS a Bárcenas y, en la práctica, no arrojó luz a lo que conoce sobre la existencia de la caja B del partido o de cómo operaba la trama.
La estrategia del PP dejó a un lado, por el momento, la derivada política de la propia comparecencia del presidente del Gobierno y peso pesado del partido durante dos décadas. Cualquiera que conozca mínimamente el funcionamiento interno de un partido político sabe que, en la práctica, no hay división entre las áreas que dibujó Mariano Rajoy por un motivo fundamental: En un mundo en el que nada es gratis, no es posible plantear una acción política sostenida como es una campaña electoral sin saber si la puedes pagar.
Rajoy ha sido secretario general del PP, director de campaña y candidato a la presidencia del Gobierno en 2004, 2008, 2011, 2015 y 2016. Es materialmente imposible que desconociera las finanzas del partido, al menos en términos generales, y sobre todo la procedencia de unos fondos que, presumiblemente, luego serían devueltos en forma de favores sobre obra pública en las Administraciones gobernadas por el PP gracias, en parte, a esos fondos aportados.
Por lo tanto, debemos incidir en que la puesta en escena del presidente del Gobierno este miércoles tenía como único fin salir de la sala de la AN judicialmente indemne y, de paso, no perjudicar más al partido en una causa que comenzó con los tres trajes que se le habrían pagado a Francisco Camps y que, a estas alturas, ha tocado de lleno en el corazón de las finanzas de Génova 13, con efecto multiplicador a toda la cúpula del partido durante estos años.
Viñeta de Malagón publicada en 20minutos.es
Esta manera de afrontar los hechos también dibuja, en la práctica, una actitud respecto a la derivada política del caso Gürtel y del resto de procesos judiciales por corrupción política en marcha. El PP ha dado por amortizada la corrupción como elemento de castigo entre el electorado y, por ello, apenas presta atención a trasladar algún tipo de mensaje respecto a la asunción de responsabilidades políticas por quienes estuvieron allí durante este periodo: Rajoy, el propio Pío García-Escudero y personas como Javier Arenas, convertidos en sombras desde hace años.
Por ser más francos todavía: Parece que el PP entiende que no necesita tomar decisiones políticas para depurar responsabilidades por estos asuntos, que deja sólo en manos de los tribunales. Génova asume así que el electorado habló en las elecciones de 2005 y 2016, con la consiguiente pérdida de votos por el PP por asuntos como la corrupción y la gestión de la crisis económica, por lo que no hace falta adoptar ninguna decisión más en ese sentido a la espera de lo que dictaminen los tribunales. Y como acusado, el objetivo no es facilitar o añadir transparencia a lo que ocurrió con sus finanzas en los años enjuiciados, sino salir indemne.
El objetivo final no disimula que el PP tiene un gran problema de reputación con su electorado potencial. De ahí que estén medianamente sorprendidos por la falta de recuperación de votos a pesar de que una de las patas de castigo del electorado, la política económica, esté arrojando buenos datos macroeconómicos. Es posible que piensen que en algún momento pueden comenzar a modular esa relación con el electorado, para lo que hace falta no empeorar aun más la deriva judicial de los casos de corrupción que, a partir de Gürtel, se juzgarán durante los próximos años.
Este miércoles, quedó claro que Génova puede aceptar una sospecha no demostrada de que Rajoy conocía los entresijos de lo que ocurría con las finanzas del PP. Sería imposible remontar una imputación por corrupción a Rajoy o la constatación judicial de que el aparato de partido colaboró con la trama de corrupción que habría esquilmado más de 800 millones de euros de dinero público
Críticas a Rajoy sin rastro de moción de censura
La comparecencia de Mariano Rajoy fue respondida de inmediato por los principales partidos de la oposición. Pedro Sánchez ofreció una comparecencia en la que no aceptó preguntas y en la que solicitó, de nuevo, la dimisión de Mariano Rajoy como responsable político de lo ocurrido: «Por dignidad, no la suya sino la de nuestra democracia, le exigimos que dimita». Sánchez acusó a Rajoy de degradar el cargo de presidente del Gobierno, pero nada más. Realizó una declaración que bien podría estar redactada desde hace meses y no hizo mención a la herramienta que atesora y que puede ganar dado que el PP sólo tiene 137 diputados en el Congreso de los Diputados: la moción de censura.
Pablo Iglesias, por su parte, instó al PSOE a presentar una moción de censura tras atacar con dureza a Rajoy: «España no se merece esta vergüenza. Hay que sacarlos del Gobierno». El líder de Unidos Podemos arremetió contra el abogado del ex tesorero del PP («Vergüenza al ver al abogado de Bárcenas hacer de abogado de la defensa de Rajoy. Demuestra que hay un pacto de silencio entre corruptos») y se dirigió al PSOE para que juntos pidan la comparecencia de Rajoy en el Congreso de los diputados. Mientras, desde el PP se volvía a responder moviendo el espantajo de Venezuela.
Albert Rivera permaneció en silencio durante todo el día, por lo que la voz autorizada de C’s correspondió a José Manuel Villegas, que consideró «poco creíble» que Rajoy no conociera el presupuesto del partido para las campañas electorales. Recordemos que C’s mantiene un acuerdo de Gobierno que sostiene parlamentariamente a Mariano Rajoy en el Palacio de la Moncloa, por lo que esta declaración ha de entenderse como un intento de pasar página respecto a uno de los temas que hicieron crecer políticamente a C’s en todo el país: La lucha contra la corrupción.
La inoperancia de facto de la oposición ayuda a explicar, en parte, el grado de desmovilización social y de apatía política que se percibe desde hace meses en una ciudadanía que, quizás, vio posible un cambio real en 2011 y que hoy percibe que sólo han variado los actores protagonistas del régimen creado en la Transición política y no el propio sistema.
CODA. Comenzamos el post hablando de día histórico. Invitamos a consultar las portadas con la que la prensa general enmarcó la comparecencia de Rajoy y las portadas publicadas el día posterior.
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