Del referéndum que no existió a la defensa de la unidad de España

Ha pasado sólo una semana del referéndum del 1 de octubre, celebrado para decidir el encaje de Cataluña en el conjunto del Estado español, y la política española entra en un territorio incierto con estrategias que se modifican en el acto a golpe de titular de unos medios a los que desde Moncloa se ha agradecido su trabajo frente al independentismo.

Hace una semana, el Gobierno aseguró categórico que lo que había habido el 1 de octubre en Cataluña no había sido un referéndum, una consulta vinculante que se saldó con un 43% de participación y una mayoría abrumadora a favor del sí, según los datos oficiales hechos públicos por la Generalitat.

A pesar del referéndum que no existió, este domingo se ha celebrado en Barcelona una manifestación multitudinaria a favor de la unidad de España. La convocatoria, a cuenta de Sociedad Civil Catalana, una asociación que nació como respuesta al movimiento independentista y que, hasta hoy, ha tenido más fracasos de convocatoria que aciertos, ha cumplido con el papel de vender al mundo una fractura de la sociedad catalana por la mitad.

Según SCC, un millón de manifestantes se ha sumado a la convocatoria dentro y fuera de Cataluña, 350.000 según la Guardia Urbana. Una movilización que ha contado con una nutrida y bulliciosa presencia de españoles llegados desde diferentes puntos de España, detalle que los medios editados en Madrid han pasado por encima para hablar de la «mayoría silenciosa» de catalanes que, según ellos, por primera vez se han organizado contra el independentismo.

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Dos de los encargados de pronunciar los discursos al término de la manifestación fueron Mario Vargas Llosa (vinculado al PP en los últimos años) y Josep Borrell, que compartió tribuna con los líderes nacionales y catalanes de Ciudadanos y con los responsables del PP catalán. Un discurso que es el que se resalta en la mayoría de los medios como el camino que  habría que recorrer en estos momentos, obviando que esas palabras tendrán un rédito electoral evidente en la cuenta de populares y C’s, y que se pronunció con ausencia total de incidentes en la Ciudad Condal por parte de los señalados como radicales.

La manifestación de este domingo puede ser entendida como el colofón de dos fracasos: Por un lado, el del propio independentismo, que hace equilibrios entre la movilización ciudadana y la vía institucional, que confirma que el movimiento es más autonómo del poder político de lo que se cree en Madrid y que algunos de las caras  políticas más visibles del movimiento no son de fiar. Por otro, el fracaso del Gobierno, que ha pasado de minusvalorar la votación del domingo a asumirlo como un riesgo de primer orden, con aprobación de un decreto exprés incluido con el apoyo de PSOE y C’s para facilitar el traslado de la sede social de las grandes empresas.

Así, una semana después del referéndum, Madrid asume con franqueza que el Ejecutivo no ganó precisamente la batalla del lenguaje y que, con todos los problemas legales y formales, el 1 de octubre se celebró un referéndum para decidir sobre la independencia catalana y que ese referéndum ha tenido consecuencias. Aun dando por bueno el dato de un millón de ciudadanos en la calle este domingo, y pasando por encima que un número importante no es catalán, conviene retener algunos datos: En la consulta votaron más de dos millones de personas ,y año tras año, desde 2012 se han manejado cifras cercanas o superiores al millón de asistentes a las celebraciones de la Diada. En las últimas elecciones autonómicas (2015) hubo una participación de casi el 75%, muy por encima del 67.76% registrado en 2012 o el 59.95% de 2010.

Sigamos afinando: En ningún proceso electoral vota el 100% del censo electoral. Se calcula que entre el 25-40% (más incluso en países como Portugal) no participa en ningún proceso electoral, por lo que, si damos por buena la cifra del 43% de participación en la consulta, el unionismo podría aglutinar como mucho al 32% del electorado, datos que confirmarían una brecha en la sociedad catalana en favor del independentismo, que ganaría por 11 puntos.  Como venimos señalando desde hace años, existe un problema real en Cataluña y ha sido una insensatez abordarlo como si de un suflé se tratara.

Es la economía, estúpido

Desde hace unos días se suceden los anuncios de los grandes bancos y las empresas afincadas en Cataluña de que cambiarán sus domicilios sociales a otros lugares de la Península tras unos días en los que hubo retiradas importantes de fondos de CaixaBank o el Sabadell en oficinas fuera de Cataluña. Una suerte de asfixia económica que habría comenzado a hacer mella en el sector más liberal del PdeCat, sobre el que siempre existieron dudas de lo que haría llegado el caso.

Por otra parte, el referéndum catalán ha tenido un efecto  claro en una parte importantísima de la sociedad española, que en muchos casos representa los discursos más carcas y nostálgicos del franquismo. Hace unos días, hablábamos de la aparición de múltiples banderas españolas que hacen pensar en un brote de un patriotismo español por todos los rincones del país, con aplausos de discursos de líderes de Falange Española en Zaragoza incluidos.

Estos posicionamientos repentinos se han visto levamente mitigados por la campaña de quienes dicen no sentirse en ningún bando, que este sábado llenaron las plazas de los ayuntamientos con camisetas blancas. Especialmente numerosas fueron las concentraciones en Barcelona y en Madrid y, en el caso de ésta última, esas camisetas competían con una concentración en Colón organizada por el PP en la que se pudieron ver miles de banderas españolas.

Y, de nuevo, nos planteamos la duda de dónde estaba toda esa gente hace cinco años, cuando la ruptura emocional de una parte importante de catalanes con España se estaba produciendo de facto, o antes, cuando se promovían los boicots a los productos catalanes por el hecho de estar fabricados allí, o antes, cuando había que regenerar la política y la propia cultura política de un país hecho trizas por la crisis económica y la corrupción política.

Algo se mueve en la esfera política

Una semana después del 1 de octubre, el gobierno de la Generalitat sigue ganando tiempo antes de pronunciar la Declaración Unilateral de Independencia, que podría llegar este martes en el Parlament, en mitad de rumores de mediación por parte de una de esas fuerzas vivas del país que aparecen en un segundo plano casi siempre: La Iglesia católica. La semana pasada, el obispo de Barcelona se reunió con Mariano Rajoy después de encontrarse con Oriol Junqueras, mientras se suceden pronunciamientos desde el mundo del deporte a favor del diálogo.

En el momento de elaboración de este post, resulta más que evidente que hay un problema entre los distintos sectores que conforman el Govern sobre los pasos a seguir, especialmente porque se siguen sucediendo los anuncios de cambios de sedes sociales de las empresas catalanas. El viernes, varios consellers del Govern hablaron en público de sus dudas respecto a la decisión de ir a la DUI en estos momentos, mientras que Artur Mas dio una entrevista extraña en FT en la que habría dicho que Cataluña no estaba preparada para la independencia, un argumento que en España se tomó como un torpedo en la línea de flotación del independentismo por quien la ola desde las instituciones en 2012.

Mas luego rectificó sus declaraciones y difundió la entrevista en la que dijo una obviedad: Cataluña no cuenta con un sistema impositivo o jurídico propio, dos de los pilares de construcción de los Estados nación clásicos. Afirmaciones o matizaciones que se asumen mientras parece que la Generalitat sigue ganando tiempo, quién sabe si esperando que Moncloa rebaje la tensión y acepte una declaración de independencia de propósito, como el Gobierno y el PP ahora estuviera por asumir el contenido del Estatut invalidado en su momento por el TC gracias a su recurso. Oficialmente, la aplicación del art. 155 de la CE sigue sobre la mesa como una de las opciones posibles ante la DUI.

Sin embargo, algo parece que se mueve también en el Gobierno central. Varios días después del 1O, y tras la aperente firmeza inicial, algo se movió también respecto a las imágenes que dieron la vuelta al mundo a propósito de las cargas policiales en los colegios electorales. Un sector de la policía denunció que el operativo estaba mal diseñado y el Gobierno ya ha pedido disculpas en público por las cargas policiales del 1 de octubre (sin que, por el momento, ese reconocimiento se haya traducido en dimisiones o destituciones de sus responsables políticos).

Una semana después, por lo tanto, asumimos que el referéndum se celebró y que se cometieron errores que han obligado al Gobierno a dar explicaciones durante toda la semana. A este paso, en tres semanas tal vez reconozcamos que hay un problema real con Cataluña y que la testosterona patriótica de estos días no ayuda precisamente a buscar una salida a la crisis.

Acerca de llegalaultima

Politóloga y periodista en transición
Esta entrada fue publicada en C's, Cataluña, Consejo de Ministros, Democracia, Federalismo, Gobierno, Modelo territorial, Nacionalismo, PP, Rajoy, Ultraderecha. Guarda el enlace permanente.

3 respuestas a Del referéndum que no existió a la defensa de la unidad de España

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